Afirma Ernesto Valverde que anda ya muy harto, que se le está haciendo demasiado largo el culebrón de los fichajes de futbolistas, y eso que tal juego de intrigas ha de finalizar, según lo legislado, la noche del lunes 2 de septiembre.
Que se consuele el entrenador del Barça: mucho más largo se nos está haciendo a todos el burdo suspense político en el que vivimos desde hace cuatro meses. Dado que el calendario no parece correr a la velocidad que ellos quisieran, los socialistas no saben ya qué demonios inventar para entretenernos hasta la llegada del ansiado día 23, fecha diseñada, quién sabe si desde el principio, para volver a jugarse al póker su futuro, pero también el nuestro.
Ningún órdago parece proporcionar al PSOE el efecto planificado. El 18 de julio, atención a la fecha, Sánchez decidió jugar la que creyó sería su carta definitiva: el único escollo para un gobierno de coalición con Podemos, aseguró en la Sexta, se llamaba Pablo Iglesias. La provocación, debieron pensar los gurús de su gabinete, suscitaría tal enfado en sus “socios preferentes” que el rechazo de estos a investir a Sánchez la semana siguiente les serviría como argumento para responsabilizarlos de la inevitable convocatoria de nuevas elecciones. Como sabemos, les salió el tiro por la culata porque apenas veinticuatro horas después Iglesias decidió hacerse a un lado y les dejó sin coartada.
Desde entonces, los conejos que vienen sacando de la chistera no parecen calar en el respetable tanto como quisieran: “Hay desconfianza mutua”, “no tienen experiencia de gobierno”, “nos van a negar por tercera vez” “Si perdemos esta oportunidad será por culpa de Podemos, por su falta de responsabilidad” Frases estas, entre otras muchas, que la amplia nómina de voceros mediáticos, con la cadena Ser a la cabeza, se encargan de propagar hasta el más recóndito de los confines, de repetirla hasta la saciedad intentando contribuir así a que cueste trabajo recordar los hechos tal como sucedieron.
A mí no me preocupan los medios afines a la derecha hablando de Venezuela o Irán, o del dichoso chalé; me inquietan aquellos otros, en principio menos radicalizados, cuyas informaciones suelen andar trufadas de adjetivos o juicios de valor favorables por lo general a los intereses socialistas. Se repiten tanto las mentiras que hasta el bueno de mi amigo Javier Ruiz tuvo el pasado lunes un incomprensible lapsus, por el que luego pidió perdón, en el que atribuyó a Unidas Podemos la responsabilidad de la convocatoria de elecciones por no contribuir –lo repitió varias veces- a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
Faltan aún tres semanas para la fecha en que, si no hay acuerdo, quedarían convocadas nuevas elecciones de manera automática, y los socialistas parecen no saber cómo continuar estirando el chicle durante todo ese tiempo. En periodismo conocemos bien la sensación, esos días en que no existe material suficiente para completar las páginas previstas con noticias interesantes, esos tiempos muertos, en radio y televisión, que has de rellenar hablando y hablando sin tener nada sustancioso que decir. En el gobierno en funciones parecen haber olvidado, o no interesarles en absoluto recordar, que están donde están porque hace quince meses su maltrecha formación política fue reflotada, gratis total, merced a la moción de censura que propició una sentencia judicial, la de la Gürtel, donde quedaban certificadas las prácticas corruptas en el Partido Popular.
Al quedarse sin explicaciones plausibles para negar la posibilidad de un gobierno de coalición con Unidas Podemos, los socialistas argumentan ahora sin el menor rubor que el tren ya pasó en julio, como los niños cuando juegan al pilla pilla y gritan ¡casa! Les ofrecimos una vicepresidencia y tres ministerios pero rechazaron la propuesta, añaden. Verdad a medias: eran dos ministerios de nueva creación (Vivienda e Igualdad) y una vicepresidencia vacía de contenido lo que pusieron sobre la mesa; entre los ministerios existentes solo se desprendían del de Sanidad, que por cierto tiene las competencias transferidas. En total, les permitían gestionar un cinco por ciento del presupuesto aproximadamente.
Estas cosas hay que repetirlas muchas veces porque se oyen poco y se leen menos. Y son datos que ayudan a hacerse una correcta composición de lugar. Si están condenados a entenderse, tanto si hay elecciones como si no, cuesta comprender la agresividad que se percibe en el ambiente. No contribuye a la búsqueda de soluciones que los partidarios de Podemos se dediquen a insultar por redes a los socialistas, como tampoco se entiende que estos últimos no acaben de asimilar que la España de hoy está muy lejos de la de hace cuarenta años.
Parecen querer resucitar el bipartidismo olvidando que un gran segmento de la población, entre los jóvenes pero también entre los no tan jóvenes, no van a votar Psoe ni PP nunca más. Sin tener en cuenta que hay una izquierda a la izquierda del Psoe a la que ya no se puede ningunear como en su día hiciera Felipe González con Carrillo o con Anguita. Sin contemplar en su verdadera dimensión la aspiración de millones de ciudadanos que quieren percibir un cambio de verdad reflejado por fin en las instituciones, consejo de ministras -y ministros- incluido.
Igual se arrepienten de ver cumplidos sus deseos, rematan los poderosos defensores de las inercias de siempre, esos guardianes de las esencias que nunca descansan. Suponiendo que esto fuese verdad, no tienen más que dejar de poner palos en las ruedas y que los hechos acaben dándoles la razón. ¿O no están tan seguros?.
