jueves, 5 de agosto de 2010

Los medidores de audiencia y el paro de los periodistas



Conozco decenas por no decir cientos de compañeros cuya situación laboral depende de los índices de audiencia del programa informativo o de entretenimiento para el que trabajan.

Mal pagados y con contratos basura, su posibilidad de independizarse y plantearse si tener hijos o no, por ejemplo, se va prolongando indefinidamente en el tiempo. Son compañeros cuyo destino está en manos de un minúsculo aparatito instalado según dicen en unas cuantos cientos de hogares. Los datos de esos aparatitos se traducen luego a porcentajes que indican, también según dicen, cuánta gente ve qué programas. Probablemente lo de estos aparatitos sea hasta verdad -aunque yo no conozco a nadie que tenga uno instalado- pero de momento para anunciantes y
directivos de televisión es la biblia.
Los colegas cuya estabilidad en el empleo depende de estos aparatitos son por lo general gente preparada, muy currante y en bastantes casos con un gran componente vocacional. Trabajan, también por lo general, para una estrella mediática que en su día se forró gracias a un golpe de suerte y acto seguido montó una productora para continuar llevándoselo crudo el máximo tiempo posible.
Que el programa que la tal estrella acabe produciendo, dirigiendo o presentando vaya bien o mal sólo le repercute en el mayor o menor número de pisos que se pueda llegar a comprar. Pero para la gente a la que subcontrata, que el programa vaya mal es una verdadera tragedia porque cada vez que el share, es decir el índice de audiencia, no funciona los currantes acaban en las oficinas del Inem, uno de los organismos públicos que los periodistas más visitan en su vida.



Con la que está cayendo, con los bocados que pega internet, con la llegada de la tdt una vez consumado el apagón analógico, ¿qué será de quienes tienen su trabajo pendiente siempre de ese maldito hilo llamado índice de audiencia?


Quizás, como ya pasa en las públicas y sobre todo en las autonómicas, la audiencia que en breve les quede a las televisiones se reduzca a la tercera edad y en zonas rurales. Las películas buenas se descargan de la red, el fútbol es de pago... ¿cómo hacer programas de televisión que interesen a los jóvenes, a la gente de las ciudades, a una mayoría cualificada? ¿qué espacio acabará quedando para tanto y tanto compañero que, como yo en alguna época de mi vida, trabajan contratados por obra con el mes de vacaciones sin cobrar y en el paro, a la espera de que te vuelvan a llamar la temporada siguiente?

J.T.


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