Habrá de llegar el día en que las derechas de Colón, de nuevo resucitadas estos días, dejen de usar el terrorismo como arma arrojadiza. Es una vergüenza, produce verdadera grima que a estas alturas aún continúen empeñados en mantener vivo el fantasma de ETA, pronunciando los nombres de sus víctimas en el Congreso sin ningún pudor ni respeto por su memoria.
Resulta difícil entender la pornográfica actitud de diputados como Macarena Olona, Rafael Hernando o el miembro de Ciudadanos Guillermo Díaz, quien esta semana ha sacado a relucir los asesinatos de los socialistas Fernando Múgica o Ernest Lluch. Tiendo a pensar que este “señor” de 43 años no sabía bien de lo que estaba hablando, ni ante quién estaba hablando. Porque si hubiera sabido que entre la bancada de los diputados socialistas se sienta quien durante veinte años (1991-2011) fue alcalde de San Sebastián, veinte años de los más duros de la actividad, terrorista, quizás se hubiera andado con un poco más de cautela. Fueron veinte años en los que Odón Elorza, que así se llama el ahora diputado socialista, no podía dar un paso sin escolta y puede que hasta esté vivo de milagro. Si Díaz sabía esto, su intervención reviste aún mayor gravedad. Por la desvergüenza con la que se desenvolvió, es probable que lo supiera.
A personas como Elorza, que combatió el terrorismo a diario en una ciudad donde muchas de sus calles quedaron regadas de sangre para siempre, hay que tenerles un respeto; no se le puede decir ni en broma cosas como las que Guillermo Díaz le dijo el otro día en el Congreso. Personas como Elorza sí que tienen autoridad moral para hablar de lo que otros solo lo hacen de oídas o puede que ni siquiera eso. Ellos son los que pueden hablar con propiedad, por eso tiene tanto valor y es digna de admiración su decisión de pasar página, de dar por cerrada una época horrible en la historia de Euskadi y de España entera.
ETA ya no existe. Algún día lo entenderán los fascistas que no dudan en recurrir al comodín del terrorismo para encanallar el ambiente en las instituciones cada vez que carecen de argumentos, que son las más. Algún día entenderán que la atmósfera de crispación que intentan mantener viva en el Congreso de los Diputados ya no existe en Euskadi. Ni siquiera en Donosti, donde a Elorza le tocó vivir tantas tragedias en primera línea, a veces jugándose el pellejo, mientras un adolescente llamado Guillermo Díaz andaba por Málaga jugando en el patio de recreo de su colegio.
Elorza llegó incluso a batirse a pecho descubierto, literalmente, contra los miembros de la kale borroka que quemaban autobuses en su ciudad, los llamaba cobardes a la cara mientras ellos le lanzaban piedras mientras huían. Elorza vivió junto a su íntimo amigo Fernando Múgica, en febrero de 1996, los últimos minutos de vida de este, lo acompañó desde la calle San Martín donde le dispararon hasta el hospital donde murió. Habló con su también íntimo amigo Ernest Lluch veinte minutos antes de que a este último lo asesinaron en el garaje de su casa de Barcelona, en noviembre del año 2000. Cuando solo era concejal, febrero de 1984, llegó al domicilio de Enrique Casas, a los pocos minutos de que mataran a su compañero, para consolar a la que partir de ese momento sería ya su viuda, Bárbara Dührkop; se presentó en el restaurante La Cepa instantes después de que asesinara al concejal del PP Gregorio Ordóñez… No, no tiene vergüenza quien a estas alturas osa capitalizar estos asesinatos para hacer política zafia, frentista y maloliente. Así se lo dan a entender, a las derechas de Colón que ahora apoyan juntas también a los policías reaccionarios, no solo Odón Elorza, sino hasta la mismísima hermana de Ordóñez. No quiere Consuelo Ordóñez que el asesinato de su hermano continúe utilizándose con fines políticos.
Tienen que dejar ya de usar los muertos de unos tiempos de pesadilla, una pesadilla que hace más de diez años que dejó de existir. Quiero creer que algún día habrá de imponerse la cordura. Así no podemos, ni debemos, seguir.
J.T.
Para LUH Noticias
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