El lenguaje taurino está más instalado de lo que nos creemos en el idioma castellano. Ahora que los toreros vuelven a ponerse de moda tras el salto a la arena electoral de algunos de ellos, entiendo que quizá sea bueno recordar hasta qué punto usamos términos y giros lingüísticos propios del mundo de los toros en nuestras conversaciones diarias. Ya que esto es así, también ha de ser lícito utilizar estas mismas expresiones para comentar lo que nos parece que partidos de derechas incluyan matadores en los carteles electorales.
Vamos allá:
Tendremos que atarnos bien los machos si en las próximas elecciones queremos evitar que tomen la alternativa partidos políticos que incluyen en sus listas a jóvenes matadores de toros cuya obligación legal, cuando salen al ruedo, es entrar a matar. ¿Qué pasará? ¿Conseguirán brindar por el éxito de la faena o podremos evitarlo? ¿Quién cortará más orejas? Nos queda mucha brega por delante, necesitamos un lleno hasta la bandera de votos en las urnas si no queremos quedar a merced de los amantes de estoques y escopetas. ¿Nos quejábamos de la casta? Pues toma casta, casta torera dispuesta a irrumpir, con esa soberbia a la que ellos llaman empaque, en la arena electoral. Ojalá esta impostada osadía se parezca más a la temeridad de esos espontáneos que saltan a los ruedos en plena faena del espada de turno y corren hacia el toro con un trapo sucio entre las manos mientras la cuadrilla persigue sin éxito al intruso y consigue por fin pararle los pies.
¿Van de farol los partidos de derechas con los fichajes taurinos? Hay que tener más valor que el guerra, me parece, para incluir figuras tales en los carteles. ¿Cómo será la corrida? Me temo que esta vez, quienes consideramos que hay que evitar el desastre, no podemos quedarnos viendo los toros desde la barrera esperando el momento de la suerte suprema. Tendremos que arrimarnos, emplearnos a conciencia y dejarlos sin espacio a las primeras de cambio, con el suficiente tiento para que ningún toro acabe empitonándonos.
Los toreros recién fichados aparecen en la escena política, salen al tendido y saludan desde el tercio al respetable encantados de echarle un capote a una derecha herida que hasta hace poco parecía estar buscando la puerta de toriles. Ahora, con la plaza de nuevo abarrotá, tras el tercio de rejones y el de banderillas quieren armar el taco con la muleta y, entre desplantes y arrogancias, poner al toro en suerte con una faena donde no falten los olés ni la música. Expertos como son en el acoso y derribo, y en crecerse con el castigo, los recién fichados y sus mentores intentarán meternos una estocada hasta la bola apenas nos despistemos; y si es posible, darnos la puntilla tras una lidia de sangre, sufrimiento y larga agonía.
No lo consentiremos. Por muy temerarios que sean los toreros candidatos, por mucho que, capote en ristre, se pongan de rodillas frente a la puerta de toriles para recibir el astado a porta gayola, han de saber que no bajaremos la guardia ni un solo instante con ellos, que cogeremos por los cuernos todos los toros que sea necesario. No es momento de escurrir el bulto ni dar la espantá. Estaremos al quite. ¿Habrá manera de pararles los pies? Decidme que sí, que no vamos a dejar que nuestra historia vuelva sobre sus pasos rescatando rancias y casposas costumbres que ya creíamos olvidadas. Decidme que queréis pelear, que espabilaremos y entraremos a todos los trapos que haya que entrar. En corto y por derecho. ¿No son ellos los que dicen que cada toro tiene su lidia? Pues a ello. A parar, templar y mandar.
Estamos ya en capilla: el 28 de abril será la hora de la verdad. Tenemos que conseguir que pinchen en hueso, que se lleven un severo revolcón, que acaben para el arrastre. Y para que eso ocurra nos lo tenemos que currar desde ya, no lo podemos hacer a toro pasado. Si tenemos vergüenza torera, remataremos la faena y conseguiremos que no acaben haciendo el paseíllo triunfal al son de Paquito el chocolatero. Ni cortando orejas, ni dando la vuelta al ruedo. Cortémosles la coleta. O pasamos a la acción o nos acabará pillando el toro, queridos y queridas todos y todas.
Si el tiempo no lo impide y con permiso de la autoridad, los que saldremos por la puerta grande seremos nosotros. Sin necesidad de estoques ni escopetas, solo con nuestros votos. Porque somos muchos más, y mucho menos cobardes.
¡Música, maestro!, que más cornadas da estar en la oposición.
J.T.
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