Ha sido comenzar este incierto otoño en el que aún paladeamos temperaturas amables, y amontonarse la faena en las agendas. El miércoles 25, mientras mi compañero Daniel Serrano presentaba su libro “Cal viva” en el Bellas Artes de Madrid (con Juan Luis Cebrián y Pablo Iglesias como padrinos) e Íñigo Errejón alumbraba Más País, ojo al dato, en la sede de UGT, la presidenta brasileña Dilma Rouseff denunciaba en la delegación del Parlamento Europeo los crímenes de Bolsonaro en la Amazonia, una amenaza sin atenuantes para el futuro, que los más jóvenes empiezan a tomarse por fin en serio.
No lo dudé, me fui a escuchar a Dilma Rouseff porque, junto a mi amiga la eurodiputada María Eugenia Rodríguez Palop iban a hablar, en un debate moderado por Juan Carlos Monedero, de las movilizaciones de mujeres en todo el mundo. Me alegré de la elección, porque tanto Palop como Rousseff fueron al grano sin rodeos. “Las mujeres saben que si se lo proponen en serio, su fuerza será imparable y acabarán ganando”, aseguró la presidenta de Brasil. Las élites de su país no soportaron los avances sociales que propició esta mujer durante sus cinco años de gobierno y acabaron organizando un golpe de estado contra ella en 2016 que terminaría desembocando en la llegada del neofascismo.
“En Brasil son las mujeres quienes están poniendo sus cuerpos para hacer frente a la ultraderecha, dijo Palop, son ellas las que están en las trincheras contra la deforestación y la destrucción salvaje del ecosistema.” Una provocación inadmisible, les pareció el discurso de Bolsonaro el martes en Naciones Unidos, sobre todo cuando el actual presidente brasileño afirmó, sin que se le cayera la cara de vergüenza, que “es mentira que el Amazonas esté siendo devastado”.
Hubo, cómo no, en el debate Rouseff/Palop, una reconocida referencia a la llamada marcha de las Margaridas del pasado agosto en Brasilia, en la que más de cien mil campesinas e indígenas se concentraron una vez más, como cada cuatro años desde el 2000, para denunciar la explotación, la dominación y la violencia contra las mujeres.
Los negacionistas como Trump y Bolsonaro, a quienes hay que sumar tanto ultraderechista como florece en Europa, lo van a tener más difícil de lo que creen si la lucha crece. La trascendencia de la Cumbre del Clima celebrada esta semana en Naciones Unidas nadie la puede discutir y las manifestaciones de protesta de este viernes en todo el mundo exigiendo medidas urgentes -con gran protagonismo feminista en todas ellas, por cierto- han sido un éxito.
“El clima no puede esperar”; “Si el planeta fuera un banco ya lo habrían salvado"; “La avaricia enferma y mata”; “Cambia tu vida, no tu clima”; “Hay más plásticos que sentido común”; “La Tierra grita, tenemos que escuchar”; “Devorando la Tierra, reventamos”… Lemas como estos fueron paseados por jóvenes, y también por niños y niñas, por las calles de todo el mundo. El ambiente de la manifestación en Madrid, de Atocha a Sol, fue espectacular, hasta con un espacio llamado “Baby Bock", zona acotada poco después de la cabecera, para familias con niños, incluidos carritos de bebés. La temperatura decidió ponerse también a favor de la asistencia y el resultado fue alentador.
Hay futuro si los más jóvenes continúan saliendo a las calles para cantarle las cuarenta a tanto desaprensivo. Hay futuro si las mujeres van sumando conquistas en esta lucha tan imprescindible como parece que larga. Dilma Rouseff no se lo podía creer cuando supo que en la próximas elecciones españolas no hay ni una sola mujer como cabeza de cartel en ninguna de las principales fuerzas electorales.
J.T.
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