¿Sería mucho pedir que esta semana que entra nos dejaran respirar un poco? No sé a ustedes, pero a mí los días pasados me han dejado exhausto: Mazón exasperándonos a todos (un poquito más si cabe) durante su comparecencia en el Congreso, a Ábalos le piden 24 años de prisión, a Cerdán lo sacan de la cárcel, la cúpula del PP almeriense es detenida por presunta corrupción, se conmemora el cincuenta aniversario de la muerte de Franco, el Tribunal Supremo adelanta ese mismo día el fallo condenatorio al fiscal general del Estado sin haber redactado aún la sentencia, los actos de la llegada de la monarquía se celebran sin la presencia de Juan Carlos porque nadie sabe cómo gestionar esa patata caliente…
A alguien debe parecerle que cincuenta años sin volver a liarla son ya muchos porque en unas fechas que debían tenernos a todos relativamente relajados nos mantienen en cambio inquietos cuando no cabreados y desesperados a tenor de un clima político, jurídico y periodístico cada día más antipático e irrespirable. ¿A quién beneficia esta atmósfera tensa y encanallada?
Visto como mero espectador, el espectáculo produce vergüenza ajena, así que imagino que visto desde el extranjero debe parecer una ópera bufa. Jueces contra fiscales, periodistas contra políticos, políticos contra periodistas, un jefe de la oposición que cada vez que abre la boca sube el pan, un defraudador confeso, novio de una presidenta autonómica, cantando victoria porque le ha ganado un pulso al fiscal general.
Mientras esperamos conocer la redacción de la sentencia, los fundamentos de derecho por los que se condena a García Ortiz, el esperpento avanza y el guión diseñado por los crispadores sigue su camino. Frotándose las manos están, porque ahora toca ocuparse de la mujer y el hermano del presidente del Gobierno, igualmente encausados de manera absurda y cuyas sentencias, me temo, volverán a ser un insulto al sentido común.
Se están burlando de todos nosotros en vivo y en directo con impunidad y alevosía. Y estamos siendo derrotados, porque la sentencia del Tribunal Supremo contra el fiscal general del Estado es una derrota colectiva. Yo creo que perdemos todos, incluso los que se creen que ganan. Resulta muy pesado lidiar con todo esto; en la España moderna y desarrollada donde vivimos, en la Europa de 2025, es una vergüenza que nuestra justicia haya decidido parecerse a la de según qué países latinoamericanos.
El magistrado emérito José Antonio Martín Pallín sostiene que el fallo contra García Ortiz es lo más parecido al golpe de Estado contra Lula, Dilma Rousseff, Evo Morales o Rafael Correa y a mí me parece que tiene razón. Solo falta que la ultraderecha gane aquí las elecciones y así, quienes embutidos en sus togas practican el lawfare contra cargos de confianza y familiares del presidente del ejecutivo acaben, como ocurrió con el juez Sergio Moro en Brasil, formando parte del gobierno de nuestro Bolsonaro particular.
Algo importante se ha quedado sin hacer en estos cincuenta años. Demasiadas puertas se cerraron en falso. Hacer limpieza a medias es dejar la casa sucia. Tanta chapuza, tanto remiendo y roto mal cosido, tanto tacto para no herir sensibilidades de quienes no se merecían ninguna consideración son las que han acabado desembocando en esta especie de distopía de la que no conseguimos zafarnos. El PSOE pudo cerrar el franquismo en 1983 ó 1985 con cuatro o cinco medidas, reconocía Iñaki Gabilondo hace unos días. Ellos sabrán por qué no lo hicieron, pero no se hizo y los devotos de la dictadura volvieron a recuperar músculo.
Esta semana, esperemos, conoceremos en qué se han basado los jueces para condenar al fiscal general. Mucho me temo que los argumentos estarán cogidos con papel de fumar. La sentencia se recurrirá y probablemente se revoque pero el daño ya estará hecho. Hay quienes sostienen que tanto descaro se puede volver en contra de los descarados. Para Soledad Gallego Díaz, el PP podría salir perjudicado de todo esto y según Máximo Pradera, la fachosfera podría estar incubando el germen de una gran movilización de izquierdas. Con un establishment tan cerrado, hostil y dispuesto a torcer las reglas, afirma, el personal acabará diciendo más pronto que tarde hasta aquí hemos llegado.
Alabo el optimismo de quienes lo ven así, pero de momento quienes nos llevan al paso que quieren son los enemigos de la convivencia en paz. Como decía más arriba, cincuenta años sin liarla parda les debe parecer ya demasiado tiempo. A ver esta semana que entra qué tal se nos da.
J.T.

No hay comentarios:
Publicar un comentario