Cada día que pasa lo tengo más claro: Casado es un topo cuya misión última consiste en cargarse para siempre el Partido Popular. Enfocado así, encaja todo. La otra opción es que sea tonto perdido, porque solo un tonto trata de tontos a sus electores, como no paró de hacer durante la campaña anterior, en la que acumuló un despropósito tras otro, y vuelve a hacer ahora de nuevo sin escrúpulo alguno. ¿Tonto o destroyer?. Los votantes del PP que conozco en mi entorno (hay que tener amigos hasta en el infierno) cambiaron de papeleta el pasado domingo porque no soportan que se les trate como tontos. Y esta semana andan más cabreados aún, porque el todavía líder de la oposición, tras culparlos de no saber votar, demoniza y llama ahora ultraderecha a los mismos con quienes estaba dispuesto a formar gobierno tres días antes de la celebración de la jornada electoral.
Le va a costar trabajo al PP quitarse de encima a este insensato que, como lo dejen suelto mucho tiempo más, acabará dinamitando lo poco que queda del chiringuito. En el edificio madrileño de la calle Génova y en las sedes repartidas por toda España muchos miembros del partido, incondicionales de toda la vida, andan llorando por las esquinas sin saber qué va a ser de su futuro como esto siga así. Si pierden tantos votos el 26-M como en las generales, tendrán que ganarse la vida trabajando, ¡qué horror! Así que se han quedado mudos, como si de pronto hubieran descubierto que tanta sandez como repitieron durante semanas, siguiendo la estela de su desahogado líder, era imposible que quedara impune.
Llama la atención el silencio de muchos perdedores del PP. Un silencio que, estoy seguro, no es al que quería referirse Alberto Carlos durante la noche del cierre del primer debate en Tve. El silencio de Cospedal, Soraya, Margallo o Gallardón, por poner solo cuatro ejemplos. O el de Rajoy, que calla incluso cuando el desahogado jovenzuelo no se anda con remilgos y le imputa la responsabilidad de su fracaso. O el de Aznar, ¿qué hace Aznar callado, tan chulito como estuvo durante la campaña? O el de los corruptos en prisión, cada vez más desamparados los pobres, cuya lista continuará aumentando a medida que vayamos conociendo hasta qué punto hicieron con nuestro dinero lo que les dio la gana durante tantos años.
Me imagino esos teléfonos portátiles echando humo: ¡Sesenta y seis diputados, qué ruina! Si es que son cinco menos de los que tenía Podemos en la anterior legislatura! Maldita la hora en que elegimos a este mocoso! Y ahora ¿qué hacemos con él? Me imagino los cuchillos ya afilados, preparados para asestar las puñaladas pertinentes la misma noche de las elecciones municipales y europeas. ¡Tres semanas todavía, uf! Se les va a hacer muy largo. La única ventaja es que cada día que transcurra el tal mocoso irá acumulando torpezas y quizás tengan menos dificultad para propinarle la patada definitiva.
¿Tonto o topo? ¿qué demonios es Pablo Casado? Lo que está claro es que, tras destrozar su partido, dejará la derecha en manos de los fascistas y del peligrosísimo ciudadano Alberto Carlos, lo que no es precisamente una buena noticia. A ver si mientras se recomponen, los partidos de izquierdas se dejan de líos entre ellos y son capaces de aprovechar la coyuntura para hacer por fin en este país la política decente que sus ciudadanos nos llevamos mereciendo desde hace tanto tiempo. Espero que no sea mucho pedir.
J.T.
J.T.
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