Veamos.
La sucesión de acontecimientos, para la operación de acoso y derribo del Gobierno de coalición, está siendo la siguiente:
1. La pandemia como bendición (así lo definió nada menos que Juan Luis Cebrián). Es decir: que la enfermedad se encargara de hacer el trabajo sucio, dejara en evidencia al gobierno y así este no tendría más remedio que acabar tirando la toalla.
Primera estrategia fallida. Cien días ya. y ahí está el gobierno, vivito y coleando y, a juzgar por las encuestas, no demasiado mal parado.
2. Insultos y provocaciones sin parar. En el Parlamento y en la calle. En el Congreso se le llama terrorista al padre del vicepresidente, o asesinos a los responsables de la gestión de la pandemia; en la calle insultos, provocaciones, caceroladas, megáfonos en cochazos…
Segunda estrategia fallida. Pronto comprueban que tanta crispación se les está volviendo en contra.
3. El llamado lawfare, intento de utilización de mecanismos policiales y judiciales para acusar al ejecutivo de atrocidades que en ningún caso ha cometido. Como en Brasil o Ecuador o Bolivia. Informes cutres de guardia civiles del Opus y forenses guerrilleros de Cristo Rey. La jueza, cómplice al principio, pronto se da cuenta que eso no va a ningún lado.
Prueba superada.
4. Prisa saca los tanques, dado que la derecha de toda la vida parece que por sí sola no puede. Con los comandantes en jefe Felipe González y Juan Luis Cebrián al frente y tras destituir a la directora de El País, tiran de artillería pesada para insistir en el raca-raca: el Gobierno de coalición es impresentable, inmaduro, irresponsable, solo si se libra de Unidas Podemos y llega a acuerdos acuerdos con la derecha "moderada", así llaman al PP, hay futuro.
Estrategia torpe y desesperada.
5. Mal rollo en el ambiente. Llegan los disparos de un exlegionario a fotos de cuatro miembros del gobierno, entre ellos el presidente y el vicepresidente, y a un responsable de Unidas Podemos. Llegan las amenazas explícitas de miembros del PP hablando de la conveniencia de una muerte lenta para Pablo Iglesias para que así sufra más, amenazas que los populares condenan con la boca chica y, por supuesto, no desembocan en la expulsión del partido de tamaño sujeto. Llegan las intimidaciones a Beatriz Gimeno o Cristina Fallarás…
¡Basta ya!
Hay que poner pie en pared de una vez. Este gobierno es respetable y ha de ser respetado. Lo tiene que ser en la calle y lo tiene que ser en los medios, donde la barra libre de la impunidad ha de tener unos límites; la exaltación del fascismo tiene que ser ilegal y debe desaparecer de nuestra vida diaria. Tenemos derecho a convivir en paz. Aquellos a quienes no les gusta este Gobierno de coalición deben empezar a entender que la democracia no se inventó para que solo ganen ellos.
No sé si los nazis lo hicieron como lo está haciendo la ultraderecha estos meses en España, pero hay similitudes. Sea igual o no, lo que no podemos permitirnos los demócratas es infravalorar lo que está ocurriendo. Hay que reaccionar con contundencia ante la desmesura del proceso de acoso y derribo, mover cuantas fichas hagan falta antes de que a alguien le dé por decidirse a romper la baraja y se produzca alguna desgracia que haga muy difícil la marcha atrás.
Avisemos a todos los que nos rodean, especialmente familiares y amigos que dudan de las verdaderas intenciones de los generadores de crispación y tienden a darle crédito a sus mensajes. Hay que desenmascarar cualquier inercia que desemboque en tentación golpista. Hay que contrarrestar y repetir cuantas veces sea necesario que el objetivo de este Gobierno es mejorar la vida de los más desfavorecidos, y algunos pasos se han dado ya.
Es un contrasentido, como escribía el otro día en las redes alguien que se declaraba votante de Podemos, que el señor que realiza en su casa trabajos de jardinero lleve una mascarilla con el logo de Vox. También esta otra historia, recogida en twitter: ”Me monto en un taxi y me cuenta el conductor las ayudas a las que se ha acogido: 880€ al mes por cese actividad de autónomo, moratoria para hipoteca, moratoria del préstamo con el que paga el taxi, suspensión de la cuota de autónomos. Le digo que PP, Vox y Cs votaron NO a todas esas ayudas y, por supuesto, no me cree”.
Este tipo de absurdos precisan de una labor didáctica que se impone promover sin más dilación. Se trata de repetir una y mil veces las mismas cosas: no es verdad que la ultraderecha y la ultra ultraderecha quieran nada bueno para los humildes, no lo es, no les creáis. El Gobierno actual se puede equivocar tanto en la gestión como en las formas, pero lucha contra la desigualdad y trabaja por una mayor justicia social, cosa que la ultraderecha jamás hará.
¡Qué triste paradoja que aquellos a quienes les sobra de todo consigan imponer su discurso en las mentes de quienes a duras penas tienen para comer!
