Tienen veinte, treinta, treinta y cinco años… Esgrimen banderitas españolas en la muñeca, en los cuellos de sus polos y jerseys y hasta en los calzoncillos si hace falta, pero las esgrimen como amenaza frente a los presuntamente menos patriotas que ellos. Repiten como papagayos los argumentos-consigna del día que les inoculan en sus innombrables y cada vez más numerosas emisoras y pasean por las esquinas comportamientos agresivos e intolerantes.
Entran en el cada día más surrealista mundo de sus “mayores”, intentando desestabilizar sin ningún tipo de miramiento y utilizando el asunto que sea: el terrorismo y la búsqueda de la paz, la asignatura de educación para la ciudadanía, los avances médicos y sociales como investigar con células madre o los matrimonios entre homosexuales, o la memoria histórica…
Son estos niños de veintitantos o treinta y tantos años unos fachas de tomo y lomo. Pero unos fachas que me descolocan, porque uno estaba acostumbrado a plantar cara al facha mayor y carca, claro vencedor de la guerra civil, que nos tenía acojonados de pequeños cuando todavía vivía franco, acojonados de mayores cuando muerto el perro, la rabia en forma de sable y pistolas seguían teniéndolas ellos pero aliviados cuando se han ido muriendo en cómodas camas que no merecían y siendo ya apenas una caricatura de lo que fueron, patéticos cuando continuaban cantando el cara al sol brazo en alto o desempolvando camisas azul oscuro cada veinte de noviembre.
Pero estos niños fachas – algunos ya no tan niños- ¿de dónde cojones han salido? ¿Son herederos de quienes, ganadores del mal rollo aquel del 36 al 39, se forraron con prebendas y pillajes? ¿Qué les peligra? ¿Quizás un edificio de apartamentos construido con los beneficios de la venta de una tierra heredada del abuelo sin que se llegara a saber nunca muy bien como la consiguió éste, cómo tenía la escritura a su nombre? ¿Por qué son tan fachas? ¿En qué abrevaderos rumian sus consignas, sus actitudes, sus cabreos clónicos –clónicos en su insulsez, en su escasez de sustancia, en su frágil rotundidad- con los gobiernos de izquierda, ya sean estos municipales, autonómicos o estatales?
Todos estos niños fachas –ya no tan niños algunos- eran niños, o ni siquiera habían nacido, cuando yo tenía entre dieciocho y veinticuatro años, mis tiempos universitarios en la última etapa del franquismo y nos batíamos el cobre, cada cual a su modo, para recobrar la democracia y la libertad. Me suena rimbombante hasta a mí cuando lo escribo ahora, pero la cosa era así: Lo que ahora parece tan normal costó mucho. Que los fachas de hoy puedan decir ahora desde la libertad las barbaridades que dicen costó mucho.
¿Nadie en su familia se lo ha contado? ¿Nadie en su familia les ha contado que muchos de ellos se estuvieron dando durante años con un canto en los dientes porque no se imaginaron que se pudiera hacer una transición pacífica donde ellos quedaran impunes a pesar de sus felonías? ¿Que estuvieron durante bastante tiempo frotándose los ojos porque no se podían creer que los "rojos" no quisieran vengarse sino sólo recuperar las libertades y la posibilidad de luchar por construir un país moderno?
Pero ¿cómo tienen huevos de rasgarse las vestiduras porque se facilita la posibilidad de recuperar la dignidad y la memoria para aquellas familias del bando perdedor que hasta ahora no habían contado con reconocimiento ni reparación alguna?
¿Es por eso? Es por eso por lo que están mosqueados? Porque mangonear siguen mangoneando. ¿Cuándo surgirá una clase dirigente, política y económica que empiece a funcionar en clave de modernidad? ¿Cuándo va a dejársenos de caer caspa de las solapas? ¿Cuándo vamos a ser modernos de verdad? Cuándo van a asumir que llevamos ya veinticinco años en la Unión Europea?
J.T.
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