lunes, 17 de febrero de 2025

Honor a La Desbandá!

Entre Nerja y La Herradura quedan aún ciertos tramos de la carretera más antigua que unía Málaga con Almería por los que se puede caminar. Deteriorados y avejentados, poco cuidados, son trechos como este, hay algunos más, los que mejor permiten hacerse a la idea de la espantosa ratonera que aquello debió ser. Miras el paisaje y no puede ser más bello, recuerdas lo que aquí sucedió y no puedes sentirte más sobrecogido. Somos más de trescientas personas y no se oye una mosca, solo nuestros pasos. Nadie habla ahora porque todos sabemos lo que están pensando los demás. 


A nuestra izquierda, la montaña. Enorme, inaccesible, eterna. A nuestra derecha los acantilados y al fondo, quinientos metros más abajo, el mar desde donde tres barcos de guerra disparaban sin piedad sobre una mayoría de ancianos, mujeres y niños que buscaban salvarse de las fauces de Queipo de Llano. Para muchos, después de caminar varios días con hambre y con frío, esa salvación nunca llegó. Si no les alcanzaban los disparos de las fragatas, aparecían los aviones italianos para rematar la faena. Una calamidad de tal envergadura que tuvieron que pasar muchos años para que alguien hablara. Los republicanos porque no supieron proteger a la ciudadanía; los asesinos porque, aunque carecían de sentimiento de culpa, eran conscientes de las dimensiones del genocidio.


Por mucho que se recuerde, siempre será insuficiente. Por eso tiene tanto valor que cada mes de febrero desde hace nueve años, un grupo cada vez más numeroso de personas recorra a pie los doscientos kilómetros de aquella pesadilla entre los días 6 y 15, las mismas fechas en que ocurrió allá por el año 1937. Que nadie se llame a engaño ni intente desnaturalizar su sentido. Esto no es una excursión, tampoco una romería, la marcha de La Desbandá es una manifestación en toda regla, con un recorrido y una duración de libro de los récords. Esto es un tributo a la memoria de entre ocho y diez mil personas asesinadas de las que durante mucho tiempo nadie se atrevió a hablar. Han pasado 88 años y los pocos testigos que quedan vivos, por entonces niños, son ya ancianos que apenas aciertan a recordar, por ejemplo, cómo se escondían en los cañaverales o cómo saltaban de cadáver en cadáver llorando y buscando a su madre. 


Que existan las marchas de La Desbandá contribuye a recuperar esa memoria: a través de hijos y nietos que escucharon las historias de los supervivientes pero durante décadas callaron por miedo, a través de las pocas fotos que hizo el equipo de Norman Bethune, un médico canadiense que consiguió salvar muchas vidas yendo y viniendo con una ambulancia desde zona republicana… Estas marchas de ahora son higiene democrática pura. Que cada año la conformen un número mayor de personas demuestra que quienes decidieron promoverlas acertaron. Los vascos, catalanes o gallegos que acuden, a los que en esta ocasión se han sumado franceses, ingleses, alemanes, argentinos o finlandeses, son más cada año.


Y no, no vienen de excursión. Pasar las noches en el suelo de pabellones deportivos metidos en un saco de dormir con setenta años (la mayoría de los participantes, de momento, son personas mayores, pero eso también va cambiando) madrugar para recorrer veinte kilómetros diarios de media durante diez días o asearse en duchas comunes no es precisamente el mejor de los planes. Asombra constatar la buena disposición y el ánimo con la que esto se vive y se gestiona. Hay fuerza, convicción y muchas ganas de luchar detrás. Esa determinación fortalece la iniciativa y contraría a aquellos sectores a los que molesta, alcaldes del PP que no solo no facilitan las cosas en las localidades por la que transita la marcha, sino que hacen lo posible por torpedearla, ciudadanos de ideología ultra (abundantes en buena parte del trayecto) que insultan a nuestro paso… 


La fuerza de La Desbandá es incuestionable y cada vez se ve más clara su necesidad. Por supuesto, la mayor parte de los caminantes se sitúan ideológicamente a la izquierda. No quiero creer que sea esa la razón por la que, incluso desde instituciones oficiales que dependen de los socialistas, como es el caso de la subdelegación del gobierno de Almería, se pongan pegas a circular por según qué trayectos como ha sucedido este año. Difícil entender que esto ocurra al tiempo que el BOE declara La Desbandá “Lugar de Memoria Democrática”, pero ha ocurrido. 


¿Que es La Desbandá pues, una china en el zapato? ¿o quizás un sabroso caramelito que, comprobadas su fuerza y su potencia, ahora quieren patrimonializar PSOE y compañía? Sea lo que sea, algo parece claro: tocará trabajar para que La Desbandá no sea torpedeada ni colonizada. Sería funesto que perdiera su esencia. Es algo que se les deberá por siempre a quienes perdieron la vida en la carretera Málaga-Almería y a quienes, tras sufrir aquellos ataques, sobrevivieron obligados a aprender a gestionar sus miedos y sus silencios durante el resto de sus vidas.


J.T.

No hay comentarios:

Publicar un comentario