sábado, 28 de septiembre de 2013

El periodismo de sucesos


La triste y misteriosa muerte de la pequeña Asunta Basterra posee todos los ingredientes precisos para que los buitres carroñeros hagan su agosto. Y a fe que lo están haciendo. Para vergüenza de la profesión periodística, del mundo de la comunicación y del género humano. Como se trata de un asunto que provee de material suficiente para toda una tesis doctoral, hoy me quiero referir a él mínimamente recordando cómo me he aproximado a este tipo de información bien cuando he estado al frente de una redacción o bien cubriendo yo mismo una historia. 

¿Qué es lo que hay que hacer? 

1. Lo primero es patearse los sitios donde han ocurrido los hechos y no hablar de oído en ningún caso. Premisa absolutamente imprescindible. 

2. Tomar todas las imágenes posibles. Sí, todas. Otra cosa es el uso que haremos de ellas. Pero las tenemos que tener, como las tiene la policía o el forense y no por eso hacen uso público de ellas. Fundamental para hablar con propiedad de la historia que vamos a contar.

3. Hablar con el mayor número de personas posible en el entorno de los afectados por los hechos. Tomar nota de todo, no creerse nada y contar hasta cien antes de dar por válido un testimonio sin haberlo contrastado suficientemente. 

4. La policía nos tiene que que contar cosas y confirmar las que ya sabemos. Es uno de nuestros mejores aliados, y nos respetarán por la solvencia de lo que contemos. Callaremos lo que no tengamos suficientemente contrastado y eso nos permitirá no caer en ninguna trampa, que nadie nos utilice como portavoz de sus intereses y que nuestras informaciones y nuestra firma se respeten. 

5. Hay que tener acceso a sumarios y declaraciones judiciales. ¿Cómo? Buscándonos la vida.

6. Hay que tragar saliva y echarle sangre fría, pero hay que tener línea directa con los más allegados a la víctima o víctimas cuya información estamos cubriendo. No solo anotar números de teléfono sino dar los nuestros y hacer entender a ese entorno que contar con nosotros puede resultar útil.

7. Ojo con los abogados. Con los mediáticos porque te la meten doblá con tal de chupar cámara y con los reticentes porque nuestro reto ha de ser convertir su desconfianza, su timidez o su agresividad en un instrumento de trabajo que podamos usar para informar lo mejor posible.

8. Después de una crónica viene otra. Al día siguiente o a la hora siguiente. Eso quiere decir que hay que ofrecer lo que tenemos de la mejor manera posible. ¿Que nos ha faltado algo por confirmar o por saber? Apenas terminemos un envío nos pondremos a trabajar para incluirlo en el siguiente.

9. Procurar no dejarse llevar por lo que se escucha en el lugar de los hechos entre los compañeros de cobertura. Muchas inercias o vicios adquiridos pueden derivar en que nos preocupemos por anécdotas con el consiguiente riesgo de perder tiempo y perspectiva de cara a lo verdaderamente sustancial de la información. Nosotros, por nuestro camino.

10. El periodismo de sucesos hace información y utiliza para ello las mismas herramientas que cualquier otra sección: seriedad, rigor, contraste de fuentes, concisión, datos y claridad en la redacción.

¿Qué es lo que NO hay que hacer? 

Desde que los programas de entretenimiento de muchas televisiones son capaces de matar por una décima de audiencia a costa de lo que sea, los sucesos han pasado a formar parte de sus contenidos prostituyendo la esencia del trabajo informativo. Como yo apuesto y apostaré siempre por la información (los sucedáneos, como tales, acabarán desapareciendo o reconvirtiéndose) he aquí lo que a mi juicio no debe hacer nunca un periodista en la cobertura de un suceso. 

1. No hay que hacerse eco de informaciones escabrosas sin haberlas contrastado más de una vez. Y aún así, aproximarse al hecho contándolo de manera aséptica, sin juicios de valor y sin adjetivos. 

2. No hay que dar cancha a los típicos testimonios histéricos de los espontáneos de la zona donde ocurre los hechos y que buscan su minuto de gloria 

3. No se debe faltar el respeto a los afectados por un suceso irrumpiendo en su intimidad. Basta con volver la oración por pasiva e imaginarnos que somos nosotros los afectados para entenderlo. El rigor informativo es mucho más solvente y respetable en la medida en que tras él existe el respeto hacia las personas que han sido víctimas de los hechos que contamos. 

4. No hay que hacer espectáculo. Sí, ya sé: complicado. Pero si nos dedicamos al periodismo de sucesos lo que tenemos que hacer es información. El espectáculo corresponde a los programas de entretenimiento, género tan respetable como discutible puede ser el tratamiento que dispensa a algunos de los asuntos que incluye en sus escaletas. 

5. No hay que precipitarse. Es preferible una bronca del redactor jefe porque le parezca escasa la información que ofrecemos, que arrepentirnos por haber cedido a las presiones y soltar algo que aún no habíamos podido verificar. El patrimonio de un periodista es lo que hace y firma él, y cuando la cargas la cagas tú, no quien te presionó para cagarla. 

6. No intimar con las fuentes. En la medida en que menos compadrees con ellas, más te respetarán 

7. No caer en la tentación de hacer valoraciones: datos, datos, datos. 

8. No copiar a otros. Y si lo hacemos los citaremos siempre. 

9. No apostar por el mal rollo. La competencia es sana; los codazos y los pisotones, no. 

10. No ser buitre. El periodista de sucesos no es un buitre, por mucho que haya de ocuparse de temas escabrosos.

Todo esto lo aprendí viendo trabajar y leyendo a Margarita Landi, Pedro Costa Muste, Emilio Lahera, Paco Pérez Abellán, Julio César Iglesias, Jesús Duva... y muchos más. Estos días, viendo el tratamiento del caso de la pequeña Asunta, los echo mucho de menos.

J.T.

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