martes, 4 de febrero de 2025

El día que el teatro Falla de Cádiz dijo ¡basta! a los negacionistas




Me emocionó ver el domingo pasado a todo el teatro Falla de Cádiz en pie pero no para aplaudir, sino para abuchear, a un hatajo de impresentables que aprovecharon su intervención en el concurso de carnaval para lanzar mensajes ultras y negacionistas en las piezas que cantaron. Piezas estas que, para más inri, estaban pésimamente interpretadas. Ni las desafinadas voces, ni la puesta en escena, ni el tipo de vestuario superaban un mínimo nivel. 


Fue un momento conmovedor. Soy de los que piensa que las agresiones de los intolerantes no se pueden dejar pasar, sino que hay que contestarlas siempre, y eso fue lo que hizo el público del teatro Falla cuando decidió ahogar la provocación de la presunta chirigota cantando más fuerte que ellos, dado que el jurado decidió no bajar el telón como se pedía. Si existe libertad de expresión hasta para los gamberros, también ha de haberla para un público que no estaba dispuesto a permanecer callado ante tanta desfachatez. Y no se callaron.


En Cádiz, el Carnaval siempre ha sido ese momento sagrado en el que la crítica social se adereza con coplas, disfraces y, sobre todo, irreverencia. Ahí es donde los gaditanos se despojan de toda compostura y, como en un rito ancestral, aprovechan para soltar lo que les corre por las venas, con humor negro, ácido y afilado. Siempre ha sido el espejo en el que reflejar lo peor de la política, la sociedad y la vida en general. Pero lo de "Los negacionistas", que así se hacía llamar para colmo la presunta chirigota, no fue precisamente una sátira sino una provocación de pésimo gusto, una ofensa descarnada. No solo parodiaron la pandemia de COVID-19, sino que la minimizaron, ridiculizaron a las víctimas, a los sanitarios y a todos los que sufrieron o se sacrificaron durante el confinamiento; negaron el cambio climático, profirieron un discurso anti LGTBIQ+… Un horror!


Por eso admiro y aplaudo la reacción del teatro entero cuando decidió corear temas populares como “Los duros antiguos”, el himno de “Los hinchapelotas” o “Qué bonito está mi Cai'” hasta que los ultras abandonaron el escenario. Parte del público protestó por razones técnicas, es verdad, dado que los fascistas ni siquiera se habían tomado la molestia de presentar los temas debidamente ensayados; otros, como los miembros del jurado, no estaban de acuerdo con que se bajara el telón pero el caso es que prácticamente la totalidad de los presentes decidió dejar claro que aquella intolerable falta de respeto merecía ser replicada.

 

Nos dieron los gaditanos una lección a todos de cómo hay que parar los pies a estos profesionales de la crispación y el frentismo. Porque es de maneras tan sibilinas como la de esta mal llamada chirigota como el fascismo se va introduciendo en todos los recovecos de nuestra vida cotidiana. Ya lo han hecho en las instituciones políticas apelando a la democracia que dicen combatir, están en los colegios, también en según qué actividades deportivas, en clubes sociales, asociaciones de vecinos, y ahora se infiltran en el carnaval de Cádiz. Pues no señor, va a ser que no, un respeto. Un respeto a una de las tradiciones en libertad más antiguas de nuestro país, un respeto a quienes la organizan, la preparan, escriben letras magnificas y hacen felices a tanta gente. 


Frente a quienes se proponen prostituir atmósferas de tolerancia y frescura crítica como el Carnaval de Cádiz hay que reaccionar siempre con contundencia. Un hurra por ellos, un hurra por enseñarnos a todos el camino, por demostrar que cuando se tienen las cosas claras es fácil pararle los pies a los sinvergüenzas. Hay que parárselos la primera vez que te intentan morder un dedo, porque cuando ya están a punto de cortarte el brazo, igual es demasiado tarde.


J.T.