J.T.
Que se consuele el entrenador del Barça: mucho más largo se nos está haciendo a todos el burdo suspense político en el que vivimos desde hace cuatro meses. Dado que el calendario no parece correr a la velocidad que ellos quisieran, los socialistas no saben ya qué demonios inventar para entretenernos hasta la llegada del ansiado día 23, fecha diseñada, quién sabe si desde el principio, para volver a jugarse al póker su futuro, pero también el nuestro.
Ningún órdago parece proporcionar al PSOE el efecto planificado. El 18 de julio, atención a la fecha, Sánchez decidió jugar la que creyó sería su carta definitiva: el único escollo para un gobierno de coalición con Podemos, aseguró en la Sexta, se llamaba Pablo Iglesias. La provocación, debieron pensar los gurús de su gabinete, suscitaría tal enfado en sus “socios preferentes” que el rechazo de estos a investir a Sánchez la semana siguiente les serviría como argumento para responsabilizarlos de la inevitable convocatoria de nuevas elecciones. Como sabemos, les salió el tiro por la culata porque apenas veinticuatro horas después Iglesias decidió hacerse a un lado y les dejó sin coartada.
Desde entonces, los conejos que vienen sacando de la chistera no parecen calar en el respetable tanto como quisieran: “Hay desconfianza mutua”, “no tienen experiencia de gobierno”, “nos van a negar por tercera vez” “Si perdemos esta oportunidad será por culpa de Podemos, por su falta de responsabilidad” Frases estas, entre otras muchas, que la amplia nómina de voceros mediáticos, con la cadena Ser a la cabeza, se encargan de propagar hasta el más recóndito de los confines, de repetirla hasta la saciedad intentando contribuir así a que cueste trabajo recordar los hechos tal como sucedieron.
A mí no me preocupan los medios afines a la derecha hablando de Venezuela o Irán, o del dichoso chalé; me inquietan aquellos otros, en principio menos radicalizados, cuyas informaciones suelen andar trufadas de adjetivos o juicios de valor favorables por lo general a los intereses socialistas. Se repiten tanto las mentiras que hasta el bueno de mi amigo Javier Ruiz tuvo el pasado lunes un incomprensible lapsus, por el que luego pidió perdón, en el que atribuyó a Unidas Podemos la responsabilidad de la convocatoria de elecciones por no contribuir –lo repitió varias veces- a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
Faltan aún tres semanas para la fecha en que, si no hay acuerdo, quedarían convocadas nuevas elecciones de manera automática, y los socialistas parecen no saber cómo continuar estirando el chicle durante todo ese tiempo. En periodismo conocemos bien la sensación, esos días en que no existe material suficiente para completar las páginas previstas con noticias interesantes, esos tiempos muertos, en radio y televisión, que has de rellenar hablando y hablando sin tener nada sustancioso que decir. En el gobierno en funciones parecen haber olvidado, o no interesarles en absoluto recordar, que están donde están porque hace quince meses su maltrecha formación política fue reflotada, gratis total, merced a la moción de censura que propició una sentencia judicial, la de la Gürtel, donde quedaban certificadas las prácticas corruptas en el Partido Popular.
Al quedarse sin explicaciones plausibles para negar la posibilidad de un gobierno de coalición con Unidas Podemos, los socialistas argumentan ahora sin el menor rubor que el tren ya pasó en julio, como los niños cuando juegan al pilla pilla y gritan ¡casa! Les ofrecimos una vicepresidencia y tres ministerios pero rechazaron la propuesta, añaden. Verdad a medias: eran dos ministerios de nueva creación (Vivienda e Igualdad) y una vicepresidencia vacía de contenido lo que pusieron sobre la mesa; entre los ministerios existentes solo se desprendían del de Sanidad, que por cierto tiene las competencias transferidas. En total, les permitían gestionar un cinco por ciento del presupuesto aproximadamente.
Estas cosas hay que repetirlas muchas veces porque se oyen poco y se leen menos. Y son datos que ayudan a hacerse una correcta composición de lugar. Si están condenados a entenderse, tanto si hay elecciones como si no, cuesta comprender la agresividad que se percibe en el ambiente. No contribuye a la búsqueda de soluciones que los partidarios de Podemos se dediquen a insultar por redes a los socialistas, como tampoco se entiende que estos últimos no acaben de asimilar que la España de hoy está muy lejos de la de hace cuarenta años.
Parecen querer resucitar el bipartidismo olvidando que un gran segmento de la población, entre los jóvenes pero también entre los no tan jóvenes, no van a votar Psoe ni PP nunca más. Sin tener en cuenta que hay una izquierda a la izquierda del Psoe a la que ya no se puede ningunear como en su día hiciera Felipe González con Carrillo o con Anguita. Sin contemplar en su verdadera dimensión la aspiración de millones de ciudadanos que quieren percibir un cambio de verdad reflejado por fin en las instituciones, consejo de ministras -y ministros- incluido.
Igual se arrepienten de ver cumplidos sus deseos, rematan los poderosos defensores de las inercias de siempre, esos guardianes de las esencias que nunca descansan. Suponiendo que esto fuese verdad, no tienen más que dejar de poner palos en las ruedas y que los hechos acaben dándoles la razón. ¿O no están tan seguros?.
J.T.
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