La derecha está despreciando el sentido común de la gente de a pie. La ciudadanía media sabe hacerse a la idea de lo que habría pasado con los representantes de los especuladores al frente de la gestión de esta pandemia.
El tsunami se nos podría haber llevado por delante con mucha más fuerza. Los muertos podrían ser diez veces más, la cadena de alimentación podría haber fallado en alguno de sus eslabones, es una tragedia sin discusión lo ocurrido en las residencias, las personas que han muerto solas y de cuyo fallecimiento nos hemos enterado porque los bomberos han derribado su puerta, pero de alguna manera intuimos que con la derecha en el poder las cosas hubieran ido bastante peor.
El miedo que la mayoría hemos pasado, y pasamos todavía, tiene que ver con la sensación de inseguridad que, como seres humanos, tenemos ante una enfermedad que afecta al planeta entero y que nadie sabe cómo demonios atajar.
En nuestro país, los más desfavorecidos tienen la sensación de sentirse defendidos por sus gobernantes. Hay cientos de miles de autónomos que han recibido prestaciones por primera vez, los afectados por Ertes, los que van a poder pedir préstamos en las situaciones ventajosas que ha decretado el Gobierno, saben que este quiere ayudarles y el miedo se lo tienen a los de siempre: a las instituciones bancarias, por ejemplo, que harán todo lo posible por complicar el papeleo, retrasar los trámites, y transmitirles así la sensación de que están desprotegidos.
Si la ciudadanía media nunca fue tonta, ahora que están su hambre y su salud en juego lo es menos que nunca. Esto se confirma cuando vemos quiénes son los que se manifiestan contra las decisiones del gobierno, a bordo de sus Audis A6 y sus Dacias Sendero, algunos incluso megáfono en mano en descapotables con chófer. La ciudadanía media sabe que las cosas son como las percibe en su vida personal y no como los medios de comunicación se empeñan en presentarlas, desde Televisión Española hasta la última hoja dominical predicando obstinados el apocalipsis.
Cuando la curva subía y subía, cuando muchas UCIS pusieron el cartel de “completo”, cuando hubo que elegir entre a quién salvar y a quién no, se llegó a vivir un momento de pánico que los desestabilizadores utilizaron para acojonarnos más de lo que ya estábamos.
La derecha sabía, o va sabiendo, que no cerrar filas con los gestores de la adversidad que nos ha tocado vivir era un arma de doble filo. Ya están empezando a comprobar que no les ha salido bien: no han conseguido sacar de sus casillas a ningún miembro del gobierno, ha intentado alimentar peleas entre ellos, se ha cebado en cualquier error, que los ha habido, aireándolo a los cuatro vientos y sobredimensionándolo. En palabras del ministro Illa, “la quiniela el lunes la acertamos todos”.
Muchos parlamentarios, y no solo los del PP y Vox, tendrán difícil explicar, a medida que vayan pasando los meses, por qué demonios pusieron tan difícil mantener el estado de alarma y por qué mercadearon con unos votos que tenían que haber brindado gratis, con sentido de Estado, dejando para otro momento el legítimo juego político de ponerle precio a las cosas a la hora de buscar acuerdos.
Como este viernes decía María Jesús Montero, algunos partidos votaron No al estado de alarma el pasado miércoles con los dedos cruzados, rezando a su vez para que saliera el Sí.
De estos ataques, el gobierno no ha salido indemne pero ha resistido. La derecha va a tener difícil convencer a la gente trabajadora de que subir el salario mínimo es malo, o derogar la reforma laboral, o controlar el fraude laboral en sectores como el agrícola, o apostar por un Ingreso Mínimo Vital, cuya aprobación ha anunciado el presidente que se llevará a cabo en el Consejo de Ministros del próximo martes.
Produce tristeza comprobar que uno de los cabecillas del cabreo de los poderes fácticos es ni más ni menos que Felipe González Márquez. Cuenta Raúl Solís en La Última Hora que en el más reciente consejo de administración del grupo Prisa, el expresidente dijo textualmente que el impuesto a las grandes fortunas “es la gota que colma el vaso”, y es urgente y necesario echar a Podemos del Gobierno de coalición. Distintas fuentes coinciden en que añadió que hay que hacer hincapié en la discrepancias entre los miembros del Ejecutivo atribuyendo la culpabilidad a Iglesias y generar así inestabilidad. Seguro que estaría encantado con el okey de Casado, porque de esa manera, según su esquema, sería más fácil echar a Podemos del Ejecutivo.
