1. Las llamadas de gabinetes de prensa y asesorías varias para presionarte, proponerte, dorarte la píldora (esto último pocas veces) o directamente regañarte
2. Las presiones del departamento de publicidad cuando te dicen: "este tema mejor no lo toques, ¿eh?
3. El trato por lo general hostil de gerentes y departamentos de producción, que suelen comportarse como si el periodista fuera su enemigo natural
4. La opinión generalizada de que los viajes de trabajo son un premio donde te lo pasas bomba, aunque vayas a una ciudad en la que no paras de currar ni un minuto las pocas horas que estás allí, duermas poco y mal, comas peor y tengas que salir pitando sin apenas haberte podido hacer ni una foto de recuerdo
5. Las tocaduras de narices en las fronteras de muchos países, donde sólo por llevar material de prensa o porque en tu pasaporte figure la condición de periodista, ya te tratan como sospechoso
6. Lidiar con los taxistas. Sobre todo en aquellos países donde, si les pides un justificante, te miran como si te hubieras vuelto loco.
7. Las intervenciones del gracioso de turno en las reuniones de familia o amigos que, cuando aparece un tema polémico en las conversaciones, va y suelta aquello de: "Cuidado con lo que habláis, que fulano es periodista"
8. El convencimiento de esos mismos amigos o familiares de que vives una vida de privilegios con entradas gratis en conciertos, corridas de toros, partidos de fútbol y demás saraos
9. La inexistencia de horarios
10. La hora de cierre de la edición. Aunque esto, más que una servidumbre, es una pesadilla
J.T.
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