Suelen comportarse los cachorros de la ultraderecha como si tuvieran pagado un seguro de impunidad, una especie de salvoconducto que permitiera por sistema pasarse varios pueblos cada vez que hablan sin tener por qué temerle a las consecuencias.
Ya sea en una cacerolada, en el parlamento, en una manifestación de cochazos o en un tuit agresivo por las redes sociales, quienes pertenecen a esta peculiar variante de la especie humana transmiten la sensación de estar seguros que, hagan lo que hagan, les va a salir gratis, que no van a pagar ningún precio por ello.
Dicen ser católicos y defender su doctrina, pero incumplen por sistema los diez mandamientos, mienten, sueltan falsos testimonios, insultan y cometen los peores actos impuros, que son la exhibición pornográfica de su amoralidad; desean los dineros del prójimo, y lo peor es que los consiguen… y se los quedan. Roban hasta la bandera de todos para usarla como arma contra quienes no piensan como ellos.
Quienes no vamos por el mundo sacando pecho ni agrediendo por sistema acabamos encontrándonos en inferioridad de condiciones frente a la petulancia de los megáfonos, los himnos de épocas que creíamos superadas, las camisas de marca, las mascarillas con bandera y el desprecio a los sectores más vulnerables y desfavorecidos.
Para colmo si plantas cara, te defiendes o replicas, el provocador eres tú; si les hablas como se merecen, el que no sabes mantener la compostura eres tú; si contestas en el mismo tono en que ellos te hablan a ti, el histérico eres tú.
Pareciera que en el carnet de facha vinese incluida la barra libre para la insolencia. A la plebe, resignación, comedimiento, santa paciencia, que cualquier cura al quite se encargará de recordar que la resignación es una virtud que Dios se encargará de premiar en el otro mundo.
Lo peor de todo es que su manera de actuar, racista, contra los derechos de los más débiles, niños, ancianos, o mujeres a las que se les discute hasta el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, era una semilla que estaba durmiente en nuestro país bajo el manto del Partido Popular. Pues ¡ea! ¡ya ha reventado! Vía libre para la competición de a ver quién la suelta más gorda!
Cada vez que un fascista invoca la religión debería ser desautorizado por la iglesia, no se rían, por favor. Y de los periodistas, ¿qué me dice? ¡qué tristeza todo! No hay un solo periodista de derechas que parezca estar demasiado preocupado por la verdad. Han de lanzar consignas a diario y lo hacen, sean o no ciertas, caiga quien caiga.
Ufanos, no dejan de pavonearse y hasta de reírse del mundo con el mayor de los desahogos. Otros estamos menos tranquilos. Sabemos que, si se salieran con la suya, acabaríamos pagando nuestra coherencia y nuestra osadía con muchas dificultades para ganarnos el pan de cada día.
Es un alivio constatar que, de momento, solo pueden mentir y ladrar desde la oposición. ¡Que sea por muchos años!
J.T.
Publicado en La Última Hora
No hay comentarios:
Publicar un comentario