Nos están retransmitiendo en directo el caos y nosotros en la inopia. Nos están cambiando el mundo, o al menos intentándolo, en nuestras propias narices y aquí nadie reacciona. Hiperactivo y enfurruñado, volvió Donald Trump a la Casa Blanca con ganas de revancha y en poco más de un mes ha superado con creces los peores augurios. El catálogo de desafueros es tal que tiendes a pensar que ha de tratarse de una broma. Debutó fustigando a Canadá, México, Panamá, Dinamarca, Colombia, persiguiendo inmigrantes o purgando funcionarios y continuó zarandeando el tablero con los aranceles, anunciando su intención de convertir Gaza en un resort, ninguneando a Europa y cortejando a Putin para repartirse Ucrania porque total, fue Zelenski quien empezó la guerra. Cada disparate que lanza supera al anterior mientras medio mundo asiste al espectáculo con cara de lelo.
¿Derechos humanos? ¿Eso qué es? Nos vamos de la Organización Mundial de la Salud, fuera también Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático, nada de ayuda exterior humanitaria, faltaría más, ni de dinero para la acogida de refugiados… Se acabó, ¡qué caray! A recortar como si no hubiera un mañana y a usar las embajadas para extender las políticas más insolidarias. Ni un minuto de respiro para el mundo tal como se conoce hasta hoy. Tiene prisa en su regreso este nuevo amo, como si temiera morirse antes de conseguir hacer realidad sus sueños más húmedos, antes de poner todo patas arriba, antes de dejar esto hecho unos zorros: “…y en todas partes dejé/memoria amarga de mí”, que decía Zorrilla en el Tenorio.
Que a los ciudadanos de a pie nos esté costando digerir tanto desmán parece lógico. Por muy previsible que pudiera ser, que lo era aunque quizás no tanto, nos cuesta asumir que está ocurriendo pero… ¿se pueden permitir las instituciones continuar boquiabiertos y sin saber qué hacer un mes después de la llegada del elefante a la cacharrería? ¿Por qué nadie reacciona aquí?
Y lo que es peor, no es que nadie reaccione, es que el holandés Mark Rutte, ahora secretario general de la OTAN, el mismo que cuando era presidente de su país nos ahogaba sin piedad en lo peor de la crisis para que países como España pagásemos la deuda y nos dejáramos de gastos sociales (austeridad, austeridad, ¿recuerdan?) es ahora quien nos insta a aumentar en nuestros presupuestos los dineros destinados a Defensa con la anuencia, por cierto, de nuestro nunca suficientemente bien ponderado gobierno de coalición. ¡Pleitesía al gran dinosaurio americano!
Macron organiza una cumbre en París para buscar respuestas al lío de Ucrania y no deciden nada. Nadie contesta, nadie enseña los dientes. ¿Qué va a pasar con la Europa de las ultimas décadas, que va a pasar con el estado del bienestar, con los derechos sociales y laborales arrancados tras años de lucha, de manifestaciones y negociaciones a cara de perro? Descorazona la inacción de las democracias europeas, esta inexplicable parálisis en un momento en que cada minuto es oro porque está claro que quieren acabar con el sistema de convivencia que nos habíamos dado. Ellos se comportan como matones y el personal cada día con más cara de panoli ¿Todavía alguien tiene dudas de que vienen a por nosotros?
La ultraderecha crece y las calles de toda Europa continúan vacías, sin manifestaciones, sin plantarle cara a quienes importa un comino la desigualdad, la injusticia o usar la mentira como instrumento de trabajo. Hay muchas voces desaparecidas, ¿dónde están los líderes de opinión de la izquierda, dónde los referentes que doten de munición intelectual al común de los mortales? ¿dónde los foros de debate, dónde la caras conocidas y comprometidas que motiven para comenzar a reaccionar? ¿dónde las organizaciones sociales que han de mover a la ciudadanía para que exprese públicamente y cuanto antes su rechazo a tanto desmán? El mundo está cambiando en vivo y en directo y quienes han de defender los valores que han regido hasta ahora nuestra convivencia andan en la inopia.
“Los alemanes vestían de gris y tú ibas vestida de azul” le decía Humphrey Bogart a Ingrid Bergman en el París de “Casablanca” el día en que la capital de Francia fue tomada por los nazis. Siempre nos quedará la poesía, cuando los acontecimientos nos desbordan.
J.T.
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