viernes, 28 de septiembre de 2018

Rosa María Mateo y José María Aznar



En los últimos días, dos comparecencias parlamentarias han contado con todos los ingredientes que necesita cualquier espectáculo televisivo: José María Aznar y la de Rosa María Mateo son personajes conocidos, interesaba lo que pudieran decir, despertaba curiosidad tanto el interrogatorio como las posibles respuestas, era casi seguro que ambos proporcionarían buenos titulares… Y así fue. Ambas comparecencias estuvieron a la altura de las expectativas, pero en cambio los medios, por razones que se me escapan, decidieron otorgarle perfil bajo.

José María Aznar, durante su actuación ante la comisión que investiga en el Congreso la financiación ilegal del PP estuvo chulo, desafiante, prepotente, y de tan sobrado que iba se le atragantaron algunas de las cuestiones que le fueron planteadas, sobre todo por Pablo Iglesias. En algunos cortes emitidos se le vio titubeante, desconcertado, los labios le temblaban y los gestos delataban su palpable incomodidad. Pero el verdadero espectáculo televisivo pasó desapercibido porque para eso habría que haber seguido la retransmisión si no completa, al menos en secuencias pregunta-respuesta que ayudaran a entrar en situación. Si disponen de tiempo, les aconsejo que busquen la grabación porque se divertirán. Es más entretenida que un capítulo, o dos, de una buena serie, aunque la realización del congreso deja mucho que desear y desprecia contraplanos en momentos donde el cuerpo te está pidiendo ver la reacción de quien escucha.

Pocos días después, Rosa María Mateo tampoco nos defraudó, aunque por razones distintas. La falta de vergüenza de algún parlamentario, como el popular Ramón Moreno, dio pie a que la administradora provisional única de tve dejara constancia de un talante poco dispuesto a dejarse acorralar en la llamada comisión de control de televisión. Quien solo haya visto alguna de sus frases entresacadas en los informativos tampoco se ha podido hacer una idea de lo que ocurrió exactamente. Fue un espectáculo delicioso que merece la pena saborear si se tiene oportunidad.

No entiendo por qué las televisiones, los medios en general, han pasado tan de puntillas por estos dos sabrosos episodios parlamentarios. No comprendo por qué no le han sacado más jugo. ¿Falta de reflejos? ¿Inercia? ¿Periodismo de carril? En el caso de Aznar, si este no hubiera hecho el ridículo como lo hizo y le hubiera ganado la batalla dialéctica a Iglesias, habría pasado tan desapercibida su comparecencia? Si Rosa María Mateo se hubiera dejado acorralar y no hubiera contestado con la contundencia con la que lo hizo, ¿habría sido tan escaso el número de titulares tras su paso por el Congreso?

Villarejo nos marca la agenda, repiten quienes a su vez parecen encantados con la carnaza que tan siniestro personaje suministra al ritmo que le da la gana. Triste, que los entuertos de esta mafia cutre releguen a segundo plano asuntos que explican muchas cosas, nutren, ayudan a sacar conclusiones, permiten tener criterio propio y además, son un verdadero espectáculo. Casualidad, desde luego, no es.

J.T.

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