Con esto de las pensiones no puedo evitar continuar con la mosca detrás de la oreja. A ver si yo lo entiendo: el ministro que este jueves en el Congreso, frente a una enmienda a la totalidad del PP, defendió el anteproyecto de ley de garantía del poder adquisitivo de las pensiones, ese ministro llamado José Luis Escrivá ¿es el mismo que pocos días antes, en el diario Ara, había disertado sobre la posibilidad de extender la edad de la jubilación hasta los 75 años, por mucho que intentara matizarlo después sin demasiado éxito?
Si de verdad se va dejar garantizado el poder adquisitivo de las pensiones, y dado que la inflación interanual anda ya este ejercicio por el cuatro por ciento, ¿significa esto que en enero del 2022 subirán las pensiones ese cuatro por ciento? Hasta que no lo vea no me lo creeré.
El Escrivá que discrepa abiertamente con Yolanda Díaz, el Escrivá que se molesta cuando su compañera de gabinete le pide cautela, ¿es el mismo que ha defendido en sede parlamentaria poner en marcha los trámites para aprobar, antes de que acabe el año, una ley que le quite el miedo a los pensionistas? ¡Pues vaya!
Veremos. En principio parece que se ha superado el primer escollo; la enmienda del PP fue derrotada porque 194 diputados votaron a favor de tramitar la ley y 11 se abstuvieron. Las derecha y la ultraderecha fueron derrotadas. De momento. Ahora llega el tedioso capítulo de las enmiendas parciales y ahí se me vuelven a abrir las carnes ¿qué quedará al final del texto inicial? Según Escrivá, será “debatido y mejorado”, pero ¿qué querrá decir exactamente “debatido y mejorado” en boca de un ministro que cada vez que habla acaba poniéndonos de los nervios?
Miedo me da. Si de verdad va a ser mejorado, ¿a qué viene tanto globo sonda? Cuando la ley salga aprobada definitivamente, si es que ese momento llega, insisto: ¿qué quedará del texto pactado con los sindicatos y la patronal el pasado uno de julio y aprobado el 24 de agosto en consejo de ministros? La insinuación de apostar por “un cambio cultural en España para conseguir que se trabaje más entre los 55 y los 75 años” precedió en pocas horas a la intervención de un renacido Mariano Rajoy el lunes día 27, durante la primera jornada de una convención itinerante que el PP ha paseado por España toda la semana.
Dirigiéndose a Pablo Casado, Rajoy no se anduvo por las ramas durante su intervención en Santiago de Compostela: “Creo que liquidar el factor de sostenibilidad (0,25% de aumento anual) y volver otra vez a la indexación (garantía de mantener el poder adquisitivo) de las pensiones al IPC es una equivocación –afirmó el ex presidente del PP y del Gobierno- y eso ahora para lo único que va a servir es para que dentro de poco haya que cambiar otra vez la ley. Supongo que la tendrás que cambiar tú, igual te hacen otra huelga pero es que no te va a quedar otra”. Y añadió: “Sinceramente creo que es un error y sobre todo viniendo de quien sabe positivamente que es un error”.
¿Quién, según Rajoy, sabe “positivamente” que es un error? ¿se refiere a Escrivá? Pues estamos apañados, porque no creo que al expresar esto estuviera pensando en Pedro Sánchez. Lo dicho, los pelos de punta. Me gustaría que los entendidos en la materia me explicaran qué es lo que no se nos está escapando a los profanos.
Cuando el Gobierno dio luz verde a la tramitación de esta ley en el primer Consejo de Ministros tras las vacaciones de verano la portavoz, Isabel Rodríguez, aseguró que se trata de una reforma que "recupera el diálogo social" y proporcionará "tranquilidad a los pensionistas de hoy y de mañana"; que además de garantizar el poder adquisitivo, contiene también medidas de refuerzo de la sostenibilidad financiera y social del sistema público de pensiones. Si eso es así de verdad, ¿a qué vienen tantas reticencias? ¿por qué hay alguien empeñado en “decir Diego donde antes se dijo digo”?
El proyecto parece que garantiza que el importe de las pensiones se revalorizará cada primero de enero según el IPC de los doce meses anteriores. La edad de jubilación quedará fijada (de momento) en los 67 años, pero ya se va a proponer ofrecer “propinas” de hasta 12.000 euros anuales a quienes opten por continuar trabajando después de esa edad. En fin…
Hay que tener en cuenta además que quedan aún flecos pendientes de pactar antes del 15 de noviembre con los agentes sociales, y que los apoyos políticos necesarios para sumar mayoría absoluta cuando llegue la votación definitiva tampoco están asegurados.
O sea, que todo pende de hilos demasiado finos, sobre todo si tenemos en cuenta que aún queda pendiente un segundo paquete de reformas. Sabiendo eso, se entienden mejor los globos sonda de Escrivá. No olvidemos que ya antes del verano nos puso en alerta cuando advirtió de que los nacidos entre 1960 y 1975 (los llamados “babyboomers”) tendrían que asumir "un pequeño ajuste en su pensión". Otro “teórico” desliz que le obligó a recular a la vista de la enorme polvareda que originó.
A esos “lapsus” hay que añadir también el lío con el llamado “período de cómputo”. Quizás recuerden cuando a Escrivá se le ocurrió insinuar la posibilidad de ampliar hasta los últimos 35 años de vida laboral (ahora son 25) el tiempo de cotización con el que se calcula la cifra que el trabajador cobra una vez jubilado. Si no salió adelante (de momento, claro) fue por la oposición frontal que encontró tanto en Unidas Podemos como en los sindicatos.
En una palabra, que están empeñados en meterle mano a las pensiones y, si por ahora se les consigue parar los pies un poquito, puede considerarse casi un milagro. Ahí quedan, flotando en el aire, las palabras de Rajoy el lunes y las amenazas de tantos otros “popes” como Christine Lagarde, quien en su día respaldó un estudio del FMI, la institución que preside, en el que al hecho de vivir más de la cuenta se le denomina “riesgo financiero”. En resumen, que si somos ciudadanos considerados, deberíamos aceptar la rebaja de las pensiones y morirnos pronto para que el show y la orgía económica liberal puedan continuar.
J.T.
Publicado en LUH Noticias
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