miércoles, 30 de julio de 2014

La "Epístola" de Artur Mas a sus atónitos conciudadanos


Lectura, desde la Galería Gótica del Palacio de la Generalitat, de la Primera Carta del apóstol Artur Mas a los tarraconenenses, barceloneses, leridanos y gerundenses tras los terribles acontecimientos acaecidos en Catalunya el pasado día de Santiago, patrón de España, manda narices qué casualidad:


Hermanos,

Si hoy compareciera ante vosotros y no manifestara pena por lo que está sufriendo mi admirado Jordi Pujol desde el día 25, cuando asombró al mundo entero tras admitir haber defraudado al fisco durante más de 30 años seguidos, si esto no me entristeciera, ya podría yo hablar todas las lenguas de los hombres y de los ángeles que no sería más que un metal que resuena o un platillo que retiñe.

Ya podría tener yo el don de la profecía y conocer todos los misterios y toda la ciencia, ya podría tener toda la fe en mi padre político, que la tengo, una fe capaz de trasladar montañas... que si no tuviera compasión, no sería nada.

Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no rindo reconocimiento hacia aquel que hizo posible que yo esté donde estoy, no serviría de nada.

Alejo la rabia de mí. La rabia perturba, la rabia es mala, la rabia nubla el conocimiento e impide la mesura y el sosiego, tan imprescindibles en momentos como éste.

Os exhorto a la pena y la compasión, porque ambas son cualidades del alma emparentadas con el afecto, con el reconocimiento, con el amor. Ese amor que todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Os aseguro que mi querido mentor mantiene una actitud de colaboración absoluta para que el daño, por lo que ha confesado haber hecho, sea el menor posible.

El daño no se puede obviar, el daño existe. Por eso, para disminuir ese daño todo lo que él podría tener como atributos (de ex presidente de la Generalitat, miembro fundador de Convergència, de CiU...), a todo renuncia, de todo se desprende, todo queda a partir de ahora sin efecto. Se convierte en un ciudadano más que nada quiere, nada pide, nada reclama.

El dolor es inmenso. No conozco detalles ni me interesan. Son momentos muy duros, no solamente para él, que lo son mucho, sino que lo son también anímica y personalmente para muchos de nosotros. El dolor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá, pero el dolor permanecerá.

Al retomar la "feina", es muy doloroso pasar por encima de cualquier persona, por relevante que sea, y esto también incluye a Jordi Pujol, cuando la prioridad es defender un país que somos todos, en nuestro caso siete millones y medio de catalanas y catalanes.

En momentos como éste es cuando hay que ser más compasivos, hermanos tarraconenses, barceloneses, leridanos y gerundenses. Porque la compasión, como el amor, es paciente, es servicial; no es envidiosa, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia sino que se regocija con la verdad.

Y nuestra verdad ahora es continuar con nuestras tareas, buscar un camino de entendimiento para poder llevar a cabo la consulta el próximo 9 de noviembre, por mucho que Rajoy se empeñe en hacer oídos sordos a este asunto en mi visita de este miércoles a la Moncloa.

Las contrariedades fortalecen. Esta es una piedra más en el camino. Una piedra enorme, pero solo una piedra. Un escollo más que pondrá a prueba y reforzará nuestra convicción y nuestro coraje. Hoy más que nunca, y en honor a mi padre político a quien, a pesar de sus flaquezas, tanto le debe la ciudadanía catalana, seguiré luchando para que nada nos turbe ni nos perturbe, para que nada nos distraiga de nuestro objetivo.

Nos enfrentaremos tanto al contratiempo en que nos sume la confesión de Jordi Pujol, como al sinfín de adversidades que habremos de superar en los próximos meses para continuar con nuestra hoja de ruta. Y lo haremos con una fe sin límites, una espera sin límites, un aguante sin límites. La tenacidad, como el amor, no pasa nunca.

Palabra de Artur


P.D. Aclaración no sé si necesaria pero, por si acaso, suficiente: He metido en la coctelera, por un lado, las palabras pronunciadas este martes por Artur Mas durante su comparecencia para comunicar el fin de las prebendas de las que disfrutaba Jordi Pujol, y por otro un fragmento de la primera carta de Pablo a los Corintios (13, 1-13), que a muchos os sonará de alguna boda, porque es la epístola que se suele leer en las iglesias católicas cuando la gente se casa. Luego las he agitado a conciencia, con el preceptivo celo y el imaginable cariño, y esto es lo que ha salido. Voilà.
J.T.

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