Se entiende así bastante mejor la beligerancia de estos últimos días en la Cadena Ser de algunos tertulianos contra el Gobierno de coalición. Como Xavier Vidal Folch, por ejemplo, que llegó a decir el miércoles en antena, según cuenta Javier Lezaola, que todo lo que rodeaba a la negociación con Bildu para derogar de forma “íntegra” la reforma laboral era “un disparate mayúsculo que alguien tiene que pagar”. “O la firmante socialista del pacto (Adriana Lastra) se va a casa –añadió-, o el vicepresidente que firmó el pacto de gobierno (Pablo Iglesias) se retracta de lo que ha dicho o se va a casa o el presidente lo echa y anuncia una convocatoria de elecciones a medio plazo, cuando la desescalada y la pandemia sean más o menos controladas”.
En la misma línea, Zarzalejos consideraba que “en las próximas horas, el presidente tiene que hacer un descarte”, porque “esto no se puede quedar ni en el silencio ni diluirlo con argumentos que disminuyan el grosor que tiene esta crisis”.
Por no hablar del editorial de El País de este jueves en el que se podía leer textualmente: “Esta vez las cosas han ido demasiado lejos, y la única manera en la que podría contener la hemorragia política provocada por el acuerdo sobre la reforma laboral en un contexto impropio y con un socio inadecuado es depurando responsabilidades”.
Del frentismo hooligan que practican al alimón las radios mañaneras o los periódicos impresos El Mundo, La Razón y ABCni hablamos. Se van a tener que esmerar si no quieren que los medios de Prisa les acaben robando la clientela. La poca que les queda para repartirse entre todos, porque cada vez son más los ciudadanos que solo sintonizan música y pasan de rollos macabeos. Hartos ya de que quieran convencerlos de lo contrario de lo que ellos ven con sus propios ojos.
Cabreados de soportar a los pijos montando pollos, envueltos en la bandera de todos, y de esos jarrones chinos llamados Aznar y González. Aznar es peligroso, pero todo el mundo lo sabe. Felipe es mucho más peligroso porque todavía queda gente que cree en él.
El mundo real va por un lado y la derecha ultramontana y desestabilizadora por otro, las encuestas lo reflejan y parece que empiezan a darse cuenta ¿Tardarán mucho en rectificar, o seguirán votando que No con los dedos cruzados?
J.T.
El tsunami se nos podría haber llevado por delante con mucha más fuerza. Los muertos podrían ser diez veces más, la cadena de alimentación podría haber fallado en alguno de sus eslabones, es una tragedia sin discusión lo ocurrido en las residencias, las personas que han muerto solas y de cuyo fallecimiento nos hemos enterado porque los bomberos han derribado su puerta, pero de alguna manera intuimos que con la derecha en el poder las cosas hubieran ido bastante peor.
El miedo que la mayoría hemos pasado, y pasamos todavía, tiene que ver con la sensación de inseguridad que, como seres humanos, tenemos ante una enfermedad que afecta al planeta entero y que nadie sabe cómo demonios atajar.
En nuestro país, los más desfavorecidos tienen la sensación de sentirse defendidos por sus gobernantes. Hay cientos de miles de autónomos que han recibido prestaciones por primera vez, los afectados por Ertes, los que van a poder pedir préstamos en las situaciones ventajosas que ha decretado el Gobierno, saben que este quiere ayudarles y el miedo se lo tienen a los de siempre: a las instituciones bancarias, por ejemplo, que harán todo lo posible por complicar el papeleo, retrasar los trámites, y transmitirles así la sensación de que están desprotegidos.
Si la ciudadanía media nunca fue tonta, ahora que están su hambre y su salud en juego lo es menos que nunca. Esto se confirma cuando vemos quiénes son los que se manifiestan contra las decisiones del gobierno, a bordo de sus Audis A6 y sus Dacias Sendero, algunos incluso megáfono en mano en descapotables con chófer. La ciudadanía media sabe que las cosas son como las percibe en su vida personal y no como los medios de comunicación se empeñan en presentarlas, desde Televisión Española hasta la última hoja dominical predicando obstinados el apocalipsis.
Cuando la curva subía y subía, cuando muchas UCIS pusieron el cartel de “completo”, cuando hubo que elegir entre a quién salvar y a quién no, se llegó a vivir un momento de pánico que los desestabilizadores utilizaron para acojonarnos más de lo que ya estábamos.
