lunes, 3 de febrero de 2025

Motosierras y rotuladores negros gordos


Cumplir un programa electoral como el del fascista que ha vuelto a okupar la Casa Blanca es muy fácil: lo destruyes todo y ya está, te cargas los derechos humanos, las políticas de igualdad, te vengas de quienes investigaron tus delitos, acabas con las políticas de cambio climático, reconoces sin pudor que alentaste la toma del Capitolio indultando a sus protagonistas, mientes sin parar, denigras a los desfavorecidos, jaleas la amoralidad de los milmillonarios y punto. El que venga detrás que arree, que total para lo que me queda en el convento…

Cumplir un programa electoral de izquierdas ya es harina de otro costal. De izquierdas… o de presuntas izquierdas, porque estamos llegando a un punto donde defiendes la necesidad de que la gente tenga un trabajo bien pagado y un techo digno, y ya te están llamando rojo peligroso ¿Se imaginan algún gobernante mínimamente progresista firmando decretos sin parar –con rotulador negro de gran calibre- para mejorar la vida de la gente? ¿habrá alguien alguna vez que en solo diez días consiga reconstruir lo que su predecesor destruyó? Difícil, ¿verdad? 


Este es a mi juicio el verdadero drama, no solo la impunidad con la que se desenvuelven los amorales, sino su convencimiento de que están haciendo lo correcto y la impotencia con la que medio mundo asiste al espectáculo. Décadas de lucha y sufrimiento de millones de personas para eliminar desigualdades están quedando hechas fosfatina solo en dos semanas retransmitidas en directo minuto a minuto y nadie parece reaccionar ¿impotencia? ¿incredulidad? ¿desconcierto? ¿desidia quizás?


Los acólitos europeos del monarca norteamericano, Orban, Le Pen, Ayuso o Meloni hacen palmas con las orejas sin disimulo alguno al tiempo que sueñan con su momento rotulador o adquieren motosierras para estar a la altura de Milei, el sátrapa que hoy gobierna en lo que un buen día fue el país más occidental y avanzado de América Latina. 


Según algunas encuestas, el cuarenta y cinco por ciento de la ciudadanía estadounidense aprueba las felonías perpetradas en menos de quince días por quien los gobierna solo desde el pasado 20 de enero. Si esto es así apaga y vámonos, porque aquí se estrellan todos los talentos, aquí resbala cualquier análisis que se base en esquemas tradicionales. Me niego a admitir que de pronto al personal le parezca bien que nos avasallen, algo que se percibe no solo en Estados Unidos sino en muchos países europeos empezando por el nuestro, donde escuchar según qué conversaciones produce, sobre todo entre gente joven, verdadero pánico ¿qué nos ha pasado, cómo nos hemos podido equivocar tanto, qué es lo que la izquierda ha hecho tan mal?


Me refiero a la verdadera izquierda, porque la izquierda light ya sabemos lo que hace, templar gaitas, molestar lo mínimo posible a quienes verdaderamente tienen la sartén por el mango, ponerse de perfil para sobrevivir y agitar el fantasma de la ultraderecha para perpetuarse en el poder sabiendo como saben que así lo único que hacen es huir hacia adelante hasta el día en que llegue lo irremediable. Me produce verdadero espanto detectar en el ambiente ese aire de resignación que parece dar por hecho que más pronto que tarde los intolerantes acabarán gobernado este país provistos de motosierras y rotuladores de gran calibre. Si eso ocurre no será jamás porque son más listos pero sí más hábiles a la hora de contar las cosas. 


Las izquierdas andan perdidas discutiendo aún el sexo de los ángeles y así no hay manera. Somos víctimas de la educación judeocristiana que nos inoculó la idea de que los buenos son premiados y los malos castigados, esa gran mentira que hace que los malos acaben siempre ganando la partida. Eso es lo que se tiene que acabar. Como ha de acabarse la ingenuidad y el posibilismo. De nuevo vuelvo a leer y escuchar  a quienes abogan por la unidad de la izquierda, ¿qué unidad, qué izquierda? ¿la misma historia que antes de las elecciones de julio del 23? ¿que nada cambie para que todo siga igual hasta que un día se nos coman con patatas?


Ya me gustaría tener la solución, pero una cosa sí sé con seguridad: que las izquierdas resuciten, al menos en nuestro país, implica un reseteo en toda regla porque no va a ser fácil arreglar tanto desaguisado el día en que eso vuelva a ser posible. Espero que antes no tengamos que pasar por desaprensivos que, motosierra en mano, acaben con los derechos que nos quedan y encima haya medio país que se rompa las manos aplaudiendo mientras nos machacan.


J.T.

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