Doce años llevo visitando los juzgados de Marbella. Como cuando voy lo hago para informar de lo que ocurre allí (hoy me he librado) conozco perfectamente sus dependencias, sus pasillos y todas sus puertas de entrada y salida: son muchas horas de guardia esperando a que salieran o entraran delincuentes.
La primera vez que estuve horas en los juzgados de Marbella, -memorable guardia, vive dios- fue el día después de Reyes del año 99, el siete de enero. Detuvieron al entonces alcalde Jesús Gil y el juez lo mandó a la cárcel tras escuchar su declaración.
Desde entonces, imposible llevar la cuenta de la cantidad de chorizos que he visto desfilar por el justiciero edificio. Creo que después de la Audiencia Nacional, la fachada de los juzgados de Marbella es sin duda la más fotografiada de España.
Hace doce años comenzaron a desfilar por sus dependencias quienes ocho antes (en 1991) habían tomado posesión del Ayuntamiento de Marbella con el único objetivo de esquilmarlo y llevárselo calentito. Lo dejaron todo como un solar. Un solar en el que mi apreciada Ángeles Muñoz trata de poner orden desde 2007 con bastante dificultad.
Lo dejaron todo hecho unos zorros y eso ha derivado en esta procesión de vivales que aún a estas alturas –y lo que parece que queda- se ven obligados a realizar intermitentes pero continuados desfiles por las dependencias judiciales del mismo pueblo al que nunca le tuvieron ningún respeto.
Los ciudadanos de Marbella viven su vergüenza como mejor pueden -al fin y al cabo los votaron ellos- y los periodistas vivimos la nuestra también a nuestra manera: cuando los presuntos delincuentes comenzaron a comparecer sumario tras sumario, caso tras caso, entonces hacíamos básicamente información política, con periodistas de Tribunales cubriendo las comparecencias, como sucede en todos los juzgados del mundo.
Para los especialistas en Sucesos, los juzgados de Marbella también han sido un campo bien abonado. Con sus acreditadas fuentes, periodistas de tribunales y sucesos cocinaban informaciones importantes, escandalosas por la proporción de la caradura de aquellos a quienes denunciaban.
Pero desde que en 2006 la cosa derivó en el Malaya de las narices, esto ya es un desmadre cuya desmesura aumenta a medida que transcurren los años y avanzan las investigaciones.
En las redacciones de los medios los juzgados de Marbella dejaron de ser patrimonio de las secciones de Nacional, Economía o Sociedad a medida que los colores amarillo y rosa se iban abriendo camino en la ciénaga.
Los nombres propios de famosos que se iban incorporando a los sumarios dotaban a Marbella y sus juzgados de un interés prioritario en la prensa llamada del corazón y en los programas de entretenimiento de las televisiones.
De atractivos para trabajar el periodismo de fuentes, los juzgados de Marbella pasaron a ser cita obligada para los profesionales del acoso y derribo del famoso, del paparazzismo más despiadado en busca de una frase o una imagen a cualquier precio…
Algún día tenía que pasar: este jueves, a Isabel Pantoja le han roto el vestido cuando acudía a la citación del juzgado número cinco. El juez ha abroncado a los periodistas. La cantante ha preferido no poner denuncia.
Nunca pensé que la siembra de aquellos polvos por parte de Jesús Gil y sus primeras camadas de turiferarios sinvergüenzas pudieran derivar en estos lodos en los que, queriéndolo o no, hemos acabado chapoteando todos.
J.T.
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