jueves, 3 de marzo de 2011

Historias de treintañeros a los que la crisis tiene pillados por los "güevos"


M. Sandra, 36 años. Ganaba dos mil euros y hace tres años se metió en un piso de 165.000. Le dieron 195.000 de hipoteca a 40 años. Paga 750 euros al mes. Hace poco más de un año que se quedó en el paro: 900 euros. Para poder comer hace chapuzas en negro, entre ellas organiza reuniones tipo tuperware y vende material de sex-shop. Está sin pareja, sin hijos y sin perspectiva de tenerlos.

María S., 34 años. El mismo día que su pareja y ella firmaban ante notario el hipotecón que los mantendría "unidos" durante los próximos 35 años empezaron los movimientos en su empresa que derivarían en absoluta inestabilidad y flagrante amenaza para sus dos mil cien euros de sueldo. Un mes antes se había planteado la posibilidad de quedarse embarazada. Le espera el paro o trabajar lo mismo por la mitad de lo que cobra ahora. 

M.L. Fernández, 37 años. Hipoteca a 30 años de 900 euros largos al mes. Ganaba 2.200. Su pareja, autónomo, no vende una escoba desde hace un año. Ella se acaba de quedar en el paro justo cuando deshojaba la margarita de si quedarse embarazada o no.

A.N. Gómez, 35 años. Lo han puesto de patitas en la calle con su mujer embarazada de su segundo hijo y obras en una casa de la familia donde ella piensa abrir un pequeño negocio: préstamo para la obra, por supuesto, mas hipoteca a veintimuchos años de la casa donde viven.

Estas cuatro historias no he tenido que salir a buscarlas a la calle. Las tengo muy cerquita mío. Se trata de la situación por la que pasan cuatro personas a las que quiero mucho. No son adolescentes, tampoco "ni-nis", tampoco veinteañeros en edad de masters y zascandileos varios. Son gente en edad de consolidar su situación, de disfrutar de una estabilidad que se merecen y a la que tienen derecho.

Pues bien, ahí están, pillados por los güevos, atropellados de lleno por el tsunami que vivimos en nuestro oficio y en otros muchos, y haciendo números todos los días para ver cómo tiran p'alante. 

Los que están por debajo de esa edad y los que ya la hemos rebasado también acarreamos nuestros particulares agobios de los que otro día hablaré, pero esta generación de treinta años, que son la columna vertebral de la producción de un país, con experiencia ya, con toda la energía aún y con muchos años de nervio por delante... Gente que suman diez, y hasta quince o más años currando a la espera de que llegue su momento, ese momento que empiezan a maliciarse que nunca llegará... ¿cómo es posible que no revienten?

Si lo que vivo a mi alrededor está generalizado, ¿cómo puñetas está todo el mundo aguantando? Si extrapolo los datos a tenor de lo que ocurre cerca de mí, deben ser muchos los que se encuentran en esta situación. Demasiados, creo, para que continúe durando mucho más tiempo esta calma chicha. 

J.T.

1 comentario:

  1. Ay Juan, que sabes que te quiero un montón y que sé que te debo una llamada...
    un abrazo muy grande

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