La respuesta es no, pero Pedro Sánchez juega a que lo parezca.
Si algo tiene demostrado en los últimos años el presidente del Gobierno de coalición es su instinto para sobrevivir y su olfato para intuir los flancos que le van quedando al descubierto. Y otra cosa más: se ve que en los treinta meses de legislatura que asegura le quedan quiere pocos líos, pocas declaraciones altisonantes, cuanto menos ruido mejor ¿Es eso más de izquierdas? No exactamente, pero sí es rentable.
Le sobraban veteranos gruñones y le faltaban jóvenes verdes, digitales y feministas, como ha reconocido en la comparecencia sin preguntas donde ha dado a conocer los nuevos nombramientos. En un gobierno “más de izquierdas” no continuarían Calviño, Robles, Escrivá ni Marlaska, pero existe un porcentaje de alcanfor del que Sánchez no se atreve a prescindir, o sencillamente no ve la necesidad.
Una cosa es potenciar a Yolanda Díaz y respetar los ministerios de Unidas Podemos y otra liarse la manta a la cabeza. No lo hará, porque en los equilibrios que practica es donde Sánchez cree que puede estar la clave de su continuidad.
Quiere paz para gestionar los 70.000 millones de fondos europeos y también porque sabe que, haga lo que haga, las derechas gamberras se la van a continuar liando igual, pero por lo menos cuenta con gente fresca y alejada de la vieja guardia socialista, asunto este muy importante también sobre todo con la incorporación de Óscar López como director del gabinete de presidencia, un hombre de Zapatero con el que quizás consiga mejores relaciones entre gobierno y partido y acabar de una vez con el predicamento interno de las viejas momias que siguen tocándole las narices.
Hay que preparar el próximo Congreso del PSOE y para eso ya no le sirve Ábalos (ni en el gobierno ni en el partido) ni tampoco Iván Redondo, ambos responsables del fiasco de la moción de censura de Murcia que acabó precipitando el ascenso y fulgor de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. No quiere Sánchez ser más de izquierdas, puede que ni sepa, pero sí sabe y quiere sobrevivir, disciplina esta en la que lleva cuatro años demostrando ser todo un artista.
¿Hay que ser más digital? Se es; ¿Hay que ser más verde? Se es ¿Hay que ser más feminista? Se es. En absoluto parece dispuesto a que sus socios de Unidas Podemos en el gabinete, por mucho que haya respetado sus carteras, obtengan ventajas en asuntos sensibles que gozan de predicamento social. Quizás por eso haya creído necesario aumentar el número de mujeres en el gobierno y rebajar la edad media del gabinete. Y hacerlo con personas como Raquel Sánchez, quien como alcaldesa de Gavá ha promovido la regulación del precio de los alquileres. O como Diana Morant e Isabel Rodríguez, alcaldesas de Gandía y Puertollano respectivamente, perfiles ambos de reconocido compromiso social.
La promoción de Félix Bolaños, eficaz y discreto en los cometidos que hasta ahora desempeñaba en Moncloa, le asegura eficacia técnica en el desarrollo de las competencias que hereda de Carmen Calvo, pero ahí no hay más izquierda, como tampoco la hay en la sustitución de Campo por Llop ni en la de Rodríguez Uribes por Iceta. Continuidad, sí; más a la izquierda… en absoluto. Ni Albares, nuevo ministro de Exteriores, es más de izquierdas que Laya, ni Alegría (Educación) que Celáa.
Y Calviño, Marlaska, Robles y María Jesús Montero seguirán constituyendo un núcleo duro carente de sintonía con sus socios de gobierno, por lo que los cambios no pasan de ser una ruidosa operación cosmética. Si estamos equivocados lo comprobaremos con la gestión de los fondos y con la facilidad que Yolanda Díaz, con quien Unidas Podemos recupera la vicepresidencia segunda, encuentre para continuar llevando adelante sus políticas laborales y sociales.
J.T.
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