Han conseguido que cada mañana me levante temiendo escuchar una barbaridad más gorda que la del día anterior. ¿Soy el único que tiene la impresión de estar asistiendo a una carrera de despropósitos, a un concurso entre imberbes a los que les falta un hervor, pugnando entre ellos por ver quién dice la burrada más grande de la jornada?
Si la cara es el espejo del alma la de Pablo Casado, más que miedo, da pena. Delegado de curso lo llamó el otro día Gabilondo, imagino que querría decir de Instituto, porque para llegar a delegado en la universidad hay que tener más solvencia que la acreditada por el líder del PP, y además hay que ir a la universidad. Casado está verde, muy verde; cuando la cámara se le acerca y observamos de cerca su cara de lechuguino, podemos ver en ella unos ojos perdidos en el infinito, alguien inseguro, con miedo, y al mismo tiempo con la actitud petulante y de descaro que suele adoptar la ignorancia. Pegando manotazos para no ahogarse, para que no se lo trague el remolino de las corrupciones y acabe llevándoselo por el desagüe entre suciedades y desvergüenzas heredadas. De perdidos al río, parece estar pensando todo el tiempo.
Demasiado camión para tan poco chófer quien, por cierto, vete tú a saber si tiene siquiera carnet de conducir, y si lo tiene en qué tómbola se lo han regalado. Se le ve ampliamente rebasado por las circunstancias a este desahogado jovenzuelo, ejemplo de libro para explicar el célebre principio de Peter: todo incompetente situado en el entorno adecuado experimentará un empuje hacia arriba inversamente proporcional a su nivel de competencia. ¿De verdad se sienten representados por este insensato sin escrúpulos (¡no tenía ganas yo de poder encajar este apelativo en algún sitio!) tanta gente seria, culta y responsable como sé que hay en el PP? ¿Qué pensarían de este individuo personas como Leopoldo Calvo Sotelo, José María de Areilza, Pío Cabanillas o Joaquín Garrigues Walker si estuvieran vivos? Aquellos hombres de derechas, crecidos en el franquismo, demostraron en su día más ganas de construir una España moderna que ahora Pablo Casado y el equipo que le rodea: Cayetana, Adolfo, Cortés, Egea, toreros… ¡socorrooo!
No hay duda que se proponen hacernos retroceder en derechos laborales y sociales, pero ¿cómo es posible que aspiren también a desandar décadas en materia de igualdad de género, en derechos consolidados para que las mujeres sean dueñas de su propio cuerpo? ¿De verdad hablan en serio? Se manifiestan contra la memoria histórica, contra los derechos de los inmigrantes, son homófobos, ¿es esa la España del siglo XXI que quieren la mayoría de los españoles? No lo creo, pero en caso de que así fuera, ¿para ser candidato de derechas hay que ser tan maleducado, tan mentiroso, tan difamador, tan frentista? Y tan torpe, porque con tanta incontinencia verbal se le escapa hasta la intención de rebajar el salario mínimo de 900 a 850 euros. Hay que ser negado para meterse en un jardín como ese.
Me atrevo a aventurar que el voto al nuevo partido de la ultraderecha puede llegar a ser de tales dimensiones que el PP se quede descompuesto. ¿Sorpaso? Quizá por temor a ello da Casado los palos de ciego que da y se le nota tanto que hay veces que no sabe hacia donde disparar. Creo que lo que pasa es que el PP se encuentra en estado de demolición, que los escándalos de corrupción le van a pasar una seria factura y sus votantes van a abandonarlo. Casado y su cohorte puede que no cuenten ni con la cifra-suelo de incondicionales que siempre tuvo su partido, aunque presentaran como cabeza de lista a la mona Chita. Los que mandan sin presentarse a las elecciones me da en la nariz que han decidido dejarlos caer porque les gusta un panorama donde Vox suba tanto que el PP quede por debajo, las tres derechas no sumen y Ciudadanos no tenga más remedio que tragarse sus palabras y pactar con el Psoe.
Creo que un gobierno Psoe-Ciudadanos le gusta mucho a quienes siempre mandaron sin presentarse a las elecciones. Un gobierno de gente guapa y bien vestida, políticamente correcta, con el porcentaje progresista justito para que, aunque nada cambie, pueda parecerlo en algunos casos. Pero sin poner en cuestión los privilegios de los verdaderamente poderosos. En este juego Casado y su corrupto partido, con tan amplia nómina de miembros y ex miembros pagando sus tropelías entre barrotes, incomodan y hasta empiezan a sobrar.
J.T.
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