Desde primeros de diciembre, las redacciones de los periódicos españoles empezaban a recibir cada año, sobre todo las secciones de economía, abultados paquetes que, hasta que sus afortunados destinatarios acababan llevándoselos a casa, quedaban amontonados al pie de las mesas de redacción: cajas de licor, mantecados, polvorones, jamones en algunos casos, incluso cestas de navidad completas con sus latas de espárragos y todo, y donde no faltaba nunca tampoco la correspondiente ración de piña en almíbar.
Los críticos de libros no compraban nunca un libro ni los de música un disco. Por no hablar del acceso libre a todo tipo de espectáculos musicales, cinematográficos o teatrales con pareja incluida. Hace muchos años que dejé de moverme por esos circuitos, así que desconozco cómo andarán las cosas ahora que los sueldos son mucho más miserables aún que hace treinta años.
José María García, que en unos asuntos para bien y en otros para mal, revolucionó la manera de informar sobre deportes desde que, junto a Manuel Martín Ferrand, fundó Hora 25 en la Cadena Ser, suele contar a quien quiera escucharlo (por you tube andan sus declaraciones) que en cierta ocasión, harto Florentino Pérez de su beligerancia, llegó a preguntarle directamente: “¿Cuánto cuesta que mires para otro lado”. Según él, fue la única vez que le ocurrió en su vida.
Se suele citar a Florentino Pérez como el hombre todopoderoso que anda detrás de la mayoría de las conspiraciones, deportivas y no deportivas, existentes en nuestro país pero, por supuesto, no es el único. No es el único a quien muchos comunicadores le bailan el agua, no es el único al que apenas se le incomoda, no es el único cuyos exabruptos magnetofónicos son vetados en la mayor parte de los medios, tampoco el único a quien se le postran de hinojos cierta parte de quienes mueven los hilos de la información en España.
Como en cierta manera los modos y usos del periodismo deportivo acaban repercutiendo en cómo se trabaja en otros negociados de la información, podría decirse que hemos pasado del periodismo de las prebendas y de los “sobre-cogedores” al de los acojonados de la vida, genuflexos incondicionales de unos y a la vez irredentos enemigos de otros que, cuando gritan o se insultan entre ellos en programas como El Chiringuito o la Sexta Noche, Anas Rosas y compañía, quizás no estén pensando en la recompensa tangible, sino en complacer a aquellos de quienes depende seguir cobrando la nómina. De aquel dudoso “privilegio” de las prebendas puede que hayamos pasado directamente al “miedo al frío que hace fuera”.
Aún así, si las viejas costumbres de la época de mi amigo Antonio el camarógrafo no continúan todavía vigentes, a veces lo parece porque muchos presuntos periodistas que insultan al Gobierno sin parar no puedo evitar que me recuerden, ellos y quienes les pagan, a esos policías corruptos de países tercermundistas cuando te dan el alto y te atosigan hasta la extenuación con un único objetivo: que al final te rindas y termines haciendo la pregunta mágica: “¿Cuánto es?”
J.T.
Publicado en "Confidencial Andaluz"
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