La periodista alemana hizo la pregunta más sencilla y todo el mundo puso cara de asombro: “Si ustedes son un gobierno que se autoreclama como progresista, ¿por qué no puede ser el primer gobierno que realmente hace un gobierno de coalición? En Alemania es lo normal. Se hace un contrato y se sigue este contrato”.
Tuvo que preguntarlo una periodista alemana, porque aquí estamos tan abducidos por la inercia del farragoso día a día en que vivimos, que acabamos perdiendo perspectiva hasta a la hora de intervenir en las ruedas de prensa con la ministra portavoz del gobierno. Quiero pensar que esa es la razón, porque cualquier otra explicación posible creo que me gustaría bastante menos. Como si se tratara de un remedo del cuento del traje invisible del emperador, nadie hasta ahora se había atrevido a preguntar lo obvio. Hasta que lo hizo la colega alemana, para quien seguro hay otro montón de cosas que no entiende de la situación política española, aunque la siga con una mínima regularidad.
¿Las entendemos nosotros? ¿Nos podemos creer algo de lo que nos cuentan? Por ejemplo, el paripé de Murcia. ¿Alguien se cree que la ultraderecha no va a acabar dándole el gobierno a PP y Ciudadanos, sus familiares políticos? O en la Comunidad de Madrid, ¿hasta dónde va a aguantar Ciudadanos con su pose antes de tragar con lo que imponga la ultraderecha y hacer presidenta a la inefable Díaz Ayuso?: “Yo no negocio con Vox”, claman en el desierto. Eso de “la puntita nada más” no se lo creen ni ellos. Lo malo es que la práctica de esos remilgos parece contagiosa y ahí tenemos al PSOE jugando a lo mismo en la Comunidad Foral de Navarra: que no negocian con Bildu, dicen, refrescando una demonización que ya suena añeja y hasta ridícula, si contamos con que la formación política de la que reniegan ha gobernado en las principales instituciones navarras durante los últimos años con absoluta normalidad.
Planea sobre toda esta impostura la sombra de los apoyos que Sánchez necesita para ser investido y resuena de nuevo la pregunta de la periodista alemana. ¿Cuál es el problema para pactar entre progresistas si se pueden conformar gobiernos de progreso? ¿Por qué no saca pecho el PSOE? ¿Qué secretos tan inconfesables ha conocido Sánchez durante el ejercicio del poder que lo han hecho tan timorato? ¿O venía así de fábrica? Porque lo de Catalunya suena a excusa; lo del miedo a los independentistas que le contó la otra noche a Pedro Piqueras no cuela. Que no quiere depender de las fuerzas nacionalistas, afirma. ¿Es mejor entonces depender de Ciudadanos, del mismo partido que pacta con los filonazis así lo nieguen una y mil veces? En la misma entrevista dijo Sánchez que “el mundo no gira en torno al asunto catalán”. Entonces, ¿a qué vienen tantos remilgos? Excusa, todo suena a excusa. Teatro, todo es puro teatro. La puntita nada más.
La verdadera razón del cortejo de Pedro Sánchez a las derechas para que lo invistan con su abstención, es posible que no la conozcamos. ¿Qué nos esconde? ¿Qué pasa por plantar cara como se merecen a quienes han propiciado gobiernos de retroceso en lugares clave como Andalucía o el Ayuntamiento de Madrid? Gobiernos como el de Moreno Bonilla o el de Martínez Almeida en los que, sin careta y sin vergüenza, van cargándose conquistas sociales y ciudadanas cada día que pasa, y no hay jornada en que alguno de sus miembros, sueltos de lengua como son, no deje alguna perla para la posteridad?
Cuando se practica la tolerancia con los intolerantes, lo sabe bien Pedro Sánchez, estos últimos acaban comiéndote en pepitoria. Los números dan, ¿verdad? La izquierda puede gobernar, ¿no? Pues a pactar se ha dicho, que lo demás son pamplinas, fuegos de artificio, excusas remilgonas, “la puntita nada más”.
Hoy más que nunca, PP, Ciudadanos y Vox han de tener claro que un gobierno de izquierdas responsable y solvente puede hacer frente a los problemas que el país tiene sobre la mesa. Que los puede afrontar, y resolver, mucho mejor de lo que lo harían ellos, sin duda alguna. Con más serenidad y eficacia, y lejos de esa crispación donde la derecha histérica ha decidido instalarse desde aquel día de junio del año pasado en que perdió el poder.
