Jugar a la política tiene a mi juicio muchas similitudes con acudir al casino. Allí, cuando ganas lo celebras por todo lo alto, invitas al croupier -y a la rubia solitaria que siempre hay en los casinos- a tomar algo, y luego te dedicas a administar tu golpe de suerte de la mejor manera posible. Y cuando pierdes... te pasas por el guardarropa, recoges tu gabán, tu bombín y tu paraguas y te marchas por la puerta grande como un señor, que para algo te traen el coche hasta la puerta aunque te hayan desplumado.
Yo siempre he pensado que un golpe de fortuna puede hacer que te salgas de tus cabales. Pero nuestro verdero temple yo creo que lo conocemos de verdad, y sobre todo lo conocen los demás, cuando llega el momento de la gestión, de la digestión de los contratiempos.
Para los socialistas españoles, digerir el zarpazo sufrido el pasado domingo parece que no está siendo tan fácil.
Y en realidad es muy fácil: vas y reconoces tu fracaso, recoges tus bártulos... y te vas. Siempre tendrás un coche en la puerta dispuesto a llevarte a casa aunque sea lo último que el chófer haga para conseguir perderte de vista.
El componente de drogadicción que parece tener el poder, y su capacidad para hacerle perder perspectiva a quien se sube a ese carro, es un hecho científicamente comprobado.
Todavía no salgo de mi asombro cuando recuerdo las excusas del domingo por la noche: ¡la crisis, la culpa de todo la tiene la crisis!. Yo no creo que sean malas personas, la verdad. Creo que se lo creen. Creo que piensan en serio las mentiras que nos cuentan. Y ahí es donde viene mi preocupación. Porque si mienten sin ser conscientes de que lo hacen es que llevan ya mucho tiempo mintiéndose a sí mismos. Y en consecuencia, a nosotros.
Ahora les ha llegado el momento de gestionar lo que les ha ocurrido y se han quedado petrificados. No saben qué hacer porque no acaban de admitirlo. Están en el momento digestión. Dos días de biocarbonato ya y aquí continuamos esperando.
Si un tonto nunca se repone de un éxito, como nos aleccionaba Oscar Wilde, ya no te quiero contar de un fracaso.
Y lo peor es que, si no se van, tendrán que continuar gestionando. A pesar de la mala digestión
Últimamente las bordas, juanito. Avant!
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