viernes, 19 de julio de 2013

Tve, manipulación a cara descubierta


El sueño de todo político es tener a un periodista enfrente que le sirva los balones necesarios para poder meter goles a placer. No lo tienen difícil. El mundo está lleno de sargentos chusqueros dispuestos a complacer a los coroneles, de trepas bienmandaos que sitúan el listón de su eficacia muy por encima incluso de lo que sus propios jefes esperan de ellos. 

- Pero, hombre, ¿cómo ha fusilado usted a ese preso?
- Como usted me dijo que no le gustaba su cara...

En una guerra ocurren cosas así cuando alguien entiende que necesita hacer méritos para sobrevivir. El instinto de supervivencia mueve el mundo casi más que la vanidad. Existe mucha gente dispuesta a agradar a aquel de quien depende su trabajo con tal de no poner en peligro los garbanzos que lleva a casa. Ahora, al menos de momento, no estamos en guerra pero el mecanismo es similar: más vale exceso de celo que poner peros a quien te paga.

La que hay montada en los informativos de televisión española tiene algo que ver con esa dinámica. Un profesional del periodismo nunca va a poder convencer a un político de que la televisión pública no está a su servicio, sino al de los ciudadanos. Me consta que todos los que llegan nuevos a ocupar un cargo lo intentan... hasta que desisten. Esto es algo que sucede también, por supuesto, en todas las demás televisiones públicas sean autonómicas, provinciales, locales o mediopensionistas. 

Cuando el periodista con cargo en una televisión pública termina de asumir que los políticos en el poder no quieren servicio público, objetividad ni mariconadas parecidas, sino un altavoz que pondere lo guapos que son y lo bien que lo hacen... ese periodista tiene dos opciones: a) mandar al político a tomar por culo y largarse al paro;  b) procurar anticiparse a los deseos del jefe y a sus acreditados cabreos poniéndose a hacer las cosas como sabe que le gustan y poder así continuar mamando de la teta el mayor tiempo posible. Hubo una milagrosa excepción: la época de Fran Llorente en tve, la mejor recordada y valorada, incluso en los índices de audiencia

Los actuales responsables de informativos en tve, en cambio aterrizaron ya en Torrespaña ya con acreditada experiencia en manipulación. Un trabajado curriculum cincelado en Telemadrid pieza a pieza, informativo a informativo durante años para mayor gloria de Aguirre, González y demás consejeros de la Comunidad. Esos sí, cuando llegaron al Pirulí se les llenó la boca de la palabras profesionalidad, objetividad, servicio público, e incluso habían proclamado a los cuatro vientos que su objetivo no eran los índices de audiencia sino el trabajo bien hecho.

Por supuesto nadie les creyó y los hechos se encargaron en seguida de evidenciar su poca vergüenza. Pero ahora rematan la faena. Entre la peligrosa cuesta abajo por la que se deslizan las audiencias de los telediarios y la necesidad de pertrecharse bien ante escándalos como el de Bárcenas, además de ir preparando el terreno para las elecciones europeas del próximo mes de mayo, los responsables de informativos de tve han decidido terminar de remover el patio ya a cara totalmente descubierta.

¿Y en qué consiste terminar de remover el patio? Pues en recurrir a los "Urdaci boys" que todavía no estaban suficientemente bien colocados. A Jenaro Castro lo tienen en Informe Semanal, donde sábado tras sábado demuestra su excelente capacidad para cargarse la esencia y la sustancia de lo que fue el programa mejor valorado de la cadena durante cuarenta años. Así que tiene que seguir ahí hasta que acabe destrozándolo del todo. Y el resto de cabos furrieles que aún no tenían mando en plaza... ya están por fin en su sitio, dispuestos a editar unos telediarios que me temo van a ser dignos de grabarse para explicar en las facultades cómo no hay que hacer un informativo de televisión.Y en los informativos de radio nacional, para redondear la faena y no falte de ná, a quien en tiempos fuera jefe de prensa de Federico Trillo.

Agradar al político, servirle balones, nada de molestarle, nada de decirle cosas que no quiera oír. Entrevistarlo de tal manera que, cuando le sirvas el balón, el poderoso piense para sus adentros, o sin cortarse un pelo lo suelte en voz alta:

-Me alegra que me haga esa pregunta

J.T.





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