Una corresponsalía de provincias se parece bastante a un servicio de bomberos: cuando ocurre algo gordo tienes que salir corriendo. Estés donde estés y sea la hora que sea.
Bueno, hay un matiz: los bomberos están de guardia a la espera de una llamada para salir pitando, nunca mejor dicho. Los corresponsales siempre están haciendo algo durante el horario estándar (si no hay tema del día, será una pieza de serie be para desengrase o fin de semana, una cobertura light, una convocatoria de donde sacar brutos y totales para un tema de Madrid, una consultita –breve, que conste- en el feisbuq…)
Y cuando planeas quedar con alguien para comer, cuando te comprometes a asistir a una reunión de padres en el colegio de tus hijos o quedas con tus amigos para una partida de paddel a las nueve de la noche… entonces, un par de horas antes de todo eso… salta la liebre: cobertura en Punta Umbría, o inundaciones en Aguilar de la Frontera, o incendio en el polo químico de Huelva…
Las cosas nunca ocurren en horario laboral. Como mucho, pasan cuando te queda hora y media para marcharte a casa. Pero lo más normal es que ocurran fuera de horario. El polvorín de Benacazón estalló un día de fiesta a la hora de comer, los accidentes graves de tráfico suelen ser de madrugada, las detenciones de etarras o de alcaldes presuntamente corruptos se realizan también a horas intempestivas...
Por supuesto, no sólo en las corresponsalías ocurren las cosas a deshora. El edificio Windsor comenzó a arder una noche de fin de semana. La ventaja de Madrid es que tiene todo tipo de recursos técnicos y humanos para reaccionar frente a los medios con los que cuenta una corresponsalía.
Pero como la materia prima de nuestro oficio es la incertidumbre, esto en una corresponsalía se vive –y se disfruta- mucho más. Y con más frecuencia. Por eso sufren tanto en este trabajo quienes se enfrentan a él con el mismo esquema mental que si fueran funcionarios.
La verdad es que está muy bien, para el que le gusta ser reportero en una corresponsalía, comenzar cada jornada laboral sin saber cómo vas a terminarla. Por eso decía antes: como los bomberos.
J.T.
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