miércoles, 25 de septiembre de 2019

Franco fuera. ¡Súbito!


¿Cómo es posible que hayan pasado 44 años y estemos todavía así? Que la familia de un dictador sanguinario lleve vacilándonos año y medio usando unas leyes cuya vigencia él nunca hubiera permitido, no deja de ser un chiste macabro, una broma de pésimo gusto. Me los imagino en su casa por las noches, partiéndose de risa entre vinos y viandas compradas con las rentas de lo mucho que nos robaron, urdiendo con sus abogados la próxima jugada de ajedrez de ellos contra todos, de una sola familia contra un país entero que aún arrastra las consecuencias de los crímenes de aquel abuelo amoral que retrasó cuarenta años nuestra incorporación al mundo libre y parió dos generaciones de españoles acojonados y divididos. Un división que es como una maldición gitana, ¿alguna vez conseguiremos que el viejo tópico de las dos Españas pase a la historia? ¿alguna vez lograremos articular nuestra convivencia sin crispación ni memoriales de agravios cada dos por tres?

Al melifluo Sánchez y su quemada vicepresidenta se les va siempre la fuerza por la boca. Antes de irnos de vacaciones… ¡el verano pasado!, ¿recuerdan?, los restos mortales de Franco iban a estar fuera del Valle de los Caídos. Ahora aseguran que eso ocurrirá, gracias a la sentencia del Supremo, antes del próximo diez de noviembre. Pedro, Carmen, ¿por qué no os calláis?, que diría el viejo soberano emérito. Tanto mareo de perdiz es un síntoma de debilidad frente a la familia de un asesino que en ningún otro lugar del mundo seguiría gozando de semejante cancha. Siempre tienen balas en la recámara, nunca mejor dicho… ¡y las usan! Letrados, monjes, jueces, ¿se puede ser más incompetente que el gobierno de Sánchez vendiendo siempre la piel del oso antes de cazarla?

o mismo les va a pasar, y a los sondeos de estos días me remito, con la convocatoria de elecciones: les puede salir el tiro por la culata. En el supuesto de que acabaran saliendo victoriosos, ya tendrían una promesa menos que cumplir. O mejor dicho, por lo menos habrían cumplido una de las promesas de la exigua legislatura recién acabada. Ahí anda todavía el torturador franquista Billy el Niño con sus medallas y su pensión correspondiente; por ahí están aún en vigor la ley mordaza, la reforma laboral de Rajoy y hasta los presupuestos de Montoro… Atreverse a sacar pecho porque los restos de Franco pueden por fin salir de donde nunca debieron estar es aún una insensatez porque, recordemos, los abogados de la familia del dictador ya han anunciado que continuarán dando la tabarra legal, y hasta hay por ahí un juez llamado Yusty dándole vueltas a una triquiñuela legal que impediría mover la losa por “los presuntos riesgos que conllevaría”.

Por otra parte está la beligerancia de los monjes del siniestro lugar, cuya resistencia no está claro cuándo parará ni hasta qué punto puede ser desautorizada. ¿A qué viene pues tanta chulería en el discurso de Sánchez ante Naciones Unidas con lo de “cerrar el ciclo” y otras ocurrencias de las que esperemos no tenga que acabar arrepintiéndose?

Vamos a ver, Pedro, Carmen y demás candidatos gubernamentales a las elecciones de noviembre, ¿por qué no os remangáis, os ponéis manos a la obra, practicáis la política de hechos consumados, dejáis de anunciar lo que vais a hacer y lo hacéis? Tiempo tendréis de contárnoslo cuando lo hayáis consumado, ¿no os parece? Otro gallo nos hubiera cantado a todos si desde el primer momento hubierais actuado con eficacia y desde la mayor discreción. Hace año y medio pagasteis la novatada, vale, pero a estas alturas… ¿cómo es posible que se os continúe yendo la fuerza por la boca?

Ya que os gustan tanto los cálculos electorales, si lo hacéis cuanto antes y sin tanto pregonarlo, a lo mejor ese golpe de efecto le viene bien a vuestras menguantes expectativas de voto, ahora que alguna encuesta refleja las dudas de un cuarenta por ciento de vuestros votantes sobre a quién elegir el diez de noviembre. Así que venga, dejad de actuar como lo niños chulos en los recreos de primaria y poneos a hacer los deberes de una vez. El Supremo ha hecho los suyos, y la sociedad civil también. Mucho estáis tardando.

J.T.

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