sábado, 14 de agosto de 2021

Andalucía merece mejor suerte

Es grave que los postulados de la ultraderecha hayan calado tanto en algunas comarcas de Andalucía desde que gobierna el PP. No es bueno para ningún sector desfavorecido: ni para los inmigrantes, tampoco para las víctimas de la violencia de género, ni para la educación, ni para la mejora de los servicios sociales, ni para -a la vista de los resultados- atraer inversiones que signifiquen prosperidad…

Me cuesta entender que el socialismo estuviera más de treinta y cinco años en el poder y dejara en Andalucía tantos deberes sin hacer  poniéndole así tan en bandeja la gestión a la derecha y a la ultraderecha. No solo eso, sino que potenciara costumbres y valores que ni en la rancia España franquista tuvieron nunca tanto predicamento. Si en 1976 me llegan a decir que las procesiones de Semana Santa, por ejemplo, acabarían teniendo la notoriedad de la que gozan hoy día en todos los pueblos y ciudades andaluzas no hubiera dado crédito. Nada de incomodar a la iglesia, ni a las cofradías, ni a las familias de rancio abolengo que partían el bacalao en cada provincia, ni a los colegios concertados, ni a los constructores corruptos, ni a los presidentes de equipos de fútbol por muy controvertidos que estos fueran…

En la comunidad donde más peso tiene el fenómeno de la inmigración, donde más magrebíes y subsaharianos hay trabajando en condiciones precarias -ilegales en buen número de casos-, en la región a cuyas costas han llegado miles de pateras en los últimos treinta años, el partido que estuvo en el poder desde los primeros ochenta hasta casi el 2020 no resolvió ni puso en marcha una política de inmigración que garantizara un buen futuro a esos miles y miles de personas muchas de ellas ya con hijos aquí, que tendrán nietos pronto y que vinieron para quedarse.

Los socialistas no acabaron con el señoritismo, ni siquiera le pusieron freno, ni con las grandes tierras improductivas, ni con las inercias que durante tantos años nos hicieron más pobres y menos competitivos que otras muchas regiones de España. Hicieron pactos con empresarios y sindicatos, sí, con los que probablemente frenaron un desastre mayor, pero nuestra curva de crecimiento en los tiempos menos malos siempre estuvo por debajo de la mayoría de territorios españoles.

No supieron cómo enfrentarse a la marcha de empresas que dejaban en mantillas buena parte de la actividad económica que teníamos (Delphi, Santana Motor, Astilleros, Minas de Riotinto...) y no se les ocurrió otra cosa que inventarse los expedientes de regulación de empleo para comprar paz social y que no se les alborotara el gallinero. Teníamos pocas empresas y tuvimos menos. No crecimos. Ni el vino, ni el algodón ni el girasol salían a cuenta. Si me apuran, ni el aceite. Había que estar subvencionados, con la PAC (Política Agraria Común) por un lado y con el PER (Plan de Empleo Rural) por otro para que las zonas agrarias no acabaran quedándose desiertas. El objetivo era mantener el poder a base de tener contentos con subvenciones los votos que convenía asegurarse.

Pan para hoy y hambre para mañana. Nada de modernización, nada de inversión para el futuro en la tierra con mejor clima, con mejor sol, con un patrimonio para sacarle partido por los cuatro puntos cardinales… y solo pensamos en el turismo y en la construcción. Que el fascismo se reprodujera aquí mejor que en cualquier otro lugar era algo predecible y casi inevitable.

Las fresas en Huelva y los tomates en el Poniente almeriense estaban en manos de minifundistas analfabetos con miedo a la preparación y la capacidad de las personas a quienes se veían obligados a emplear (cualquier inmigrante de El Ejido habla árabe, francés y español como mínimo mientras muchos de sus empleadores se limitan a pegarle patadas al diccionario de la lengua española cada vez que abren la boca).

La llegada de la derecha al Palacio de San Telmo estaba cantada. Como parece cantado también que puede que se queden un buen tiempo. La izquierda en Andalucía ha despilfarrado un patrimonio único que podía haber convertido esta tierra en una de las más prósperas de toda España. Se hizo el AVE, se hizo la Expo y luego todo murió.

Habría que pedirle cuentas a quienes se dedicaron a mantener las cosas como estaban, a perpetuarse en el poder como prioridad máxima relegando todo lo demás a segundo plano. Habría que pedirle cuentas por todo eso a aquellos socialistas y a sus sucesores, quienes ahora ejercen la oposición parlamentaria, más vigor y más punch a la hora de controlar al gobierno autonómico del PP. ¿O la falta de gancho se debe a la falta de experiencia? Claro que si no se supieron controlar a sí mismos durante los muchos años que ocuparon el poder, se entiende que no sepan hacerlo con quienes lo ocupan ahora ¿O están conchabados?

En Andalucía, el relevo en el poder no había ocurrido hasta enero de 2019. Igual ahora para lo único que trabajan PSOE y PP es para perpetuarse. Si yo salgo entras tú y que el espectáculo continúe. No me extrañaría nada ¡Viva el bipartidismo forever! Tal como actuaron los socialistas y como lo hacen ahora los populares da la impresión de que los verdaderos problemas de Andalucía les importan un pimiento. Por mucho que cada 28 de febrero conmemoremos el referéndum y por mucho que cada 4 de diciembre recordemos la gran manifestación por la autonomía andaluza que le costó la vida en Málaga a un joven llamado García Caparrós.

J.T.

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