Publicado en "Confidencial Andaluz"


lunes, 3 de febrero de 2025

Motosierras y rotuladores negros gordos


Cumplir un programa electoral como el del fascista que ha vuelto a okupar la Casa Blanca es muy fácil: lo destruyes todo y ya está, te cargas los derechos humanos, las políticas de igualdad, te vengas de quienes investigaron tus delitos, acabas con las políticas de cambio climático, reconoces sin pudor que alentaste la toma del Capitolio indultando a sus protagonistas, mientes sin parar, denigras a los desfavorecidos, jaleas la amoralidad de los milmillonarios y punto. El que venga detrás que arree, que total para lo que me queda en el convento…

Cumplir un programa electoral de izquierdas ya es harina de otro costal. De izquierdas… o de presuntas izquierdas, porque estamos llegando a un punto donde defiendes la necesidad de que la gente tenga un trabajo bien pagado y un techo digno, y ya te están llamando rojo peligroso ¿Se imaginan algún gobernante mínimamente progresista firmando decretos sin parar –con rotulador negro de gran calibre- para mejorar la vida de la gente? ¿habrá alguien alguna vez que en solo diez días consiga reconstruir lo que su predecesor destruyó? Difícil, ¿verdad? 


Este es a mi juicio el verdadero drama, no solo la impunidad con la que se desenvuelven los amorales, sino su convencimiento de que están haciendo lo correcto y la impotencia con la que medio mundo asiste al espectáculo. Décadas de lucha y sufrimiento de millones de personas para eliminar desigualdades están quedando hechas fosfatina solo en dos semanas retransmitidas en directo minuto a minuto y nadie parece reaccionar ¿impotencia? ¿incredulidad? ¿desconcierto? ¿desidia quizás?


Los acólitos europeos del monarca norteamericano, Orban, Le Pen, Ayuso o Meloni hacen palmas con las orejas sin disimulo alguno al tiempo que sueñan con su momento rotulador o adquieren motosierras para estar a la altura de Milei, el sátrapa que hoy gobierna en lo que un buen día fue el país más occidental y avanzado de América Latina. 


Según algunas encuestas, el cuarenta y cinco por ciento de la ciudadanía estadounidense aprueba las felonías perpetradas en menos de quince días por quien los gobierna solo desde el pasado 20 de enero. Si esto es así apaga y vámonos, porque aquí se estrellan todos los talentos, aquí resbala cualquier análisis que se base en esquemas tradicionales. Me niego a admitir que de pronto al personal le parezca bien que nos avasallen, algo que se percibe no solo en Estados Unidos sino en muchos países europeos empezando por el nuestro, donde escuchar según qué conversaciones produce, sobre todo entre gente joven, verdadero pánico ¿qué nos ha pasado, cómo nos hemos podido equivocar tanto, qué es lo que la izquierda ha hecho tan mal?


Me refiero a la verdadera izquierda, porque la izquierda light ya sabemos lo que hace, templar gaitas, molestar lo mínimo posible a quienes verdaderamente tienen la sartén por el mango, ponerse de perfil para sobrevivir y agitar el fantasma de la ultraderecha para perpetuarse en el poder sabiendo como saben que así lo único que hacen es huir hacia adelante hasta el día en que llegue lo irremediable. Me produce verdadero espanto detectar en el ambiente ese aire de resignación que parece dar por hecho que más pronto que tarde los intolerantes acabarán gobernado este país provistos de motosierras y rotuladores de gran calibre. Si eso ocurre no será jamás porque son más listos pero sí más hábiles a la hora de contar las cosas. 


Las izquierdas andan perdidas discutiendo aún el sexo de los ángeles y así no hay manera. Somos víctimas de la educación judeocristiana que nos inoculó la idea de que los buenos son premiados y los malos castigados, esa gran mentira que hace que los malos acaben siempre ganando la partida. Eso es lo que se tiene que acabar. Como ha de acabarse la ingenuidad y el posibilismo. De nuevo vuelvo a leer y escuchar  a quienes abogan por la unidad de la izquierda, ¿qué unidad, qué izquierda? ¿la misma historia que antes de las elecciones de julio del 23? ¿que nada cambie para que todo siga igual hasta que un día se nos coman con patatas?


Ya me gustaría tener la solución, pero una cosa sí sé con seguridad: que las izquierdas resuciten, al menos en nuestro país, implica un reseteo en toda regla porque no va a ser fácil arreglar tanto desaguisado el día en que eso vuelva a ser posible. Espero que antes no tengamos que pasar por desaprensivos que, motosierra en mano, acaben con los derechos que nos quedan y encima haya medio país que se rompa las manos aplaudiendo mientras nos machacan.


J.T.