La derecha sabía, o va sabiendo, que no cerrar filas con los gestores de la adversidad que nos ha tocado vivir era un arma de doble filo. Ya están empezando a comprobar que no les ha salido bien: no han conseguido sacar de sus casillas a ningún miembro del gobierno, ha intentado alimentar peleas entre ellos, se ha cebado en cualquier error, que los ha habido, aireándolo a los cuatro vientos y sobredimensionándolo. En palabras del ministro Illa, “la quiniela el lunes la acertamos todos”.
Muchos parlamentarios, y no solo los del PP y Vox, tendrán difícil explicar, a medida que vayan pasando los meses, por qué demonios pusieron tan difícil mantener el estado de alarma y por qué mercadearon con unos votos que tenían que haber brindado gratis, con sentido de Estado, dejando para otro momento el legítimo juego político de ponerle precio a las cosas a la hora de buscar acuerdos.
Como este viernes decía María Jesús Montero, algunos partidos votaron No al estado de alarma el pasado miércoles con los dedos cruzados, rezando a su vez para que saliera el Sí.
De estos ataques, el gobierno no ha salido indemne pero ha resistido. La derecha va a tener difícil convencer a la gente trabajadora de que subir el salario mínimo es malo, o derogar la reforma laboral, o controlar el fraude laboral en sectores como el agrícola, o apostar por un Ingreso Mínimo Vital, cuya aprobación ha anunciado el presidente que se llevará a cabo en el Consejo de Ministros del próximo martes.
Produce tristeza comprobar que uno de los cabecillas del cabreo de los poderes fácticos es ni más ni menos que Felipe González Márquez. Cuenta Raúl Solís en La Última Hora que en el más reciente consejo de administración del grupo Prisa, el expresidente dijo textualmente que el impuesto a las grandes fortunas “es la gota que colma el vaso”, y es urgente y necesario echar a Podemos del Gobierno de coalición. Distintas fuentes coinciden en que añadió que hay que hacer hincapié en la discrepancias entre los miembros del Ejecutivo atribuyendo la culpabilidad a Iglesias y generar así inestabilidad. Seguro que estaría encantado con el okey de Casado, porque de esa manera, según su esquema, sería más fácil echar a Podemos del Ejecutivo.
Se entiende así bastante mejor la beligerancia de estos últimos días en la Cadena Ser de algunos tertulianos contra el Gobierno de coalición. Como Xavier Vidal Folch, por ejemplo, que llegó a decir el miércoles en antena, según cuenta Javier Lezaola, que todo lo que rodeaba a la negociación con Bildu para derogar de forma “íntegra” la reforma laboral era “un disparate mayúsculo que alguien tiene que pagar”. “O la firmante socialista del pacto (Adriana Lastra) se va a casa –añadió-, o el vicepresidente que firmó el pacto de gobierno (Pablo Iglesias) se retracta de lo que ha dicho o se va a casa o el presidente lo echa y anuncia una convocatoria de elecciones a medio plazo, cuando la desescalada y la pandemia sean más o menos controladas”.
En la misma línea, Zarzalejos consideraba que “en las próximas horas, el presidente tiene que hacer un descarte”, porque “esto no se puede quedar ni en el silencio ni diluirlo con argumentos que disminuyan el grosor que tiene esta crisis”.
Por no hablar del editorial de El País de este jueves en el que se podía leer textualmente: “Esta vez las cosas han ido demasiado lejos, y la única manera en la que podría contener la hemorragia política provocada por el acuerdo sobre la reforma laboral en un contexto impropio y con un socio inadecuado es depurando responsabilidades”.
Del frentismo hooligan que practican al alimón las radios mañaneras o los periódicos impresos El Mundo, La Razón y ABCni hablamos. Se van a tener que esmerar si no quieren que los medios de Prisa les acaben robando la clientela. La poca que les queda para repartirse entre todos, porque cada vez son más los ciudadanos que solo sintonizan música y pasan de rollos macabeos. Hartos ya de que quieran convencerlos de lo contrario de lo que ellos ven con sus propios ojos.
Cabreados de soportar a los pijos montando pollos, envueltos en la bandera de todos, y de esos jarrones chinos llamados Aznar y González. Aznar es peligroso, pero todo el mundo lo sabe. Felipe es mucho más peligroso porque todavía queda gente que cree en él.
El mundo real va por un lado y la derecha ultramontana y desestabilizadora por otro, las encuestas lo reflejan y parece que empiezan a darse cuenta ¿Tardarán mucho en rectificar, o seguirán votando que No con los dedos cruzados?
J.T.
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