El problema es que vamos tarde. El problema es que lo que le dijo Antonio Papell a Espinosa de los Monteros este martes en Los Desayunos de Tve deberíamos estar diciéndoselo todos los periodistas demócratas a los ultras cada vez que sueltan una astracanada en un medio de comunicación: “No tengo nada que preguntarle, señor, porque nada de lo que pueda decir me suscita interés… A la extrema derecha hay que ponerle un cordón sanitario”.
Desde que llegaron al Parlamento, los ultras se comportan como si tuvieran barra libre en las instituciones y en los medios públicos, barra libre que usan para atacar a esas mismas instituciones y a sus representantes.
Y eso una y otra vez, sin que nadie diga hasta aquí hemos llegado, sin que nadie recuerde que a quienes quieren acabar con las libertades no se les puede otorgar la cancha que buscan para conseguirlo. No se puede ser tolerantes con los intolerantes, porque eso es aceptar jugar con las cartas marcadas y en tal caso siempre acabarán ganando ellos.
La técnica que usan es tan burda como conocida: repetir mentiras mil veces hasta que se acaban convirtiendo en verdad: puro nazismo. Ya sé que es obvio, pero si ellos se repiten, ¿por qué no nosotros también?
¿Por qué nadie pone pie en pared frente a todo esto? El cordón sanitario, como recordó Papell este martes, es necesario ejercerlo. Cada vez que hablan, habría que apostillar, y para que los menos avezados no se despisten, recalcar el carácter anticonstitucional de muchos de los postulados ideológicos del partido de la ultraderecha en España, el carácter abiertamente injurioso de buena parte de sus manifestaciones…
Si lo hacen en el Parlamento, en el Senado, que lo hagan, pero ¿tenemos los medios que dar cuenta de lo que dicen sin responderles? ¿Por qué las contestaciones en el Congreso y en el Senado de los políticos de la izquierda a los ultras, en concreto las de los dos partidos que conforman el Gobierno de coalición, no obtienen el adecuado reflejo en los medios, no ya privados, ni siquiera públicos?
Lo siento mucho, pero no tengo más remedio que volver con el raca-raca cuando hablo de la televisión pública del Estado: ¿es necesario otorgarle tanta cancha a los ultras, por qué? Los demás países de la Europa civilizada no lo hacen, ¿por qué nosotros sí?, ¿que criterios de ecuanimidad utilizamos para tenerlos día sí día no en pantalla insultando, mintiendo y soltando atrocidades anticonstitucionales?
Eso se tiene que acabar ya. Eso no es bueno para nuestra salud democrática ni para nuestro futuro de convivencia en paz, ni para la prosperidad y el bienestar de los ciudadanos de este país. No es bueno para nadie. Con todos los respetos, somos unos puñeteros pardillos y los ultras nos están comiendo la tostada. Ellos lanzan el cebo y nosotros picamos, reproducimos y ampliamos sus mensajes.
No, la democracia no puede ser esto, la pluralidad no puede ser esto, la libertad de expresión no puede ser esto. Que alguien haga algo ya, por favor. Hace seis meses que tenemos un Gobierno de coalición progresista. ¿De verdad es tan difícil buscar la manera de pararle los pies de una vez a los fascistas en los medios públicos?
Basta, como comprobamos la mañana de este martes en los desayunos de Tve, con que alguien como Antonio Papell resuma en un sujeto, un verbo y un predicado lo que tantos llevan tanto tiempo con ganas de oír y los periodistas tenemos la obligación de decir: “No tengo nada que preguntarle, porque nada de lo que pueda decir me suscita interés… A la extrema derecha hay que ponerle un cordón sanitario”.
Pues a ello; y a quien corresponda, me permito decirle: ¡Manos a la obra, ya! Que vamos tarde. Ya sé que soy repetitivo, pero más cansinos son los ultras y ahí los tenemos, insultando sin pudor y buscando el mal rollo permanente mientras se ríen en nuestra cara. Y les da resultado.
J.T.
Publicado en La Última Hora
No hay comentarios:
Publicar un comentario