“Si usted puede esperar, España no puede”, dicen los socialistas arrogándose la representación total del país ¡¡TRAMPA!! Claro que no es bueno esperar, por eso hay que pactar. Y no basta con que no haya investidura en septiembre, porque repetir elecciones, como bien saben ellos, también lo alargaría todo indefinidamente. Pero para pactar hay que ser audaz, y si alguna vez lo fue, Sánchez ya no parece serlo.
Escribía este domingo Rafael Simancas que presionar a Sánchez, retrasar la investidura o repetir elecciones, son “juegos tácticos tan comprensibles como evidentes, pero absolutamente inaceptables desde la perspectiva del interés general.” ¡Pero si es lo que están haciendo los socialistas! ¿A quién quieren engañar?
Tras superar golpismos en casa y furibundos ataques desde todos los ángulos del tablero, el actual presidente en funciones nos hizo creer que por fin el PSOE iba a hacer una política de izquierdas, pero eso parece que ya es historia. Ahí sigue cautivo de la larga sombra de los dinosaurios de plantilla (Felipe, Guerra, Bono, Lambán, Page y compañía) y de la presión de la maquinaria del aparato del partido en provincias, pueblos y buena parte de agrupaciones, donde se le continúa considerando un intruso.
Diseminados por las tertulias de todo color y condición, propagandistas disfrazados de tertulianos machacan mañana, tarde y noche para convencernos de la necesidad de lo que han dado en llamar "un gobierno europeísta y estable".
La Vanguardia apunta este lunes que el miedo a la discrepancias sobre Catalunya en el seno del Consejo de Ministros es "una de las razones de más peso" para rechazar un gobierno de coalición con Podemos. Se resucita así lo ocurrido en el comité federal del 28 de diciembre de 2015, cuando se prohibió expresamente a Sánchez pactar con quien en su programa llevara el reconocimiento del derecho a decidir. Pero mienten y lo saben, porque si no fuera esto, sería otra cosa.
Puede que, en algún momento, Pedro Sánchez piense que no cediendo ante Podemos se va a ganar a los muchos que no lo quieren en su partido, pero está muy equivocado. No han tenido más remedio que votarlo con la nariz tapada, pero no parecen dispuestos a retirarse a sus cuarteles y dejarlo trabajar tranquilo. Nunca lo van a querer porque no piensan perdonarle que los dejara en evidencia por dos veces, que les ganara el pulso cuando quisieron mandarlo a los infiernos para siempre y no tuvieron éxito.
Tiene la oportunidad ahora, si se atreve, de convertir al PSOE en un partido de futuro, pero le resultará difícil si su apuesta es molestar lo menos posible a quienes tantas veces le han hecho la cama. En el colegio electoral madrileño donde voté el 28A, me entretuve observando la edad de quienes elegían papeletas socialistas y muy pocos de los que lo hacían eran menores de cincuenta años. Si en el PSOE no entienden que solo con canas no se llenan las urnas, a medida que los pensionistas se vayan muriendo irán disminuyendo sus posibilidades.
Puede perder Sánchez una magnífica oportunidad de modernizar el partido y también de ilusionar al país. Tiene la obligación histórica de transmitir aire fresco en sus gestos, en sus modos y en sus actitudes. Como amagó hace un año, tras ganar la moción de censura, con el nombramiento de un gobierno competente y paritario.
No debe permitir que las trabas de esos poderes de los que tanto se habla en abstracto y en sordina impidan las innovaciones. Hacerlo así es tener miedo, y si hay un momento en que no debe haber lugar para el miedo es justo este que estamos viviendo.
Ahora que Europa está más presente que nunca en nuestro día a día y que nuestro país gana influencia en las decisiones de Bruselas, es necesario actuar con la mayor firmeza posible para enterrar para siempre el franquismo y encarar sin remilgos los problemas territoriales pendientes. No puede ser, una vez más, que Catalunya sea la coartada para no pactar ¿Qué fue de aquella audacia que en algún momento Sánchez nos hizo creer que tenía?.
J.T.
Escribía este domingo Rafael Simancas que presionar a Sánchez, retrasar la investidura o repetir elecciones, son “juegos tácticos tan comprensibles como evidentes, pero absolutamente inaceptables desde la perspectiva del interés general.” ¡Pero si es lo que están haciendo los socialistas! ¿A quién quieren engañar?
Tras superar golpismos en casa y furibundos ataques desde todos los ángulos del tablero, el actual presidente en funciones nos hizo creer que por fin el PSOE iba a hacer una política de izquierdas, pero eso parece que ya es historia. Ahí sigue cautivo de la larga sombra de los dinosaurios de plantilla (Felipe, Guerra, Bono, Lambán, Page y compañía) y de la presión de la maquinaria del aparato del partido en provincias, pueblos y buena parte de agrupaciones, donde se le continúa considerando un intruso.
Diseminados por las tertulias de todo color y condición, propagandistas disfrazados de tertulianos machacan mañana, tarde y noche para convencernos de la necesidad de lo que han dado en llamar "un gobierno europeísta y estable".
La Vanguardia apunta este lunes que el miedo a la discrepancias sobre Catalunya en el seno del Consejo de Ministros es "una de las razones de más peso" para rechazar un gobierno de coalición con Podemos. Se resucita así lo ocurrido en el comité federal del 28 de diciembre de 2015, cuando se prohibió expresamente a Sánchez pactar con quien en su programa llevara el reconocimiento del derecho a decidir. Pero mienten y lo saben, porque si no fuera esto, sería otra cosa.
Puede que, en algún momento, Pedro Sánchez piense que no cediendo ante Podemos se va a ganar a los muchos que no lo quieren en su partido, pero está muy equivocado. No han tenido más remedio que votarlo con la nariz tapada, pero no parecen dispuestos a retirarse a sus cuarteles y dejarlo trabajar tranquilo. Nunca lo van a querer porque no piensan perdonarle que los dejara en evidencia por dos veces, que les ganara el pulso cuando quisieron mandarlo a los infiernos para siempre y no tuvieron éxito.
Tiene la oportunidad ahora, si se atreve, de convertir al PSOE en un partido de futuro, pero le resultará difícil si su apuesta es molestar lo menos posible a quienes tantas veces le han hecho la cama. En el colegio electoral madrileño donde voté el 28A, me entretuve observando la edad de quienes elegían papeletas socialistas y muy pocos de los que lo hacían eran menores de cincuenta años. Si en el PSOE no entienden que solo con canas no se llenan las urnas, a medida que los pensionistas se vayan muriendo irán disminuyendo sus posibilidades.
Puede perder Sánchez una magnífica oportunidad de modernizar el partido y también de ilusionar al país. Tiene la obligación histórica de transmitir aire fresco en sus gestos, en sus modos y en sus actitudes. Como amagó hace un año, tras ganar la moción de censura, con el nombramiento de un gobierno competente y paritario.
No debe permitir que las trabas de esos poderes de los que tanto se habla en abstracto y en sordina impidan las innovaciones. Hacerlo así es tener miedo, y si hay un momento en que no debe haber lugar para el miedo es justo este que estamos viviendo.
Ahora que Europa está más presente que nunca en nuestro día a día y que nuestro país gana influencia en las decisiones de Bruselas, es necesario actuar con la mayor firmeza posible para enterrar para siempre el franquismo y encarar sin remilgos los problemas territoriales pendientes. No puede ser, una vez más, que Catalunya sea la coartada para no pactar ¿Qué fue de aquella audacia que en algún momento Sánchez nos hizo creer que tenía?.
J.T.
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