Del PP ya lo sabemos todo, pero de Ciudadanos, muy poco, quizá porque aún no han tocado pelo por mucho que hayan servido de muleta a diestra y a siniestra. Del PP sabemos que son ladrones, mentirosos, gamberros, tramposos, que tienen a una amplia nómina de sus antiguos prohombres procesados y a algunos de ellos, pocos aún, en la cárcel cumpliendo condena por meter la mano donde no debían. Pero los jovenzuelos y jovenzuelas de Ciudadanos parecían buenos chicos. Guapos, repeinados, limpios y redichos. Y lo son, todo eso lo son, pero también son, lo llevo avisando tiempo, más amorales que el PP, más indocumentados y más irresponsables, que ya es decir.
La ridícula competencia en la que han entrado para ver quién es más español, quién se envuelve con más garbo en la bandera nacional produce vergüenza ajena, pero también miedo. Porque estos novatos son capaces de cualquier cosa que entiendan les puede beneficiar. Ni cien balcones con banderas de España en los Remedios de Sevilla o en el madrileño barrio de Salamanca me preocupan tanto como me preocupa Rivera en un mitin andaluz sin banderas andaluzas o los aires agresivos de Inés Arrimadas en la tribuna del parlamento catalán con la bandera en la mano, enseña que, por otra parte, figuraba ocupando el espacio constitucional que le corresponde justo a sus espaldas. Si quería referirse a ella, bastaba con que la hubiera señalado. Pero no, ellos quieren la foto, porque en Ciudadanos, carentes de mensajes u ofertas que seduzcan al electorado, sobreviven a base de fotos y de brindis al sol.
El lechuguino de Rivera, más lechuguino que Casado que ya es decir, no ha realizado una propuesta clara desde que se despelotó para presentarse en sociedad cuando tenía veintiséis años. Es don me opongo, don criticón, pero propuestas cero: la nada envuelta en celofán y adornada con la habilidad dialéctica que adquirió compitiendo en olimpiadas de debate durante sus tiempos universitarios. Pero poco más.
Todo lo que han hecho desde que existen pone los pelos de punta: los pactos en Andalucía con el PSOE o en Madrid con el PP, esa manera de desperdiciar la oportunidad para hacer oposición responsable y constructiva en Catalunya… Pero no, mejor echar gasolina al fuego y si revienta todo, que reviente. No me cansaré de repetirlo: el peligro real es Ciudadanos, porque a los demás ya los conocemos. Un peligro que ha aumentado sobre todo desde que el discurso fascista de Vox viene echándoles el aliento en la nuca tanto a ellos como al PP y ambos partidos, temerosos de perder un millón de votos por el flanco más radical en las próximas elecciones generales, no dejan de competir a diario a ver quién suelta el despropósito más gordo. Luego no me digáis que no avisé con tiempo.
J.T.
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