Cada vez somos más y el caso es que se nota poco en los resultados.
Cuando murió Franco faltaba un año para que saliéramos de las facultades los que pertenecíamos a la primera promoción de Periodismo como carrera universitaria.
Eso significa que durante la llamada transición nacimos para el oficio las seis primeras generaciones de periodistas universitarios. Pipiolos analfabetos a quienes los maestros de entonces nos daban sopas con ondas sin moverse del asiento.
Habíamos salido de Bellaterra en Barcelona y de Madrid que eran las dos únicas facultades de entonces (perdón, estaba también la del opus en Navarra) y tendíamos a creernos importantes por el momento que estábamos viviendo y la oportunidad que teníamos de contarlo. Pero aún así todavía resuenan en mis oidos las diatribas de aquellos entrañables veteranos del diario "Pueblo": esto de la política, chicos, -nos decían- está muy bien ahora, pero el periodismo consiste en contar historias. Que no se os olvide nunca.
Nos lo decían a los cuatro gatos universitarios pretenciosos de entonces. Treinta años después, tenemos docenas de facultades y miles de ingenuos y engañados licenciados al año que sueñan con ser Ben Bradley, pero a los que cada vez les cuesta más abrirse paso incluso de becarios.
Para abrirse camino creo que sigue vigente la receta de mis primeros maestros, que nos hablaban de contar una historia como fin último del periodismo en una época en la que apenas había jefes de prensa en ayuntamientos o autonomías (ni siquiera existían las autonomías) y en la que no todo el mundo sabía qué puñetas era un gabinete de imagen.
De aquel blanco y negro de linotipias y televisores únicos hemos pasado a la tdt, internet, móviles y satélites por un tubo. Y ¿qué historias contamos ahora por lo general los periodistas en nuestros medios? Pues gilipolleces: peleas de políticos, dimes y diretes varios sin sal alguna, ruedas de prensa, convocatorias, remitidos de agencias de prensa y agencias de comunicación...
¿Pero historias? ¡Uf! Eso cuesta tiempo, desplazamientos y dietas. Así que a tirar de teletipo, niño, que hay que ahorrar.
Todos los días una historia, por favor, ¡que somos miles!
Aunque sea sólo una entre los cientos de emisoras de radio, periódicos de pago y gratuitos, revistas semanales, televisiones digitales o por satélite, codificadas y sin codificar, generalistas, locales...
Una historia al día, por favor.
J.T.
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