- Hola, ¿habláis inglés?
- Sí, se apresuró a contestar mi compañero Peter, cámara de la CNN estadounidense
- Soy propietario de varias casas ahí arriba, nos cuenta, y una de ellas tiene un balcón estupendo. Se ve muy bien el hotel Villa Padierna y podéis sacar buenas imágenes de las entradas y salidas de la familia Obama y sus acompañantes… por una módica cantidad.
Quien nos hacía la oferta mientras estábamos de guardia a la entrada del complejo hotelero donde se hospedaba la primera dama norteamericana en el primer día de sus vacaciones en España era un inglés que decía llevar instalado en la Costa del Sol dieciocho meses.
Tenía pinta el susodicho ciudadano británico de satisfecho de la vida y vestía ropa acorde con la expresión de su cara. Pero nos quería alquilar su balcón… A nosotros y a todo el que se pusiera a tiro. Así que… o se trataba de un comerciante despistado, carente de información sobre lo tiesas que están las teles, o a pesar de su aspecto él estaba más tieso todavía que nosotros.
Por supuesto no consiguió su propósito y además su oferta se fue devaluando a medida que el paso de las horas demostraba que la señora Obama no pensaba parar quieta: que iba a pasearse por Marbella, Granada, Ronda, la playa de Estepona…, que con más o menos facilidades iba a haber imágenes de ella en todos esos lugares y que el Villa Padierna, tan asediado en un principio, iba a convertirse en seguida en mera parada y fonda de las Obama y su séquito.
- What are you doing there?
- Pues somos de la Sexta y en menos de tres minutos entramos en directo para el informativo
Ahora el turno le tocaba a otro inglés que preguntaba, no lejos de donde nos había abordado minutos antes su compatriota, qué estaban haciendo mis compañeros Juanjo y David. También dijo ser propietario de terrenos cercanos al hotel Villa Padierna. Pero éste especímen no ofrecía nada: éste, directamente, reclamaba pasta en inglés entre gritos y aspavientos porque mis compañeros habían tenido la “osadía” de situarse en un descampado de la urbanización, desde donde se veía de lejos el hotel, para hacer allí su directo de las dos de la tarde con el Villa Padierna de fondo.
- Este terreno es mío y yo pago mis impuestos. O me pagan o se van
Se fueron, por supuesto, pero después de cinco interminables y estresantes minutos en los que David consiguió entretener al indignado e insolente guiri mientras Juanjo solventaba el trámite de su directo sin acabar de tenerlas todas consigo.
Ni que decir tiene que el vociferante anglosajón no enseñó ningún documento que le autorizara a reclamar nada. Además el terreno en cuestión era un triste solar sin vallar de apenas doscientos metros cuadrados, un trozo de tierra al aire libre como tantos otros desde los que trabajamos tantas veces y que el inglés decía tener a la venta por millón y medio de euros.
Admito que los dos casos que cuento pueden no ser representativos, pero sí sugieren que quizás se les ha acabado el chollo a esos miles de británicos que en su día tomaron al asalto la Costa del Sol para vivirla pero, sobre todo, para exprimirla. Para especular y sacarse aquí su plan de pensiones. Su objetivo: vivir como dios, especular sin piedad y no pegar ni puto golpe.
El otro día pincharon en hueso: acosar a raquíticos equipos de televisión que nos las vemos y nos las deseamos para sacar petróleo en el día a día denota, además de un flagrante desconocimiento por parte de estos cutres gentlemen sobre cómo anda el percal en este triste negocio nuestro, denota, digo, una desesperada necesidad por su parte de sacar pasta como sea apenas huelen una mínima oportunidad.
Vamos, que están tiesos. ¡Pena!
Creo que Peter y Alan, mis compañeros de la CNN americana, se marcharon con la idea de que la crisis en la Costa del Sol no la arregla ni la visita de su carismática primera dama.
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