En las autonomías donde gobierna el Partido Popular, las televisiones públicas no funcionan como un servicio a la ciudadanía porque la ciudadanía les importa un pimiento. ¿Servicio público, pero qué me dice usted?, deben preguntarse en los cuarteles regionales del PP mientras les entra a todos la risa floja. La televisión es suya y pobre de quien se atreva a discutirlo.
Las televisiones públicas de las autonomías donde el gobierna el PP, en la mayoría de ellas gracias al apoyo en su día de los fascistas de Vox, son máquinas de guerra ideológica, altavoces del poder que censuran, vetan y manipulan sin pudor. Es un patrón sistémico, una vocación totalitaria que remite a los peores tiempos del franquismo, cuando la información era un arma para domesticar conciencias. Bajo el barniz democrático, el PP recurre a parecidas tácticas allá donde encuentra ocasión. Controla los medios regionales para moldear la realidad a su medida, omitiendo lo que duele y amplificando lo que conviene. Mientras Feijóo se queja de una RTVE que cada vez interesa a más gente, sus feudos autonómicos sangran audiencia porque la verdad, al final, siempre se rebela y se revela.
Hablemos de algunas de ellas, por ejemplo Telemadrid, en su día conocida como “TeleEspe” y hoy bastión inexpugnable al servicio de los intereses exclusivos de Isabel Díaz Ayuso. Cuando estuvo bajo el mandato de Esperanza Aguirre, la cadena cayó en picado: recortes salvajes, despidos masivos y un control férreo que expulsó a periodistas críticos. La plataforma "Salvemos Telemadrid" surgió de las cenizas de esa manipulación, denunciando cómo los informativos se convertían en panfletos del PP. Hoy, con Ayuso al mando, el patrón se repite elevado a la enésima. En julio de 2021, una reforma exprés en la Asamblea retocó la ley para blindar el control político, nombrando directivos a dedo que priorizan el autobombo. Ejemplo reciente y obsceno: la boda del alcalde de Madrid, cubierta con pompa de Hollywood.
En Valencia, el resurgir de Canal 9 bajo Mazón ha sido un retroceso al infierno de Zaplana y Camps. Aquella RTVV, cerrada en 2013 tras una deuda de cientos de millones forjada en despilfarros y favoritismos, era un nido de corrupción: imputaciones a directivos por malversación, persecución a profesionales disidentes y manipulación flagrante, como en el caso del accidente de Metrovalencia de 2006. Reabierta como À Punt, la cadena prometía independencia, pero la gente de Mazón ahí sigue manipulando a piñón: durante la manifestación masiva por la dana hace pocas semanas, tuvieron las narices de emitir una corrida de toros en diferido en lugar de conectar en directo con la protesta. El patrón totalitario se repite, los trabajadores denuncian injerencias pero el PP responde con más control, como en Baleares con IB3, donde las quejas por sesgo ideológico son pan de cada día.
Galicia, feudo de Feijóo, es el paradigma del delirio censor. La TVG, con un presupuesto de 135 millones en 2025, ha perdido en los últimos tiempos un considerable porcentaje de audiencia ¿Por qué? Manipulación cotidiana: los "Viernes Negros" acumulan más de trescientas protestas desde 2018. En la campaña electoral de 2024, la gerencia censuró menciones a los Premios Feroz, que criticaban el control político, y priorizó el autobombo xuntista. La nueva ley de medios, aprobada en enero de 2025, amarra el nombramiento a dedo de directivos. Resultado: informativos que otorgan al PP todo el tiempo del mundo vetando voces opositoras y externalizando contenidos sospechosos. Feijóo, que llora por RTVE, forjó esta TelePP: un instrumento para conformar "opinión pública" a golpe de tijera.
En Castilla y León, CyLTV –privatizada, pero atada al PP de Mañueco– repite el guion. Murcia, con 7RM, y Andalucía se suman al coro con escandalosas omisiones como la crisis del cribado de cáncer de mama, donde Canal Sur tardó tres días en hablar de la noticia y, aún así, apenas dio voz a las representantes de las mujeres afectadas.
No buscan informar, buscan dominar. Consecuencia: la audiencia huye –por ejemplo Telemadrid al 4%, TVG al abismo–, porque el público no es tonto. Por eso, demás de por el buen trabajo del equipo directivo y sus profesionales, está creciendo la audiencia de Televisión Española.
J.T.

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