Los acuerdos PSOE-UP van a cumplir ya un año. Por lo menos cumplirán algo.
Si dejas de pagar el alquiler o la hipoteca, te desahucian; si te descuidas con la factura del teléfono, te lo cortan; si en el trabajo no llegas a tu hora, te echan… Pero si consigues la presidencia del gobierno gracias a un pacto y no cumples los acuerdos van y te aplauden, ¿no es maravilloso? Acuerdos, por cierto, firmados el 30 de diciembre del año pasado en un documento de cincuenta páginas que propició la investidura de Sánchez y la formación del Gobierno de coalición.
Veamos cómo suelen tratar las desavenencias entre los socios de este gobierno los medios sobre todo impresos, felices ellos apenas atisban el más mínimo nubarrón en el horizonte: “Sánchez da un golpe de autoridad; Sánchez, harto de conceder victorias; Sánchez echa el freno de mano, Sánchez impone límites; Sánchez, harto de los pulsos de Iglesias; La Moncloa reprocha a Podemos su estrategia de presión…”
Los fustigadores de Sánchez dejan en parte de serlo apenas creen oler sangre en las disputas entre él y sus socios, y entonces se dedican a meten cizaña soñando con el cisma: “Podemos fuerza, Podemos exige, Podemos presiona…” En resumen, eres un moroso, remoloneas para cumplir tus pactos o directamente no los cumples, llamas cabezón a quien te recuerda lo firmado y hasta tus críticos te hacen la ola.
Recordemos cuáles son algunas de las exigencias, esas “terribles” presiones que, según los correveidiles de la corte, sufre Sánchez por parte de los “pesaos” de sus socios: subir el salario mínimo un 0.9 por ciento, frenar los desahucios hasta mayo, evitar los cortes de suministros en los hogares con menos recursos, agilizar la reforma laboral, proteger las pensiones…
Todo medidas de corte social, decisiones que benefician a los más desfavorecidos y que el sector mayoritario del Gobierno de coalición retrasa o maquilla: “ahora no se puede hacer nada para asustarles (a los empresarios), ha comentado alguno de los ministros socialistas, necesitamos que inviertan y que vuelvan a confiar para relanzar la economía”. Y, claro, todo se resuelve rebañándole nueve euros al mes a los trabajadores que menos cobran. O regateando con los suministros, o compensando a los fondos buitre por según qué desahucios, o negándose a anular la reforma laboral de Rajoy, promesa esta que, por cierto, hizo el propio Partido Socialista… Luego está el asunto quizás más peliagudo y con el que el ministro de Seguridad Social patinó por la manera en que lo dio a conocer: el informe donde se propone que el cómputo para calcular las pensiones se alargue de los 25 a los 35 años de vida laboral.
Si el término “cabezón” ha de emplearse en su sentido correcto, lo suyo sería aplicarlo a quien se resiste o se niega a cumplir lo prometido, no a quien reclama que esto se haga. Las discrepancias en un gobierno de coalición son perfectamente entendibles, pero las explicaciones de la parte que se resiste a atender según qué reclamaciones no deberían sonar a tomadura de pelo ni proporcionar munición a quienes buscan sin descanso abrir brecha como sea.
Afirman según qué cronistas que lo que hay detrás de las negativas de Sánchez a las “presiones” de Unidas Podemos es la necesidad de dejar claro ante sus socios de gobierno quién es el que manda. Le hacen un flaco favor al presidente pensando así. No creo que Sánchez anteponga el orgullo ni los celos al sentido práctico que le ha permitido seguir vivo después de la envergadura de muchas de las batallas políticas que se ha visto obligado a librar en su vida. De lo contrario este martes no hubiera llegado a acuerdos (insuficientes, pero acuerdos) en materia de desahucios y suministros, cuando muchos voceros daban por hecho el fracaso completo.
Acordar no es ceder a presiones, pero sin presiones parece difícil que se cumplan los acuerdos PSOE-UP. Acuerdos de los que celebramos ya su primer aniversario. Sería bueno que las presiones a los socialistas vinieran, además de por parte de sus socios de gobierno, de las organizaciones sindicales y sociales cuya presencia en las calles hace algún tiempo que se está echando en falta.
J.T.
Publicado en "La Última Hora".
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