J.T.
La sucesión de acontecimientos, para la operación de acoso y derribo del Gobierno de coalición, está siendo la siguiente:
1. La pandemia como bendición (así lo definió nada menos que Juan Luis Cebrián). Es decir: que la enfermedad se encargara de hacer el trabajo sucio, dejara en evidencia al gobierno y así este no tendría más remedio que acabar tirando la toalla.
Primera estrategia fallida. Cien días ya. y ahí está el gobierno, vivito y coleando y, a juzgar por las encuestas, no demasiado mal parado.
2. Insultos y provocaciones sin parar. En el Parlamento y en la calle. En el Congreso se le llama terrorista al padre del vicepresidente, o asesinos a los responsables de la gestión de la pandemia; en la calle insultos, provocaciones, caceroladas, megáfonos en cochazos…
Segunda estrategia fallida. Pronto comprueban que tanta crispación se les está volviendo en contra.
3. El llamado lawfare, intento de utilización de mecanismos policiales y judiciales para acusar al ejecutivo de atrocidades que en ningún caso ha cometido. Como en Brasil o Ecuador o Bolivia. Informes cutres de guardia civiles del Opus y forenses guerrilleros de Cristo Rey. La jueza, cómplice al principio, pronto se da cuenta que eso no va a ningún lado.
Prueba superada.
4. Prisa saca los tanques, dado que la derecha de toda la vida parece que por sí sola no puede. Con los comandantes en jefe Felipe González y Juan Luis Cebrián al frente y tras destituir a la directora de El País, tiran de artillería pesada para insistir en el raca-raca: el Gobierno de coalición es impresentable, inmaduro, irresponsable, solo si se libra de Unidas Podemos y llega a acuerdos acuerdos con la derecha "moderada", así llaman al PP, hay futuro.
Estrategia torpe y desesperada.
5. Mal rollo en el ambiente. Llegan los disparos de un exlegionario a fotos de cuatro miembros del gobierno, entre ellos el presidente y el vicepresidente, y a un responsable de Unidas Podemos. Llegan las amenazas explícitas de miembros del PP hablando de la conveniencia de una muerte lenta para Pablo Iglesias para que así sufra más, amenazas que los populares condenan con la boca chica y, por supuesto, no desembocan en la expulsión del partido de tamaño sujeto. Llegan las intimidaciones a Beatriz Gimeno o Cristina Fallarás…
¡Basta ya!
Hay que poner pie en pared de una vez. Este gobierno es respetable y ha de ser respetado. Lo tiene que ser en la calle y lo tiene que ser en los medios, donde la barra libre de la impunidad ha de tener unos límites; la exaltación del fascismo tiene que ser ilegal y debe desaparecer de nuestra vida diaria. Tenemos derecho a convivir en paz. Aquellos a quienes no les gusta este Gobierno de coalición deben empezar a entender que la democracia no se inventó para que solo ganen ellos.
No sé si los nazis lo hicieron como lo está haciendo la ultraderecha estos meses en España, pero hay similitudes. Sea igual o no, lo que no podemos permitirnos los demócratas es infravalorar lo que está ocurriendo. Hay que reaccionar con contundencia ante la desmesura del proceso de acoso y derribo, mover cuantas fichas hagan falta antes de que a alguien le dé por decidirse a romper la baraja y se produzca alguna desgracia que haga muy difícil la marcha atrás.
Avisemos a todos los que nos rodean, especialmente familiares y amigos que dudan de las verdaderas intenciones de los generadores de crispación y tienden a darle crédito a sus mensajes. Hay que desenmascarar cualquier inercia que desemboque en tentación golpista. Hay que contrarrestar y repetir cuantas veces sea necesario que el objetivo de este Gobierno es mejorar la vida de los más desfavorecidos, y algunos pasos se han dado ya.
Es un contrasentido, como escribía el otro día en las redes alguien que se declaraba votante de Podemos, que el señor que realiza en su casa trabajos de jardinero lleve una mascarilla con el logo de Vox. También esta otra historia, recogida en twitter: ”Me monto en un taxi y me cuenta el conductor las ayudas a las que se ha acogido: 880€ al mes por cese actividad de autónomo, moratoria para hipoteca, moratoria del préstamo con el que paga el taxi, suspensión de la cuota de autónomos. Le digo que PP, Vox y Cs votaron NO a todas esas ayudas y, por supuesto, no me cree”.
Este tipo de absurdos precisan de una labor didáctica que se impone promover sin más dilación. Se trata de repetir una y mil veces las mismas cosas: no es verdad que la ultraderecha y la ultra ultraderecha quieran nada bueno para los humildes, no lo es, no les creáis. El Gobierno actual se puede equivocar tanto en la gestión como en las formas, pero lucha contra la desigualdad y trabaja por una mayor justicia social, cosa que la ultraderecha jamás hará.
¡Qué triste paradoja que aquellos a quienes les sobra de todo consigan imponer su discurso en las mentes de quienes a duras penas tienen para comer!
J.T.
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