Hay élites que se atreven a amenazar a la ciudadanía cuando se toman medidas valientes para proteger a la gente. Es lo que hizo José Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, cuando hablaba de cerrar nucleares o liquidar plantas fotovoltaicas de manera temporal, cuando vació embalses en verano o cuando, ofendidito él, se despacha a gusto en declaraciones a tumba abierta: “Con extremistas dentro del Ejecutivo no se puede gobernar"; "lo que no puede ser es que el Gobierno tenga a la oposición dentro del propio Gobierno", ha soltado últimamente, entre otras lindezas.
Sánchez Galán, 71 años y presidente desde hace quince del segundo grupo de producción eléctrica de España, es uno de los prebostes del Ibex 35 (con Francisco Reynés, presidente ejecutivo de Naturgy y José Damián Bogas, consejero delegado de Endesa entre otros muchos) que se resisten a dejar de pasearse por el país como si este fuera de su propiedad, subidos a nuestros lomos, acostumbrados a levantar teléfonos y conseguir que al instante se cumplan sus deseos.
Como se sabe, el Gobierno de coalición aprobó en Septiembre un plan de choque con medidas “temporales” para combatir la desbocada subida del precio de la luz. Además de reducir impuestos a los consumidores, la medida incluye recortar los llamados “beneficios extraordinarios” que las eléctricas obtienen por vender energía barata (hidráulica, renovable o nuclear) al precio de la más cara (gas natural). Y ahí es donde Galán -y compañía- se ha rebelado. Tras poner el grito en el cielo nombró vicepresidente, con nocturnidad y una buena ración de alevosía, a un taimado socialista harto de pasearse por los platós durante años presumiendo de honestidad y buen hacer. Hasta que al muchacho le tocó la lotería. Un escándalo.
Por si el nombramiento de Antonio Miguel Carmona no era ya suficiente tocada de narices al Gobierno de coalición, Sánchez Galán continuó dando rienda suelta a su desaforada locuacidad, hasta ahora poco conocida para el común de los mortales: “Esto no puede ser”; “los inversores se marchan de España por la inseguridad jurídica”; esto es “intervencionismo”; solo nos traerá “inestabilidad”; “se han roto las reglas del juego…”
La verdad es que las reglas del juego no se han roto ni mucho menos, como clama Galán a los cuatro vientos pero aún así… ¿qué pasaría si se rompieran? ¿Acaso en países de la Unión Europea como Francia, Italia, Suecia, Países Bajos o Suiza no cuentan con compañías eléctricas que tienen participación pública y la cosa funciona estupendamente? ¿Acaso desconoce el señor presidente de Iberdrola que en el 2016, solo el 38% de la potencia eléctrica del mundo, instalada o en construcción, estaba en manos completamente privadas?
Pero en España, según el malacostumbrado preboste, que las eléctricas cuenten con participación pública o que exista una empresa pública de energía, es adoptar “medidas radicales”. Como le contestó Ione Belarra, “lo verdaderamente radical es que tu empresa gane 1.531 millones de euros en el primer semestre de 2021, y que tú personalmente te embolses más de 12 millones de euros en 2020, mientras tu país vive la peor crisis económica en 100 años y los hogares pagan una factura de la luz estratosférica".
Este jueves pasado, el Gobierno ha conseguido revalidar en el Congreso el decreto que aprobó el mes pasado en Consejo de Ministros lo que, entre otras cosas, se traducirá en recortar aproximadamente unos 2.600 millones de euros de los “groseros” beneficios (Yolanda Díaz dixit) que se embolsan las eléctricas. Y claro, Sánchez Galán y sus colegas están que se suben por las paredes porque la impunidad de sus empresas, como la de tantas otras del Ibex 35, es toda una tradición en este país. Con políticos “giratorios”, periodistas pelotas y empresas de comunicación comiéndoles siempre en la mano y bendiciendo la generosa morterada que reciben puntualmente, sobre todo a través de “mamá Publicidad”.
Sánchez Galán parece estar actuando como el ariete de los poderes de siempre que no quieren que este país acabe siendo una democracia real. Por fin el común de los mortales les está poniendo cara a él y a algunos de sus colegas, hasta ahora casi siempre manejando los hilos desde la sombra. Son parte de esa gran familia que en su día decidió crear un “Podemos de derechas” al que acabó saliéndole el tiro por la culata. Quiero creer que se trata solo de un momento de histeria, de esos que preceden al sosiego y la templanza. Acabarán entendiéndolo, aunque sus bolsillos se llenen un poco menos, que tampoco será tanto ni para tanto, ya verán.
Apostar por la nacionalización de empresas estratégicas no es una propuesta radical, es recuperar algo que existió en nuestro país durante mucho tiempo y cuya desaparición solo ha conseguido que las cosas vayan a peor desde entonces para el común de la ciudadanía. Apostar porque la gente viva mejor, porque suministradores de bienes de primera necesidad dejen de hacer con los precios lo que les dé la gana, no es una actuación radical. Es combatir la desigualdad y quizás contribuir a que exista un poco menos de injusticia.
Además, por mucho que Sánchez Galán se cabree, la cosa tampoco acabará siendo como para tirar cohetes ¿O sí?
J.T.
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