martes, 16 de abril de 2013

El buen periodismo tiene asegurado su futuro

Hay dos maneras de afrontar el ejercicio del periodismo: desde la fe en lo que se hace, para lo que es necesario ser dueño de un enorme caudal de confianza y seguridad en uno mismo, o desde la mentalidad de un currante temeroso por la pérdida de su puesto de trabajo.

Los primeros tendrán una vida más complicada pero más digna.

Yo recomiendo la siguiente actitud, a pesar de todos los pesares:
1. Tengo tanta suerte que me pagan por lo que me gusta hacer
2. Lo que sucede a mi alrededor es una puesta en escena tan formidable que a un Almodóvar o a un Spielberg les costaría una pasta producirla.

Esa es la esencia. Imprescindible también, por supuesto, estar dispuesto a pagar el precio, no tenerle miedo a las consecuencias que puede llegar a tener aquello que cuentas. La grandeza del oficio periodístico es precisamente ESTAR en el sitio donde ocurren las cosas. Poder ser testigo privilegio y contarlo tal como lo ves.

Impuesto revolucionario: lidiar con toda una estructura empresarial que, cual monstruo de mil cabezas y con escasas excepciones, ha decidido crecer al abrigo del desarrollo de un objetivo único: vender carnaza. Si se trata de televisión ya se riza el rizo: carnaza con presencia de alguien en el sitio, a ser posible metiendo el dedo en el ojo, en la llaga o donde más duela. Lo demás, por lo general, suele importar bastante poco.

El buen periodista debe buscar siempre dotar a su trabajo del mayor valor añadido posible. Al margen del medio para el que trabaje, el profesional de la información crea valor para sí mismo, para su prestigio, para su credibilidad, para la confianza en su solvencia. Y ése es su patrimonio, su valor de cambio. Esa manera de hacer las cosas es la que no perderá mercado nunca. La información, la buena información, es un bien necesario que siempre será buscado.

Por eso, aunque no corran buenos tiempos para romanticismos ni utopías, los periodistas de verdad, los que insistan en contar historias bien contadas se salvarán de la quema. El buen periodismo tiene perfectamente asegurado su futuro.

J.T.

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