J.T.
Tuvo que preguntarlo una periodista alemana, porque aquí estamos tan abducidos por la inercia del farragoso día a día en que vivimos, que acabamos perdiendo perspectiva hasta a la hora de intervenir en las ruedas de prensa con la ministra portavoz del gobierno. Quiero pensar que esa es la razón, porque cualquier otra explicación posible creo que me gustaría bastante menos. Como si se tratara de un remedo del cuento del traje invisible del emperador, nadie hasta ahora se había atrevido a preguntar lo obvio. Hasta que lo hizo la colega alemana, para quien seguro hay otro montón de cosas que no entiende de la situación política española, aunque la siga con una mínima regularidad.
¿Las entendemos nosotros? ¿Nos podemos creer algo de lo que nos cuentan? Por ejemplo, el paripé de Murcia. ¿Alguien se cree que la ultraderecha no va a acabar dándole el gobierno a PP y Ciudadanos, sus familiares políticos? O en la Comunidad de Madrid, ¿hasta dónde va a aguantar Ciudadanos con su pose antes de tragar con lo que imponga la ultraderecha y hacer presidenta a la inefable Díaz Ayuso?: “Yo no negocio con Vox”, claman en el desierto. Eso de “la puntita nada más” no se lo creen ni ellos. Lo malo es que la práctica de esos remilgos parece contagiosa y ahí tenemos al PSOE jugando a lo mismo en la Comunidad Foral de Navarra: que no negocian con Bildu, dicen, refrescando una demonización que ya suena añeja y hasta ridícula, si contamos con que la formación política de la que reniegan ha gobernado en las principales instituciones navarras durante los últimos años con absoluta normalidad.
Planea sobre toda esta impostura la sombra de los apoyos que Sánchez necesita para ser investido y resuena de nuevo la pregunta de la periodista alemana. ¿Cuál es el problema para pactar entre progresistas si se pueden conformar gobiernos de progreso? ¿Por qué no saca pecho el PSOE? ¿Qué secretos tan inconfesables ha conocido Sánchez durante el ejercicio del poder que lo han hecho tan timorato? ¿O venía así de fábrica? Porque lo de Catalunya suena a excusa; lo del miedo a los independentistas que le contó la otra noche a Pedro Piqueras no cuela. Que no quiere depender de las fuerzas nacionalistas, afirma. ¿Es mejor entonces depender de Ciudadanos, del mismo partido que pacta con los filonazis así lo nieguen una y mil veces? En la misma entrevista dijo Sánchez que “el mundo no gira en torno al asunto catalán”. Entonces, ¿a qué vienen tantos remilgos? Excusa, todo suena a excusa. Teatro, todo es puro teatro. La puntita nada más.
La verdadera razón del cortejo de Pedro Sánchez a las derechas para que lo invistan con su abstención, es posible que no la conozcamos. ¿Qué nos esconde? ¿Qué pasa por plantar cara como se merecen a quienes han propiciado gobiernos de retroceso en lugares clave como Andalucía o el Ayuntamiento de Madrid? Gobiernos como el de Moreno Bonilla o el de Martínez Almeida en los que, sin careta y sin vergüenza, van cargándose conquistas sociales y ciudadanas cada día que pasa, y no hay jornada en que alguno de sus miembros, sueltos de lengua como son, no deje alguna perla para la posteridad?
Cuando se practica la tolerancia con los intolerantes, lo sabe bien Pedro Sánchez, estos últimos acaban comiéndote en pepitoria. Los números dan, ¿verdad? La izquierda puede gobernar, ¿no? Pues a pactar se ha dicho, que lo demás son pamplinas, fuegos de artificio, excusas remilgonas, “la puntita nada más”.
Hoy más que nunca, PP, Ciudadanos y Vox han de tener claro que un gobierno de izquierdas responsable y solvente puede hacer frente a los problemas que el país tiene sobre la mesa. Que los puede afrontar, y resolver, mucho mejor de lo que lo harían ellos, sin duda alguna. Con más serenidad y eficacia, y lejos de esa crispación donde la derecha histérica ha decidido instalarse desde aquel día de junio del año pasado en que perdió el poder.
J.T.
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