Tanta preocupación por ahorrar papel y no hacen más que editar libros basura. Ni un ex presidente sin libro, ni un famoso televisivo sin libro, ni un emérito sin libro. Aznar y Rajoy ahí los tenemos, firmando ejemplares como posesos y copando programas de tele y radio en gira promocional. A ver cuándo te animas, Felipe, porque más vergüenza que ellos no creo que tengas. Si no la tiene tu amigo el emérito, al que le pasa como al perejil, que no hay salsa en la que no quiera estar, para qué la vas a tener tú, el guapo de la peli política de los ochenta que a tantos engañó y a tantas encandiló. Venga, hombre, seguro que si publicas acabas estando en todas las fiestas del amigo invisible como regalo de navidad. Yo, por ejemplo, lo regalaría aunque solo fuera por joder.
Quienes ahora van a las presentaciones son los mismos que antes encargaban los libros por metros lineales para presumir de cultura encuadernada en muebles librería de caoba que solo tocaba la persona encargada de la limpieza cuanto había que quitarles el polvo. Ahora eso ya no se lleva, lo que está de moda es tener el libro encima de la mesita del salón con la firma para presumir con las visitas. Mira qué dedicatoria más ingeniosa me ha escrito Rajoy. No me quiero imaginar cómo puede ser una dedicatoria de Rubiales, o del fugitivo de Abu Dhabi, que capaz es también de plantarse en el Corte Inglés junto a sus primos los magos de Oriente y ponerse a firmar ejemplares mientras ellos se dedican a besar niños.
Todos estos libros están pésimamente escritos y, por supuesto, prácticamente ninguno de ellos lo ha redactado quien lo firma. Divertida profesión esta de escribir para otro, ¿verdad? He aquí un excelente nicho de mercado para juntaletras vocacionales. Que espero sea el caso, porque ya hay por ahí alguna malvada especulando con la posibilidad de que algunos estén escritos por funcionarios con sueldo público en horario laboral pero seguro que no es así, ¿verdad, Moreno Bonilla?
Escribir para otros es un trabajo digno que yo defiendo y hasta practico cuando considero conveniente y a mucha honra, pero hay maneras y maneras de hacerlo. No es lo mismo llamarte Carmen de Burgos (Colombine) y escribir para Eugenio D’Ors que apellidarte Rojo y escribir para tu excuñada Ana Rosa Quintana una novela con retazos de otras. Por cierto, Mazón, que ya estás tardando.
J.T.



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