Llevo toda la vida viendo cómo sube el recibo de la energía eléctrica, escuchando explicaciones técnicas presuntamente sesudas y siempre acabo en el mismo punto donde empecé. Nunca entiendo nada. Ni yo ni la mayor parte de la gente con la que me relaciono, que escuchamos las explicaciones oficiales sin poder evitar la sensación de que nos tratan a todos como tontos.
Como no entiendo las explicaciones técnicas, este no puede ser un artículo donde se entre en demasiados pormenores, pero aún así cuando alguna vez, muy de tarde en tarde, se me ocurre ver los detalles de una factura, acabo siempre con la sensación de impotencia que produce comprobar que te enfrentas a hechos consumados que no tienes más remedio que asumir.
Para empezar, te cobran 30 euros, o 40, solo por el mero hecho de estar conectado, aunque no enciendas una puñetera bombilla en todo el mes. “Potencia contratada, lo llaman”, un apartado en donde, si pretendes ahorrar, te saltan los plomos cada vez que pones la cafetera y el tostador a la vez.
Si te tomas la molestia de estudiar el queso estadístico… otro berrinche. Sobre una factura de 100 euros, 12 son, al menos eso te aseguran, para “incentivos a las energías renovables, cogeneración y residuos”, apartado tan ambiguo que esconde su verdadera génesis: compensar a los propietarios de las nucleares y el carbón por la “posibilidad” de que algún día se les acabe el chollo. Luego ves un apartado titulado “Otros costes regulados (incluida la anualidad del déficit)”, que supone 6 de cada 100 euros, y te preguntas cuántos mortales estarán en condiciones de entender lo que significa eso. Y deduces que no tienen más remedio que oscurecer esta presunta transparencia si no quieren que la gente acabe saltándoles a la yugular por tomarle tan descaradamente el pelo.
Miras el apartado de “Energía consumida” donde te dicen que has gastado 48,79 euros y luego te vas al total de la factura y compruebas que, ¡oh, magia potagia! Se ha convertido justo en el doble, 96,33 ¡Alé, hop! Es decir, que si te matas a trasnochar para ahorrar, como tienen la caradura de sugerirte, como mucho tienes la posibilidad de influir en la mitad de lo que te cobran. El timo y la tomadura de pelo ejercidas desde la más flagrante impunidad. La indefensión más absoluta, sobre todo para quienes menos posibilidad tienen de defenderse.
El 21 por ciento de IVA para un bien de primera necesidad no es por tanto el único clavo que hay en la factura de la luz. Tampoco mirar la hora en la que enchufas aparatos, ¿o de que se trata de dormir con el aire acondicionado puesto y morirse de calor durante el resto de la jornada? Pero ¿cómo se puede tener tanta desfachatez?
Luego, lo que me rompe también los esquemas, es que esta medida tan ingrata y tan difícil de entender se continúe produciendo con un gobierno progresista en el poder. Si esto lo hace una ministra como Ribero, no quiero ni pensar qué estaría sucediendo si en ese sillón continuara sentado el canario Soria ¿O sería exactamente igual? Solo plantearme esta duda me entristece, porque no puede ser que, votemos a quien votemos, al final veamos siempre cómo nos tangan en el recibo de la luz, una de nuestras necesidades más esenciales.
Puede ser que la pandemia pase factura, o los posibles indultos, no digo que no. Pero por lo que la gente de a pie acaba pasando realmente factura tiene más que ver con asuntos como el precio de la energía eléctrica. En asuntos como este es en donde los gobernantes se juegan los votos. Y lo saben, mejor que nosotros. Por eso me cuesta tanto trabajo entender a qué demonios están jugando.
J.T.
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