viernes, 11 de julio de 2014

4 apuntes al natural de la España real, no la del PP

Me llama mi amigo Carlos, de La Línea de la Concepción. Su mujer trabaja en una tienda de ropa de Gibraltar y su hija mayor en una gasolinera también del Peñón. Él perdió su trabajo hace cinco años, tiene ahora 49, y no encuentra curro ni a este lado de la verja ni al otro. Parado, desesperado y criminalizado por los voceros del pp.
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- Desde que gobiernan estos peperos, querido Juan, me dice, temblamos cada vez que llega el verano. Con tal de tocarle los cojones a los gibraltareños, al final nos acaban acojonando a nosotros. Leemos a sus portavoces, el ABC o La Razón, y se nos abren las carnes con sus clarines de guerra. ¿Por qué no se dan una vuelta por aquí, en lugar de escribir desde Madrid, y hablan con nosotros y ven cómo sobrevivimos? ¿Tan difícil es darse cuenta que si no fuera por Gibraltar, miles de españoles de la Bahía de Algeciras estaríamos muertos de hambre, porque no hay manera de encontrar trabajo en ninguna parte? Al menos así a mi hija la tengo cerca, porque si no tendría que haberse ido ya al extranjero. Ella o todos con ella, como le pasó a tanta gente cuando Franco cerró la verja, ¿te acuerdas? De tener casi cien mil habitantes, La Línea pasó a quedarse con sesenta mil. Otra vuelta de tuerca y aquí solo quedarán los que se dedican a la droga o al contrabando de tabaco. Toda la vida llevamos así, amigo, y lo peor es que sabemos que seguirán ladrándose y pegándose patadas en nuestros culos por los siglos de los siglos.
Hablo con Rafa, amigo de Ceuta desde los tiempos de Perejil:
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- Esto está mucho peor que cuando tú andabas por aquí, Juan. ¿Has visto la última EPA? Treinta y dos por ciento de paro en Ceuta, que se duplica en el caso de los menores de 25 años, ¡sesenta y tres coma cuatro por ciento de jóvenes sin trabajo! El CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) siempre lleno, el paso fronterizo cada vez más conflictivo y para remate lo de los sirios, ¿no te has enterado? Como unos cien ciudadanos de aquel país, familias enteras, que llegaron hace meses huyendo de la guerra de Siria y que reclaman ser tratados como refugiados. En el CETI no quieren estar y no les dejan pasar a la península. Se han instalado en la plaza de los Reyes, delante de la Delegación del Gobierno y ahí están, formando parte del paisaje desde hace más de dos meses y sobreviviendo gracias a la ayuda de la gente de Ceuta. No tienen trabajo, pero les prestan las tiendas de campaña y hasta comparten con sirios la comida de la que disponen. Pero las autoridades ni puto caso. Ni para echarlos, ni para solucionarles el problema.
Mi colega Ángel, de Sevilla, tiene muchos motivos para estar indignado, pero el que le ocupa últimamente es el de la corrala Utopía y la suerte de aquellas familias que fueron desalojadas por la policía un domingo por la mañana de hace tres meses.
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- ¿Te acuerdas, Juan, de la que se montó aquel día tras el desalojo y de la solución que se le dio al asunto? Los rifirrafes entre unos partidos y otros, la criminalización de algunos de los okupas, las críticas al realojo provisional a las familias que estaban en riesgo de exclusión? Un pollo del carajo que casi estuvo a punto de hacer saltar por los aires hasta la coalición de gobierno… Pues bien, ahora, tres meses después, resulta que todo estaba bien hecho, el TSJA(Tribunal Superior de Justicia de Andalucía) avala el realojo y descarta rotundamente que tuviera significación penal, pero nadie se hace eco de esta resolución. Como si no hubiera pasado nada. No existían ni motivos para el follón que se montó, ni razones para criticar la solución, ni argumentos para estigmatizar a algunos de los vecinos como se hizo. Pues bien, ahora silencio. La cagaron y nadie pide perdón, ni dice “lo siento, me he equivocao”, algo…” A quién se le ocurre, con la que está cayendo, reivindicar –y hasta intentar practicar- una política social decente, le contesto.
Mi querido Jesús, en Almería, me cuenta que está contento con el Economato Solidario que han montado entre cuatro pueblos de su comarca, el bajo Andarax.
- Parece un buen invento, me dice. Las familias que no tienen un trabajo y que cobran un subsidio, tienen la opción de llenar el carro de la compra con alimentos básicos por unos doce o quince euros, la cuarta parte del precio de lo que adquieren. No es el gratis total de otros proyectos de Cáritas, pero se pueden proveer cuando lo necesitan y no solo cuando hay reparto. Además, les permite sentirse mejor, con su dignidad quizás algo menos tocada. Acuden, por ejemplo, familias que pidieron préstamos para que su negocio no se fuera a pique, esperando remontar con el paso de los meses, y que al final lo perdieron todo. O familiares de dependientes que vivían del dinero que les adjudicaban para cuidar al enfermo y que, cuando éste finalmente muere, se quedan sin recurso alguno para comer salvo el subsidio cuando existe…
Estas cuatro conversaciones las mantuve entre el miércoles y el jueves de esta misma semana. Es mi particular y modesta radiografía del país, realizada a través de las cosas que me cuenta gente cercana. Me he limitado a transcribirlas tal cual. Resumidas, claro. He omitido, entre otras cosas, los insultos a Montoro, quien por los mismos días en que yo conversaba con mis colegas, el todavía ministro de Hacienda se permitía hablar de “círculos virtuosos”, “asombro al mundo” y hasta proclamaba ufano el advenimiento de los días en que manará leche y miel porque, según él, la crisis ya ha terminado.
J.T.

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