Si Ayuso continúa de presidenta de la Comunidad de Madrid es porque la correlación de fuerzas en su partido, entre quienes se llevan las manos a la cabeza cada vez que habla y quienes se sienten identificados con sus salidas de pata de banco, de momento está a favor de estos últimos.
Ayuso produce vergüenza ajena. Si yo perteneciera al círculo de sus afectos hace tiempo que hubiera intentado aconsejarle: sé todo lo cabrona que quieras, le diría, borde, e incluso malvada pero por favor no seas ridícula, piensa bien lo que vas a soltar antes de abrir la boca que todo aquello que digas quedará grabado para siempre y cuando pase toda esta vorágine es posible que te arrepientas.
Pero ella sigue montada en el burro, jaleada por la cohorte de incondicionales que se divierte con sus astracanadas y, toda ufana, lo mismo te llora, que te insulta, que te miente, que te posa cual virgen dolorosa, con los brazos cruzados, vestida de negro y mirando al infinito al tiempo que contrata comida basura para los niños durante la pandemia y curas para los hospitales que, como todo el mundo sabe, es prioridad máxima.
Cada año que pasa con el Partido Popular al frente de la Autonomía madrileña, y van veinticinco, las cosas empeoran. Que la Comunidad todavía resista sin que se resientan los goznes solo puede ser debido a la enorme fortaleza del engranaje económico, político y social de Madrid. Se ha ido de mal en peor; de Gallardón a Esperanza, de Esperanza a Ignacio, a Cristina y ahora…. ¡madre del amor hermoso!
Claro que los socialistas tampoco pueden tirar cohetes. Nada que ver el binomio Leguina-Gallardón, por mucho que ambos hayan desmejorado terriblemente con el paso del tiempo. Cuesta trabajo entender la estrategia como líder de la oposición de este Gabilondo melifluo, que teniéndolo a huevo como lo tiene para hacer sangre solo con remangarse, ande pidiendo perdón cada vez que critica o propone algo.
No lo entiendo. No entiendo nada, y me desalienta imaginar las perspectivas de lo que le espera a la Comunidad. Desde la traición de Tamayo y Sáez, allá por el 2003, parece que pesa una maldición sobre Madrid que no hay manera de sacudirse. Los populares van haciendo fosfatina todo lo que tocan y no parece que la cosa vaya a mejorar a corto plazo. Los colegios, los hospitales, las instituciones en general, todas son un desastre, mal gestionadas, con indicios de corrupción en cada esquina y la privatización haciéndose carne, con el mayor descaro, cada vez que surge la menor oportunidad.
De Telemadrid, la televisión pública de la Comunidad mejor ni hablamos porque, en línea con sus hermanas autonómicas y con la televisión del Estado, es un verdadero coño de la Bernarda. Un director general intentando sobrevivir haciéndonos creer que está por encima de la presiones del gobierno regional, pero luego ves los informativos, la programación en general, y cada día que pasa se la cogen más con papel de fumar, no vaya a ser que algo de lo que cuenten, o como lo cuenten, pueda acabar soliviantando a la doña.
Los espectadores parecen importarles un pimiento: primero salvar su culo y hasta que un día nos levantemos, ya lo verán, y descubramos que la dirección se ha rendido a Ayuso con armas y bagajes, para que ella y sus allegados entren en las dependencias cual elefante en cacharrería y conviertan la tele pública, ya sin complejos, en el órgano oficial de propaganda que ya fue en los tiempos gloriosos de Aguirre.
“Mi mamá dice que tonto es el que dice tonterías”, comentaba Tom Hanks en Forrest Gump. En el caso de Ayuso, la cosa parece que funciona de otra manera: aunque diga tonterías, y a fe que dice muchas, puede que de tonta tenga menos de lo que pensamos. Y si es tonta, a fe que es una tonta peligrosa.
Es verdad que Casado tampoco es que sea un lumbreras, pero Casado no gobierna y ella sí. Y su manera de manejar el presupuesto, sus salidas de tono y sus despropósitos nos atañen, condicionan nuestras vidas y las pone seriamente en peligro. En esas estamos.
J.T.
Publicado en La Última Hora
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