jueves, 1 de mayo de 2014

Otro primero de mayo descafeinado




He ido a la manifestación del primero de mayo como mi madre va a misa: con fe y resignado a que nadie de la familia me acompañe. A mi familia, a mis amigos, decenas en Barcelona donde me encuentro estos días, les anuncié con tiempo que este jueves yo estaría en la manifestación. A las doce. En Plaza Urquinaona. No ha aparecido ninguno.

Veo el panorama, miro los eslóganes, recorro la vía Laietana entre pancartas y consignas descafeinadas, escucho a los líderes de los sindicatos mayoritarios en el atril instalado frente a la catedral…. busco argumentos con los que poner los dientes largos a quienes podrían haberme acompañado y no lo han hecho: no los encuentro.

Falta “trempera”, todo son lugares comunes, victimismos, frases hechas y liturgia repetitiva, como las misas a las que acude mi madre. Como dice mi amigo Boni, “un primero de mayo costumbrista, rutinario, desmovilizador, discontinuo y litúrgico como nos proponen los sindicatos mayoritarios” no parece que sea el camino.

En la mani de Puertollano (Ciudad Real) el generoso recuento habla de mil doscientas personas protestando en una ciudad donde, sólo en los últimos tres años, han dejado en la calle a más de dos mil trabajadores. Si en las setenta manifestaciones de esta jornada ha ocurrido algo parecido, si éste es el panorama, entiendo que Mariano y sus chicos continúen fumándose un puro mirando al tendido y con el “Marca” en la mano.

Han tenido lugar, además, convocatorias paralelas, porque no se consigue siquiera encontrar el camino para que todas las organizaciones acudan juntas a una movilización en condiciones que incomode seriamente a quienes nos esquilman y chulean. Falta magia, imaginación, capacidad de motivar...

Falta contundencia, en definitiva, por no decir que faltan huevos. El panorama en la explanada de la catedral de Barcelona al terminar la manifestación era tan melífluo y tan light que si nos hubiéramos puesto a bailar sardanas, como se suele hacer los domingos en ese mismo lugar, no hubiera desentonado en absoluto.

Quiero, deseo y espero que estos sindicatos mayoritarios, tan imprescindibles como dormidos, despierten de una puñetera vez de su sospechoso e inquietante letargo y nos proporcionen, a quienes nunca faltamos a la cita del primero de mayo, razones y argumentos para conseguir que el año que
viene nos acompañen esos familiares y amigos a los que, tampoco esta vez, ha habido manera de convencer para que acudan. Como dice Miguel Ángel Aguilar, “el fracaso de los sindicatos deteriorará la situación”… aún más.

J.T.

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