Para no creer en el Estado de las autonomías, Vox no deja de sacarle rentabilidad a que existan sus instituciones. La primera vez que consiguieron sentarse en un escaño parlamentario fue en Andalucía, a finales de 2018 y desde entonces la capacidad de incordiar de estos ultramontanos de libro no ha hecho sino crecer. Si ahora ha sido la popular María Guardiola en Extremadura quien les ha proporcionado un impagable puente de plata al adelantar las elecciones, en Andalucía fue la socialista Susana Díaz quien propició la hecatombe que acabó con 36 años de hegemonía de su partido, también por precipitarse pensando que así se quitaría de encima a Ciudadanos. Pero lo que hicieron los de Albert Rivera (¿se acuerdan de él? fue pactar con Moreno Bonilla, y así fue cómo el PP consiguió la presidencia de la Junta gracias además al apoyo externo de los 12 diputados de Vox.
En 2019, la ultraderecha logró entrar en siete parlamentos autonómicos. Fueron claves para investir a Ayuso dos veces, pero hasta 2022 no fueron decisivos para que el PP gobernara en Castilla-León, Valencia, Extremadura, Baleares, Aragón y Murcia. Así que, paradójicamente, las autonomías a las que Vox quiere hacer desaparecer son las que han acabado contribuyendo a su crecimiento. Con el adelanto electoral en Extremadura, los ultras vuelven a llenar el zurrón mientras al bipartidismo continúan reventándosele las costuras. En el parlamento español, precisamente por el peso de las nacionalidades históricas, lo tienen más complicado, pero mientras tanto sus tentáculos van extendiendo la crispación y sus amenazas de acabar con las libertades de las que disfrutamos parecen más verosímiles cada dia que pasa.
Por otro lado, la incontestable debacle socialista este domingo en Cáceres y Badajoz y la pírrica victoria del PP a tenor de las expectativas que tenían, ha redundado en la recuperación de las izquierdas. Unidas por Extremadura ha obtenido más del diez por ciento de los votos y eso es una buena noticia. La solvencia de su candidata, Irene de Miguel, y el trabajo de la gente que la ha rodeado, ha proporcionado tres escaños más de los que tenía a la formación que lidera, siete ahora en total. Aunque la prensa (El País incluido, por supuesto) se empeñe en proclamar que este crecimiento apenas tiene impacto, no deja de ser un interesante dato que invita a extraer conclusiones a esas izquierdas donde Sumar es ya cero al cociente y bajo la cifra siguiente.
El bipartidismo sabe hasta qué punto anda de capa caída y eso parece contribuir a que comiencen a resonar de nuevo tambores de gran coalición. Vaya usted a saber si no era ese el verdadero objetivo de populares y socialistas, el plan B si Guardiola no conseguía, como así ha sido, mayoría absoluta y si las izquierdas crecían, que es lo que siempre les ha preocupado, más que el ascenso de Vox.
Era complicado entender la candidatura del inconsistente Miguel Ángel Gallardo si no era para perder. Tras la dimisión light del derrotado socialista (se queda como diputado) ahí están ya esas voces, con el incombustible Rodríguez Ibarra al frente, abogando por una abstención socialista que permita al PP gobernar Extremadura en minoría. Ahora que aquel Pedro Sánchez del “no es no” ya no existe, el fantasma de 2015-2016 vuelve por sus fueros.
J.T.

No hay comentarios:
Publicar un comentario