viernes, 14 de septiembre de 2018

Siempre dimiten tarde



El procedimiento, por lo general, varía poco. Más o menos suele ser siempre así:

1. Aparece en los medios una determinada información que pone en peligro la zona de confort en que la persona pillada in fraganti lleva instalada un cierto tiempo. El sabroso status en el que se las prometía tan felices por años, de pronto está amenazado. Adiós planes de futuro, sueldazo y prebendas. No, no va a renunciar así como así.

2. La persona afectada por la información que pone en cuestión su honestidad (del ámbito de la política en buena parte de los casos) estalla en cólera y decide que quienes osan buscarle las cosquillas van a pagar caro su atrevimiento. No se le ocurre pensar: “¡Ostras, me han pillado!” que sería lo lógico, sino que lo que se pregunta es: “¿Cómo se atreven?”.

3. No piensa que la prensa está para vigilar su comportamiento, sino que no acaba de entender cómo ha sido posible que se enteren de algo a lo que, por lo general, tampoco ella, o él, le daba tanta importancia, y entonces decide pedir explicaciones a su equipo: ¿cómo nadie ha sido capaz de impedir que se publique esa información?.

4. Como nunca le ha tenido respeto a la prensa (algo para lo que según qué periodistas y ciertos medios hacen méritos a diario, hay que reconocerlo) decide poner en marcha una estrategia con el objetivo de parar el golpe. Hela aquí:

 4.1. El primer paso suele ser intentar desprestigiar a la persona o el medio que difundió la “impertinencia”.
4.2. El segundo, amenazar con acciones legales, porque con un poco de suerte la denuncia puede caer en manos de un juez afín. Así, además, gana tiempo.
4.3. No suele faltar en estas maniobras un clásico: buscar si el medio de comunicación que ha dado a conocer el escándalo recibe algún tipo de ayuda oficial (licencias, subvenciones, publicidad) y en tal caso recordar a su director o a la propiedad lo lamentable que sería no poder continuar otorgándosela. 4.4. El siguiente paso es ya mentir descaradamente. Si no tiene más remedio que comparecer ante los medios mentirá, mentirá y mentirá.
4.5. Si tiene que dar explicaciones en el parlamento, intentará convertir la sesión en una jaula de grillos, le gritará a los adversarios que se han basado en informaciones periodísticas para hacerle comparecer y en el rifirrafe no faltará algún que otro “y tú más” que añadir al barullo.
4.6. Llegados a este punto, se enrocará hasta el infinito, a sabiendas de que en su propio entorno seguro que hay casos similares al suyo y más les vale proporcionarle apoyo que tirar la primera piedra.
4.7. Si, a pesar de todo esto, no puede evitar el acorralamiento final, acabará tirando la toalla, sí, pero tras haber sufrido un desgaste y una agonía que hubiera podido evitar marchándose el primer día. Siempre dimiten tarde.
4.8. ¿Y qué se piensan ustedes? ¿Que cuando convoque a la prensa para anunciar su dimisión -en una comparecencia sin preguntas, por cierto- reconocerá alguna responsabilidad? Por supuesto que no.

Y así una vez, y otra, y otra... ¡Qué pereza! ¿Quousque tandem? Puede que todos no sean iguales, de acuerdo, pero hay algo en el comportamiento de las personas pilladas con las manos en la masa que nunca varía: su falta de respeto a la prensa.

 J.T.

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