viernes, 12 de febrero de 2016

La Andalucía municipal corrupta. Aquellos años de leche y miel

Caían como moscas. Te llamaban tus contactos de Madrid: Oye, Juan, madruga mañana y vete a Estepona, que van a detener al alcalde. Y tú madrugabas, mucho, cogías el micro, la cámara y el trípode, llegabas a primera hora al barrio… y allí estaban ya los coches camuflados de la policía. Poco después, conseguías el plano del sospechoso saliendo de su casa, esposado, camino del vehículo que lo llevaría a presenciar el registro de su despacho en el Ayuntamiento. Luego a los juzgados y horas después a la cárcel acompañado de varios concejales, funcionarios y algún que otro empresario, por lo general constructores de acá y de acullá. La secuencia se repetía, prácticamente idéntica, en todos los casos. Y fueron muchos.

A partir de ahí, varios meses entre rejas, o incluso años en alguna ocasión; luego libertad provisional y más tarde juicio por presunta prevaricación, estafa, malversación de fondos públicos, cohecho, blanqueo, maquinación para alterar el precio de las cosas... cosillas de andar por casa. Tiempo después llegaba la sentencia, por lo general condenatoria aunque no siempre, y del dinero nunca más se supo. Un tiempo en el trullo y luego a vivir.

Allá por los años 2005-2009, quizás para no ser menos que en Valencia, Madrid o Catalunya, rara era la semana en Andalucía en que no caía algún alcalde. Había quienes, como el de Alhaurín el Grande, salían de los juzgados gritando improperios contra Zapatero; otros, avergonzados, agradecían los generosos gabanes que tapaban sus esposas... Lo más gordo fue lo de Marbella en 2006, con un alcalde y una alcaldesa en la cárcel, toda la corporación detenida y el ayuntamiento en manos de una gestora que sudaba tinta para afrontar los gastos corrientes. Ni para papel higiénico dejaron los aventajados alumnos de Jesús Gil.

En el Ejido tampoco se quedaron cortos, ni en Jerez, donde el andalucista Pedro Pacheco, que gobernó la ciudad durante ¡veinticuatro años! está ahora mismo en la cárcel igual que la socialista Pilar Sánchez, seis años alcaldesa. En cuanto a María José García-Pelayo, regidora por el PP otros seis años, anda por Madrid: blindada como vocal en la Comisión de Interior, portavoz adjunta en Igualdad y vicepresidenta de la Comisión de Sanidad y Servicios Sociales en el Congreso. Tres coartadas por falta de una. No es solo Rita Barberá la que busca paraguas para mantenerse aforada el mayor tiempo posible.

De la Junta y sus chanchullos, si os parece, hablamos otro día para no hacer esto eterno. Con los ayuntamientos tenemos bastante por hoy, con esas decenas y decenas de municipios andaluces que tienen miembros de sus corporaciones con causas pendientes en los juzgados. Y lo que te rondaré morena. Como "Confidencial Andaluz" se está encargando de publicar, aún colean múltiples asuntos que van desde Albox hasta Almonte y de Roquetas de Mar hasta el Puerto de Santa María. Le ha salpicado a todos los partidos, a todos los colores, a pueblos pequeños y grandes, a tirios y a troyanos…

A riesgo de ser tildado de ingenuo, permitidme una pregunta: ¿Por qué tantos durante tanto tiempo decidieron que la manera en que había que actuar era esa? Pilar Sánchez, alcaldesa de Jerez entre 2005 y 2011, y actualmente en prisión tras ser condenada a 4 años por malversación, falsedad en documento oficial y prevaricación, lo intentaba justificar de esta manera hace pocos días:

“El error de fondo -explicaba Sánchez- estaba muy claro: una política basada exclusivamente en el ladrillo y en la burbuja inmobiliaria. Si había problemas se vendía suelo y se pensaba que el Ayuntamiento era la primera empresa de la ciudad y todo el mundo entraba. Si pertenecías a una hermandad, asociación de vecinos… entraban por la puerta de atrás y los problemas se solucionaban con más ladrillo. Cambiar los términos era muy difícil. La mayor parte de la plantilla eran trabajadores sin cualificación y había que cambiar la concepción empresarial de la ciudad. Todos éramos conscientes de que la ciudad tenía que cambiar y ser adulta y no todo el mundo queriendo meter a un familiar en el Ayuntamiento”.

¿Y a nadie se le ocurrió que tan infames prácticas acabarían teniendo fecha de caducidad y que con eso había que acabar sin contemplaciones cuanto antes sin esperar a abrir telediarios con policías y guardias civiles saliendo de las instituciones con ordenadores requisados y transportando enormes cajas repletas de documentos? Con tan fangoso panorama, ¿será posible alguna vez hacer borrón y cuenta nueva? ¿Podrá empezarse de cero algún día o más vale darlo por imposible ya para siempre?

Me avergüenza que esta etapa de la historia de Andalucía, y de España entera, pase a los libros y a la posteridad como una época donde algunos consideraron normal robar a manos llenas, cobrar comisiones por otorgar concesiones, enchufar a la familia, practicar el tráfico de influencias, pegarte la gran vida gracias a la política y luego darte por ofendido cuando acababan pillándote con el carrito del helado.

Si no fuera porque he sido testigo directo de múltiples episodios de este tipo, estaría tentado a pensar que los soñé, que todo fue una pesadilla. Dada la ingenuidad que me caracteriza, me gustaría vivir lo suficiente para celebrar, por ejemplo, el quinto aniversario del último día en que detuvieron a un alcalde por corrupción. Se conoce que hoy tengo el día bastante optimista.

J.T.


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