Muchos grupos de guasap están envenenando la convivencia. Las redes sociales andan endemoniadas y eso ayuda poco a la serenidad con la que necesitamos gestionar el espanto que estamos viviendo. Por si faltaba algo, la tele está desaprovechando la mejor oportunidad que ha tenido en su historia de dotar de sentido a su existencia y ofrecer el servicio público que siempre se esperó de ella.
El problema del veneno que destilan bastantes grupos de guasap, con todo el mundo practicando el copia y pega como si no hubiera un mañana, es la facilidad con la que se suelen asumir los bulos y la bilis que rezuman esos videos, fotos y memes que parecen multiplicarse por esporas. Son mentiras como castillos, pero cuelan porque hay miedo y si el miedo lo riegas con odio, el cóctel resultante ya nos lo podemos imaginar.
Los profesionales de propagar el pánico y el cabreo crean miles de cuentas nuevas en las que sus falsos titulares difunden las falacias y provocaciones que acaban llegando a nuestros teléfonos móviles. Es el método Bannon, como nos recuerda Julián Macías: si tienes liquidez y careces de escrúpulos puedes montar en las redes un pollo del carajo.
Resistir una crisis de las dimensiones de la que estamos viviendo es, ya de por sí, difícil para cualquier gobierno. Comprobar cada mediodía cómo se dispara la cifra de personas fallecidas no hay estómago que lo digiera fácilmente. Es como, si a diario, se estrellaran en España dos aviones 747. Muy fuerte, demasiado fuerte. Hiela la sangre constatar cómo el overbooking que padecen las Unidades de Cuidados Intensivos en los hospitales puede llevar a recurrir al triaje. Medicina de guerra.
Esto es una tragedia en toda regla, señores, y frente a ella resulta poco explicable que no seamos una piña, al margen de colores y tendencias políticas; asombra que no seamos capaces de aparcar por un tiempo la crispación y la mala leche para ponernos a currar juntos y doblarle el brazo a esta pesadilla cuanto antes.
Esto nos ha pillado en bragas a todos, no era predecible en absoluto y desde el reconocimiento de esa limitación es desde donde se debe trabajar para buscar salidas. Esta crisis gigantesca le ha tocado gestionarla al primer Gobierno de coalición que tenemos en España desde hace más de ochenta años. ¿Me quieren decir que alguno de los gobiernos de los cuarenta que llevamos de democracia lo hubiera hecho mejor? Lo dudo mucho, y creo que también lo dudan los mismos que no desaprovechan ni un segundo para lanzarse a la yugular de los actuales gestores. No me quiero ni imaginar cómo estarían siendo las cosas en materia de transparencia, de libertades, de medidas de ayuda social o de política laboral, entre otros muchos asuntos, si en la Moncloa estuviera el Partido Popular.
En una situación así, todos lo sabemos, hagas lo que hagas, tienes muchísimas posibilidades de meter la pata con frecuencia: has de tomar infinidad de decisiones cada día y sería estadísticamente insólito acertar siempre. No se le puede dejar de presuponer la buena fe al gobierno de coalición encargado de gestionar esta crisis. Me parece pornografía pura escuchar cómo Casado, Abascal y compañía parecen esperar ansiosos la más mínima pifia para acto seguido airearla a los cuatro vientos y comprobar luego cómo sus cortes de voz abren informativos y portadas de periódico relegando a segundo término la información que todos buscamos, que se resume básicamente en conocer cómo llevar mejor todo lo que nos está pasando y cuándo y cómo puede acabar remitiendo esta pesadilla. Me parece delincuencia pura que haya responsables políticos de algunas autonomías que en lugar de cerrar filas con el Gobierno de coalición se dediquen a poner palos en las ruedas de la bicicleta. Nosotros muriéndonos a centenares y ellos jugando a ver quién mete mejor el dedo en el ojo.
Luego llegan las redes y los grupos de guasap contagiando el veneno y la insidia a mayor velocidad casi que la propagación del propio virus, insultando, amenazando y llenando el aire de dudas y mal rollo. Y para remate, la tele: me pongo en el lugar de tanto anciano cuyo único medio de información es la televisión y me los imagino temblando horrorizados con el panorama que cada mañana pintan programas como el de Quintana o Griso. Minerva Piquero ponía el otro día el dedo en la llaga con un dramático SOS en su cuenta de twitter: “no acojonéis más a nuestros mayores, por favor, decía, ¿de verdad no podéis ofrecerles información que los entretenga, los distraiga, los alivie? ¿No os da vergüenza tenerlos asustados temiendo ser ellos los próximos en caer?”
Unos acojonando y otros poniendo a caldo sin parar al gobierno de coalición, unos con el desvergonzado “nosotros ya lo sabíamos” cuando no tenían ni puñetera idea y otros, como Pedrojota, yendo más lejos aún y proponiendo, en su línea desestabilizadora de siempre, la formación de un gobierno de concentración.
Vamos a ver, ¿de verdad no podemos bajar el balón al suelo un ratito, chicas y chicos? Ya que no sabemos cómo puñetas va a acabar esta historia, ya que cada vez nos cuesta más reírnos de algo, ¿no podríamos aparcar las miserias por unos días? ¿El Gobierno de coalición lo podría estar haciendo mejor? De eso no tengo ninguna duda, pero tampoco la tengo de que si fuera el PP quien se encontrara al frente de la gestión, esto sería ahora mismo una ruina. ¿Acaso nos hemos olvidado ya del 11-M, el Prestige, el Yak-42 o la guerra de Irak? Y eso sin hablar de corrupción, de rescates bancarios ni de cloacas.
J.T.
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