martes, 13 de agosto de 2019

Arabia Saudí compra la Unión Deportiva Almería


En un visto y no visto, hace solo un mes nadie sabía nada, la Unión Deportiva Almería ha pasado de las manos de un empresario murciano a las de un saudí llamado Turki Al-Sheick, que ha comprado el 96 por ciento de las acciones de la sociedad. A primeros de agosto se hizo pública la operación, tras la firma en una notaría a la que el nuevo dueño acudió sin turbante, enfundado en la camiseta de su nuevo equipo. Desde los tiempos de Jesús Gil y Gil, Ruiz de Lopera o José María Ruiz Mateos, siempre me pregunté cómo es posible que un buen número de equipos de fútbol, por cuyos colores decenas de miles de seguidores sienten verdadera pasión, estén gobernados por personas cuyo interés por el deporte es cuando menos discutible.

El Español está en manos chinas, el dueño del Valencia es de Singapur y la tercera parte del Atlético de Madrid, propiedad de un israelí. Solo seis equipos de la Premier tienen dueños ingleses y el resto están gobernados por magnates rusos o americanos. Los cataríes mandan en el París Saint Germain, y el propietario del Manchester City es un jeque de Abu Dhabi cuyas inversiones deportivas llegan hasta Australia, Estados Unidos, Japón, Uruguay y cómo no, España, donde comparte la propiedad del Girona FC con los hermanos Pere y Josep Guardiola. En cuanto a equipos andaluces, el dueño del Málaga es catarí y el del Granada un chino llamado Jiang Lizhang.

Me cuesta trabajo entender cómo una pasión casi religiosa, la actividad deportiva que más entusiasmo despierta entre los aficionados del mundo entero, uno de los mayores focos de ansiedades y alegrías irreprimibles, el símbolo a veces más importante de una ciudad, consiga mantener toda su fuerza y su vigor al margen de quiénes sean las personas responsables de los destinos del equipo.

Ahora le ha tocado a mi tierra, Almería. A nadie parece preocuparle que Turki Al-Sheikh, de 38 años, forme parte, según contaba este domingo Icíar Ochoa de Olano en los periódicos de Vocento, del grupo de hombres de confianza de Mohamed bin Salmán, el controvertido príncipe heredero de Arabia Saudí, temido purgador de disidentes y a quien la ONU responsabilizó de la muerte del periodista Jamal Khashoggi el pasado mes de octubre en el consulado de su país en Estambul.

A lo largo de su vida Al-Sheikh, el nuevo dueño del equipo de fútbol almeriense, ha ocupado diferentes cargos en varias áreas del gobierno saudí, incluidas responsabilidades en los ministerios de Interior y Defensa. En la actualidad desempeña en su país un cometido estratégico al que le otorgan suma importancia: la presidencia de la Autoridad de Entretenimiento General, organismo creado, según aseguran, para modernizar el país programando desde conciertos de jazz a óperas, festivales de cómics o espectáculos de “pressing catch”. Para tal maquillaje cuenta con un presupuesto de 60.000 millones de euros a invertir de aquí al año 2030.

Y en medio de todo esto, me pregunto yo, ¿qué pinta la Unión Deportiva Almería? ¿De todos los lugares posibles del mundo, el entorno del príncipe heredero saudí ha tenido que venir a fijarse en Almería? ¿A qué debemos tanto honor? Me pregunto qué pensarán de todo esto los árabes que trabajan de sol a sol bajo los invernaderos de El Ejido, Vícar, Roquetas o Níjar. Que les parecerá, a esos a quienes en lenguaje coloquial se les suele llamar moros y a quienes tanto gusta el fútbol, la irrupción por estos lares de acaudalados millonetis del petróleo. Y millonetis no de un país árabe cualquiera, no: nada menos que de Arabia Saudí, palabras mayores.

Insisto: no sé a qué debemos tanto honor. Asegura Turki Al-Sheikh, y Mohamed El Assy, su director deportivo, que el objetivo es hacer ascender cuanto antes al Almería a Primera División, y en tres años colocar el equipo en puestos que le permitan disputar competiciones europeas. Mientras asimilan el cambio, los aficionados sueñan y callan. Y la prensa local, cogiéndosela con papel de fumar, faltaría más. Este sábado diecisiete se disputa el primer partido de la temporada. Contra el Albacete, cuyo dueño, por cierto, es un inversor venezolano-libanés llamado Georges David Kabchi Zakia, ¿no es maravilloso?

J.T.

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